Xalapa, Ver.- Réquiem de Mozart sonó en la sala del Tlaqná este fin de semana. El concierto es parte del ciclo ”Música y contexto o el sonido como historia”, una propuesta de Difusión Cultural para vincular a los grupos artísticos de la Universidad Veracruzana con el público.
En la sala anexa del Tlaqná, minutos antes de la presentación del Cuarteto Chroma intérprete “Réquiem de Mozart”, Alfonso Colorado, director de difusión cultural, subió al escenario y dijo: “lo que vamos a escuchar aquí es una misa de difuntos”, algunos asistentes abren grandes los ojos, otros se mueven incómodos en sus asientos, pero todos permanecen en en el lugar.
La obra más llena de mitos de Mozart
“El réquiem en re menor, K. 626 es la obra de Mozart con más mitos y leyendas como el mismo Mozart” dijo el doctor Emil Awad apenas subió al escenario: que un hombre misterioso le dijo que tenía que acabarla antes de morir, que alguien intentó presentarla bajo su nombre, que Mozart fue enterrado en una fosa común, “todo esto fundamentado en chismes” que sin duda no menguan el genio del compositor.
Lo que sí se sabe del Réquiem es que es una magna obra inspirada por acto litúrgico católica celebrado tras el fallecimiento de una persona. Dividido en siete partes es un viaje por el duelo, iniciando con el llamado ineludible de Dios, pasando por las lágrimas tras la muerte y finalizando con la esperanza del descanso eterno. Mozart, sin embargo, no pudo culminar su obra y tuvo que ser Franz Xaver Süssmayr quien la finalizó.
“Si no hubiera muerto tan joven, habría revolucionado la música de una forma que no podemos imaginar” expone con añoranza Awad, quien tiene a su lado a cuatro hombres vestidos enteramente de negro, que a señas del doctor tocan algunos fragmentos del Réquiem para mapear los motivos presentes en la obra, lo cual tiene más expectantes al auditorio porque comience la música.
Mozart en un templo
Tras la breve explicación de Awad, inicia la voz gruesa del chelo, a la cual responden tres más agudas de los violines. No hacen falta los coros para escuchar las diferentes voces que se responden, en un diálogo que recuerda la finitud de la vida. La sala del Tlaqná está llena, pero no se oye más que la respiración agitada de algunos asistentes sorprendidos.
Desde el inicio se alzan algunas pantallas de celular, quienes graban dudan en mirar a través de su cámara o directamente a los músicos, en esta duda de disfrutar del momento o guardarlo para la posteridad.
En la esquina cercana al escenario, un niño con camisa de dinosaurio aplaude cuando termina cada uno de los movimientos, pero cuando llega la “Lacrimosa” (que todos reconocen) no se aguanta más, extiende su brazo sosteniendo un imaginario violín y con un arco igual toca imitando el rápido ir y venir de las manos de los músicos. Mientras tanto, en la otra esquina, una pareja se acurruca para escuchar abrazados la promesa de la luz eterna.
Así, llega el intermedio, al cual precede una ola de aplausos de los músicos, quienes agotados desean salir un segundo de la sala para reponerse, pero los aplausos de su público los orillan, agradecidos, a regresar al escenario.
Durante el intermedio la sala se llena de murmullos emocionados, “mi parte favorita es la lacrimosa”, “a mí me gustó más el inicio” y todos tararean, como pueden, intentando copiar el sonido de las cuerdas que antes escucharon.
Para finalizar el concierto, una despedida a la primavera que nos dejó hace un par de meses. El cuarteto Chroma toca el “Cuarteto No.14 en sol mayor, K. 387, Primavera”, que aligera el ambiente después del ceremonioso ambiente que el Réquiem provocó. Algunas personas sucumben al sopor y escuchan con los ojos cerrados.
De nuevo, los aplausos al final. Los músicos sonríen contentos y sudorosos.Sube de nueva cuenta el doctor Alfonso Colorado “el Réquiem fue pensado para ser tocado en un templo ¿y qué es esto si no un templo laico que resguarda la cultura” todos están de acuerdo mientras abandonan la sala, con el gusto por la música de Mozart todavía en sus oídos.