Uriel Flores Aguayo
Ausencia de diálogo y respeto a la pluralidad son lo distintivo de este sexenio. Así va a concluir. No se dialoga con nadie, excepto con las élites económicas y el gobierno gringo. Sin otras opiniones en el entorno presidencial, prevalece una visión exclusivamente. Es un ejercicio de tómbola y unilateralismo donde se combinan el humor con la concentración de poder. Sin otras voces, prevalece el primer impulso y la fatalidad. Es casi cuestión de suerte que las cosas salgan bien; en unas le atina, en otras no. A la estrategia explícita se agrega la propaganda seudo conspirarativa. Los de enfrente son “ adversarios” de palabra y enemigos en los hechos. Se inició de una forma ruda y así terminará, con un ambiente de tensión y odio. Sin diálogo no hay conversación y acuerdos. Una sola voz para un solo poder que avasalla o intenta hacerlo. El líder fuerte, carismático, omnipresente, todo poderoso y mesiánico no se permite descender con los simples mortales; eres subordinado o enemigo. No hay medias tintas en el discurso absolutista: “ conmigo o contra mi”. Su combustible es la confrontación, de falta de respeto ni hablemos. Se violan formas elementales de convivencia y se ofende lo mismo damas que a todo tipo de personajes. Es incesante, en niveles patológicos, atizar el ambiente público con descalificaciones y desprecios. Para los seguidores incondicionales, nivel adoración o vulgar oportunismo, es de celebrarse ese tipo de conductas como muestras de fortaleza y determinación; para el resto de la población es penosa la deriva autoritaria de quien se proclama humanista. Es el típico caso de los líderes que inician con buenas intenciones y terminan cediendo a las tentaciones del poder, concebido casi de forma monarquica. Se respira contaminación en el ambiente público a partir de un estilo presidencial rijoso. No faltan algunos opositores con ese nivel de confrontación; legitiman el abuso presidencial. La polarización está servida y consolidada . Seguir esa ruta es peligroso. De las palabras descalificadoras se podría pasar a hechos violentos. Es insano agravar desde la política una terrible realidad violenta en México. Por sentido común las voces influyentes deberían alentar diálogo y pacifismo. No es normal que el discurso del poder gire casi exclusivamente en las descalificaciones y en las mentiras. Su narrativa no admite la realidad. Esencialmente es una postura autoritaria. Con mayoría calificada habrían llegado a decisiones desproporcionadas. Nos salvamos. La Corte está jugando un papel clave en los equilibrios de poder. Viene una temporada electoral cargada de tensiones y enfrentamientos; no son demócratas, tienen mucho de vulgaridad. La elección presidencial no será un día de campo. Desde el poder se han quitado las máscaras y prefieren terminar como Victoriano Huerta en lugar de emular a Francisco I Madero. Después de la tormenta vendrá la calma. Gane quien gane tendrá que ser negociador y abrirse a la reconciliación. Eso supone una etapa nueva de diálogo y respeto al pluralismo en México.
Recadito: las inundaciones en Xalapa son por ineptitud también.