Arturo Reyes Isidoro
A mediados del siglo pasado, un sabio político veracruzano, don Adolfo Ruiz Cortines, dio la receta para aplicarla en ocasiones especiales como la que viven ahora la gobernadora electa Rocío Nahle, el gobernador Cuitláhuac García y la fiscal general del Estado, Verónica Hernández Giadáns: la política es el arte de tragar sapos sin hacer gestos.
Mientras que la primera le cerró las puertas de Morena Veracruz al senador Miguel Ángel Yunes Márquez y los segundos lo perseguían con la intención de encarcelarlo, ayer la presidenta electa Claudia Sheinbaum lo recibió en su casa de transición en la Ciudad de México, lo que equivalió a un manotazo para que le abran las puertas y lo dejen en paz, así como a toda su familia.
Lo ocurrido mostró un claro y grande contraste entre quien presidirá el país y quien gobernará Veracruz, pues mientras que la primera mostró oficio político y se mostró como toda una política profesional, que busca construir, uniendo y sumando, la segunda exhibió su falta de cautela, su precipitación y su desconocimiento de dos reglas básicas no escritas de la política: se debe actuar con cabeza fría y no con las vísceras y no hay amigos ni enemigos para siempre.
De paso, también deja en ridículo al gobernador y a su verdugo y brazo ejecutor, la fiscal, quienes por chambones no pudieron integrar con elementos duros un expediente para lograr su cometido, y quedan exhibidos como unos aprendices frente a la habilidad que mostraron los Yunes senadores, hijo y padre, pues los burlaron y hoy no solo tienen fuero sino incluso, ya, protección presidencial para los siguientes seis años y acaso mientras Morena esté en el poder.
Para Rocío es el segundo golpe severo con el mismo actor político. El primero lo recibió cuando Yunes Márquez pudo llegar al Senado a pesar de que ella trató de impedirlo a toda costa, incluso espoleando a la fiscal Hernández Giadáns para que informara a la Cámara alta de su situación legal e impidiera que rindiera protesta.
Nahle se precipitó al hacer pública su intención sin asegurarse de que la fiscal tuviera los elementos suficientes para bloquear al de El Estero, como se precipitó también cuando luego del voto a favor de la reforma al Poder Judicial de Chiquiyunes no esperó la reacción del presidente López Obrador, pero sobre todo de la presidenta Sheinbaum, y tomó distancia y le cerró la puerta de su partido a su vecino de El Dorado y lo hizo público.
No valoró, como dije en Prosa aprisa del jueves pasado, que el voto de Miguel Ángel hijo no tiene precio cuando fue decisivo para hacer pasar a la historia a su hasta entonces odiado enemigo Andrés Manuel López Obrador, cambiar el rumbo del país, dejarle un nuevo escenario a la presidenta Claudia Sheinbaum, evitar una derrota monumental a Morena, convertirse, de golpe y porrazo, en cimiento del segundo piso de la Cuarta Transformación, someter al Poder Judicial y darle a AMLO el anhelado premio de despedida que le había ofrecido Mario Delgado.
El castigo para los de acá puede no haber terminado si Sheinbaum decide dejarles intacto el poder político y el control sobre todo de Veracruz y Boca del Río, pero también de Medellín y Alvarado (toda la Riviera Veracruzana), y ordena que Morena no los obstaculice, sino que incluso se les sume, además de que les entreguen las candidaturas a presidentes municipales que ellos pidan.
Lo ocurrido ayer apenas es la primera lección para Rocío de que la política política, la del Poder Ejecutivo, es una cosa muy diferente a la del Legislativo y a la de cualquier secretaría de Estado, a un cargo administrativo y técnico, por mucho presupuesto que maneje; que la política política tiene reglas propias no escritas y que es avasallante y pasa por encima de cualquiera con tal de lograr un objetivo, como el que logró la 4T con la ayuda (para muchos, traición) de Yunes Márquez.
Apenas ayer comenté de un enfrentamiento ya cantado entre el centro de los poderes (Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López Hernández y Gerardo Fernández Noroña a la cabeza) y una de las más poderosas provincias como es Veracruz (con Rocío Nahle como la jefa política).
La primera guerra intestina, apunté, la causaron los acuerdos a que llegaron, y seguramente se comprometieron a cumplir, con Yunes Márquez, a cambio de su voto, y el desconocimiento de cualquier acuerdo, en los que además ella no participó, por parte de la gobernadora electa, quien además colocó sus vallas para tratar de impedir que los de la familia Yunes Linares-Márquez ingresen a Morena-Veracruz, es decir, al territorio que estará bajo su responsabilidad.
Es cierto –continué–, Morena ya no tiene oposición enfrente y sus pleitos serán ahora internos por sus cotos de poder, como en los mejores (o peores) tiempos del PRI. Sin embargo –agregué–, yo pongo en duda que Rocío pueda contener la avalancha cuando todo el aparato de gobierno se le eche encima y la obligue no solo a aceptar a los Yunes en su partido y quizá hasta la obliguen a posar con ellos dándoles la mano y un abrazo de políticos. Así es la política –dije y continué–: Por eso, sobre todo en política, es mejor no decir nunca de esta agua no he de beber, porque luego o la beben o la derraman, con sus respectivas consecuencias. Pero dejémoslo al tiempo, concluí, y ese tiempo parece que empezó a llegar a partir de ayer.
El jueves pasado recordé que el 29 de julio, el exgobernador Miguel Ángel Yunes Linares lanzó una seria amenaza contra Cuitláhuac, Nahle y la fiscal Hernández Giadáns.
Estaba muy molesto por lo que calificó como una persecución política-policíaca contra sus hijos Miguel Ángel y Fernando, para tratar de impedirles que llegaran al Senado y al Congreso local, respectivamente, para lo cual se les armaron carpetas de investigación y se les dictaron órdenes de aprehensión.
“Esto es claramente una agresión personal, no un acto de justicia. Por eso, en su momento, pasaré las facturas. Lo haré yo, nadie más. Reitero, es una agresión personal, no es un acto de justicia y así la registro. Nunca me he metido con los hijos de un adversario. Es una bajeza. Se metieron con los míos. Aunque sea lo último que haga en la vida, se los cobraré a todas y a todos los agresores. No tengan duda. Nada es para siempre, tampoco el poder”, proclamó.
“Vienen más escándalos, más denuncias, más acusaciones y seguiremos defendiendo y los dejaremos en ridículo como los venimos dejando en ridículo (…) es increíble formar un grupo de persecución, así se llama, está integrado por Cuitláhuac, un representante de Nahle, la fiscal (Hernández Giadáns), la fiscal de Investigaciones Ministeriales, seis, cinco fiscales, más cinco fiscales estatales dedicados a la persecución política, seis jueces. Tenemos los nombres de todos”.
Lo de dejarlos en ridículo, ya lo logró, y acaso, con lo de ayer, inició ya su venganza y, por como se le ve de salud, no será lo último que haga en su vida.
“El martes –comenté cuando Yunes Márquez votó a favor–, Cuitláhuac, Rocío y Verónica ya tuvieron una muestra del alacrán (el papá) que se echaron encima, de su audacia y habilidad para escalar hasta los más altos niveles aun a costa de su imagen y prestigio (o desprestigio) personal, y su siguiente paso podría ser que le reclamen a Claudia Sheinbaum que a cambio del favor que les hicieron obliguen a que les abran las puertas de Morena en Veracruz e incluso que les den un cargo en la dirigencia estatal, pues amor con amor se paga”. Parece que no andaba yo muy errado.
Y mientras tanto, a tragar sapos sin hacer gestos.