El que escucha música siente que su soledad, de repente, se puebla. Camelot.
Gilberto Haaz Diez
LOS COTIZADOS CRONISTAS
Es el rating, estúpidos, por parafrasear a Bill Clinton en aquella frase suya: es la economía, estúpido. Uno llega con los vientos de aquel Mundial de Chile (1962), cuando solo había una televisora, Telesistema Mexicano, y eran los únicos que nos traían el futbol por medio de satélite o videotape. En blanco y negro, lógico, con televisiones que, cuando querías cambiar de canal, solo había unos tres o cuatro, había que pararse y darle vuelta a la manecilla. No existía esa cosa llamada control remoto. Si teníamos pocos y grandes cronistas deportivos, Paco Malgesto y Fernando Marcos en futbol, luego llegaría Ángel Fernández. En toros solo Pepe Alameda; en béisbol el Mago Septién, Sony Alarcón; en box Toño Andere, en futbol americano Fernando Von Rossen, que dictaba cátedra en cada narración, y en basquetbol, los que pudieran. Eran muchas pero a la vez pocas las figuras. Un día, las televisoras se abrieron y la señal de la selección mexicana se compartió con TV Azteca y Televisa. Solo esos dos mandaban gorro. Hace 20 años nació la cadena ESPN en Estados Unidos. Se expandieron en televisiones de paga y comenzaron a abrir canales en el mundo y a transmitir todos los deportes, desde el tenis hasta el hockey sobre hielo y el rugby. Los demás, ni se diga. Entonces el televidente comenzó a fijar su preferencia por los comentaristas. Ellos eran los que hacían que el canal se viera. TV Azteca tomó la delantera con el equipo de José Ramón Fernández, y ahora con los comentaristas Martinolli, Luis García, Zague y el portero Jorge Campos. Cuando juega la selección. Así como un tiempo las televisoras encumbraron a sus conductores de noticias, desde el tiempo de Jacobo, así comenzaron a trepar en la preferencia los comentaristas del deporte. Y ahora mismo hay una pugna porque, Televisa se llevó a dos estrellas de ESPN y FOX, uno de ellos, el polémico David Faitelson y el otro André Marín. Faitelson, que siempre odió a Televisa ahora va a esa casa de Chapultepec 18. Para rememorar aquel dicho de ‘nunca digas de esa agua no he de beber’. Cuentan que fue una contratación millonaria y su jefe y casi padre, José Ramón Fernández, lo despidió fríamente, quizá con el dolor como cuando ves a un hijo partir. Pero se fue. El otro, André Marín entró en polémica, su casa Fox Sport le dedicó un duro desplegado donde lo acusa de infiel. André se quejó que no lo dejaron ni siquiera despedirse cuando estuvo en el aire en su última transmisión. Cosas de los billetes y de las contrataciones. Van a Televisa, que es el Vaticano en asuntos de televisiones. Suerte para ellos. Y que la fuerza los acompañe, los televidentes saldremos ganando.
AQUEL CONCIERTO EN LA AZOTEA
Era un 30 de enero de 1969, presente lo tengo yo. Una calle muy concurrida de Londres, comenzó a escuchar un ruido de música desde la azotea. La gente se paraba en la calle y volteaba y poco veían. No sabían que la historia registraría aquel como el último concierto de Los Beatles. Algunos vecinos llamaron y se quejaron ante la poli. Llegaron unos bobbys a la azotea y dialogaban con un hombre en traje, que era un asistente del grupo. Mientras, John Lennon, McCartney, Ringo y George Harrison tiraban sus rolas, entre ellas Let it Be y Dont let mi down. El lugar elegido fue la terraza de Apple, ubicada en el número 3 de Savile Row, en el centro de Londres. Ellos mismos aún no sabían que era su última presentación pública. Vendrían los problemas y el hastío de presentarse en el mundo, y nadie volvió a verlos juntos tocar. Ni siquiera en una benéfica. Ese concierto aún subyuga a quienes lo vemos, ayer me llegó vía Tik Tok cuando cantan Dont let mi down, y eran geniales. Disney ya hizo un documental llamado Get Back, que se puede buscar en YouTube. Con un frio del carajo y bien abrigados, con Billy Preston de invitado al piano, las nuevas y viejas generaciones deben volver a verlo. Presumo. Yo Mero estuve en Londres hace algunos años y enfrente de la tienda de sus grabaciones, Apple, había reporteros haciendo filmaciones, allí mismo está la calle del paso de cebra, que los hizo más famosos cuando uno de ellos va descalzo y brotaron mil especulaciones. Esa foto tiene su historia. Uno entra a la tienda que aún existe y compras todo tipo de souvenirs de los Beatles. La tecnología de aquel entonces no permitía que en estadios tan grandes, con la gritería de las fans, la música se escuchara, los bafles de bocinas eran pequeños y llegaba el caso que ni ellos mismos se escuchaban en los conciertos. De allí a suspenderlos. Se volvió un documental que han visto cientos de millones. Al final, Lennon dijo una frase para la posteridad: “Quería darles las gracias en nombre de la banda y espero que hayamos superado la audición”.