David Fernández
Hay que reconocer que la diputada María Clemente García nació con un enorme par de testículos y por los hechos que protagonizó esta semana todo parece indicar que aún los tiene ahí y muy bien puestos.
Por si no sabe de qué hablo, le cuento que este diputado federal de orientación transexual y que se auto percibe como mujer publicó en su cuenta de Twitter unos videos con contenido sexual y no fue un accidente. En las publicaciones claramente dice que le gusta salir de un día de chamba y consentir a sus clientes. ¿Por qué?
Pues porque esta diputada plurinominal de Morena es trabajadora sexual.
Y aunque los panistas y los mojigatos ya pegaron el grito en el cielo y exigieron su dimisión, pues, así como la diputada hizo con su cliente, ya se la pelaron.
La Constitución dice claramente que nadie puede ser discriminado por su profesión, orientación sexual, credo y color de piel; y Clemente cuenta con todas las características típicamente discriminadas: homosexual, prieto, prostituta y político.
Así las cosas, quienes piden su dimisión tienen amarradas las manos por la ley. A lo mucho recibirá una llamada de atención.
Desde luego algunas agrupaciones feministas y LGBT+ (como la de Coatzacoalcos) ya se pronunciaron y señalan que las acciones de la legisladora no abonan a la lucha ni de las mujeres ni de la comunidad del arcoíris. Encerrados en sus nuevas ideologías no han notado que a Clemente ni le importan ni representa a las unas ni a los gays, por más que se llene la boca y ondee sus banderas.
El sector que representa, el que le importa y por el que se expone, son los trabajadores sexuales. Pues claro, proviene de esa realidad, de esa vida y si le interesa mejorar la vida de alguien es la de su propio gremio.
Así lo demuestra la propuesta que presentó al Congreso en la que pretende mejorar las condiciones de estos trabajadores.
Aunque creo que sus actos son totalmente inapropiados, me quito el sombrero y le hago una reverencia. Que tanates los de María. Respetos.