El Turismo en Veracruz, deprimido; dos años sin levantar
Arturo Reyes Isidoro
Por fin, alguien del gobierno del estado decidió, se atrevió, a llamar al pan pan y al vino vino.
Ayer, la secretaria de Turismo y Cultura, Xóchitl Arbesú Lago, se dejó de triunfalismos y dijo lo que los operadores turísticos, los empresarios hoteleros y de servicios, así como los trabajadores de esos ramos saben y viven: que en Veracruz la llamada industria sin chimeneas está deprimida.
Recientemente, empresarios me comentaron que de aquí a fin de año, en lo que resta de septiembre, octubre y noviembre, esperan, cuando mucho, una ocupación hotelera de 30 por ciento, no más. De diciembre todavía no se atreven a dar un pronóstico, aunque ya la secretaria Arbesú adelantó que se espera un índice de entre 50 y 60 por ciento, o sea, regular, prácticamente de sobrevivencia.
Es indudable que las crisis por la pandemia de Covid-19 y económica, esta última en gran parte derivada de la primera, a las que en Veracruz se suman los daños causados por las malas condiciones climatológicas y sus efectos, han impacto negativamente al sector turístico y de servicios.
Doña Xóchitl –a quién indebidamente suple en sus funciones cada que quiere el secretario de Gobierno, Eric Cisneros– dijo ayer que la recuperación turística ha estado «lenta» y que no se han podido alcanzar los niveles de visitantes al estado que se tenían en 2019. O sea, que en Veracruz el ramo turístico lleva dos años operando con signos negativos.
«Vamos lento (yo diría que lentísimo, doña Xóchitl), no hemos alcanzado, y seguramente no alcanzaremos en lo que resta del año, los niveles que traíamos de ocupación hotelera y de visitantes», declaró al ir a montar guardia de honor ante la estatua a Hidalgo, en Los Berros, reprobando, de paso, a su alterno Eric Cisneros, quien por más catamaranes que pone en servicio tampoco logra mucho.
No es para alegrarse por lo que dijo, pero es saludable que no trate de maquillar la realidad. Un diagnóstico real permite buscar la mejor cura posible. Ya se sabe el qué, ahora hay que buscar el cómo se actúa para levantar una industria que, sana, puede generar muchos ingresos para el estado, esto es, en un buen escenario, para obras y servicios públicos.
Es posible que le jalen las orejas a la secretaria por decir la verdad y a ver si no toman lo que dijo como pretexto para darle las gracias, pero qué bueno que puso los puntos y los acentos sobre las íes.
Ahora, a ver si dentro de dos meses, en el Tercer Informe de Gobierno, no nos salen con que la industria turística del estado vive su mejor momento gracias al gobierno cuitlahuista, que Veracruz es una Disneylandia y que bla bla bla.
No recortarán a Veracruz participaciones federales
Faltan todavía dos meses para que se apruebe el presupuesto federal (la fecha límite es el 15 de noviembre), pero se estima ya que habrá variaciones a la alza, aunque ligeras, en los ramos 28 (de participaciones federales) y 33 (de aportaciones federales) para nuestro estado.
A través del ramo 28 se hacen transferencias al estado y a los municipios para que usen los recursos libremente (para el monto se toman en cuenta su número de habitantes, su esfuerzo recaudatorio, su crecimiento del Producto Interno Bruto). En cambio, las transferencias del ramo 33 ya vienen etiquetadas: para educación, salud, infraestructura educativa social, y seguridad pública.
Del ramo 28, en el Presupuesto de Egresos de 2021 se transfirieron 51,913 millones de pesos; se estima que para el de 2022 serán 57,909, o sea, casi 6 mil millones de pesos más, un porcentaje de 11.6%, ligeramente arriba de la inflación. Del ramo 33, en 2021 dieron a Veracruz 59,072 millones de pesos; para 2022 contemplan 61,402, o sea, 2,329 más, 3.9%, en total, unos 8,326 millones de pesos, que se podría decir que no son muchos, pero también, como comúnmente se dice, hoy quién te los regala y, creo, al final lo importante es que no recortan recursos.
Se tiene la idea de que ese es el resultado del cabildeo que en forma discreta ha estado realizado en el altiplano, donde parten y reparten el pastel, el secretario de Finanzas, José Luis Lima Franco.
Un veracruzano, en las Ligas Mayores de la política
Será el sereno, pero por ahora el único veracruzano que juega en las Ligas Mayores de la política y que se codea con la crema y nata es el minatitleco Sergio Gutiérrez Luna, de Morena, quien como presidente de la Cámara de Diputados no ha tenido hasta la fecha ningún tropiezo.
Las fotos lo mostraron la noche del 15 en el balcón del Palacio Nacional y ayer en el palco de honor del desfile militar acompañando al presidente López Obrador, espacios en los que también estuvieron el presidente de la Suprema Corte, Arturo Zaldívar, y miembros del gabinete presidencial.
Pero una imagen lo captó en pleno chacoteo con los dos más fuertes presidenciables: Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum, corrillo en el que participaban también el titular de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, y el ministro Arturo Zaldívar.
¿Dos presidenciables y un posible caballo negro para la gubernatura? En política juegan las circunstancias. El cubilete de Veracruz ya tiene un buen número de dados. No hay caballada flaca, está gorda.
AMLO le jala fuerte los bigotes al tigre norteamericano
Si al final los mexicanos no pagáramos las consecuencias, no nos preocuparía, pero el presidente Andrés Manuel López Obrador le está jalando los bigotes al tigre, que por alguna razón no se ha decidido a lanzar un zarpazo, que cuando lo haga nos va a sacudir a todos.
Que se quiera erigir en líder de los países latinoamericanos para tratar de desaparecer la Organización de Estados Americanos (OEA), sin que tome en cuenta que el organismo es un instrumento de control del gobierno de Estados Unidos, constituye un reto para los norteamericanos.
De mis contemporáneos, quién no recuerda las locuras de Luis Echeverría, quien se creía un iluminado, el adalid de los oprimidos del mundo, e intentó encabezar los países del Tercer Mundo y al término de su presidencia anunció que estaría “a disposición de los Estados miembros de las Naciones Unidas que expresen su deseo se confiarme el cargo de secretario general de las Naciones Unidas”.
Que AMLO traiga como invitado especial para los festejos patrios al tirano Miguel Díaz-Canel, quien el pasado 11 de julio reprimió a garrotazos a miles de cubanos que exigían libertad y comida y detuvo y mantiene en prisión a casi 500 de ellos, representante de un gobierno enemigo histórico de los gringos, se puede tomar como una provocación.
No hay borracho que coma lumbre. En 2002, hace 19 años, el panista Vicente Fox invitó al dictador Fidel Castro a venir a la Cumbre Extraordinaria de las Américas, en Monterrey, pero lo apretaron los güeros y tuvo que condicionarlo. Le expresó la frase ya histórica: “Bueno… vienes… comes y te vas”.
Está bien que AMLO pida al gobierno de Joe Biden que actúe con grandeza y levante el bloqueo a Cuba, algo que todos queremos y pedimos porque el que paga las consecuencias es el pueblo cubano, un pueblo generoso, amistoso, alegre, ligado por la historia a México y en especial a Veracruz, pero también muy sufrido lo mismo a consecuencia del bloqueo que de la represión de la tiranía castrista y ahora poscastrista.
Si por más de 59 años el Tío Sam (a partir del 7 de febrero de 1962, siendo presidente John F. Kennedy) ha mantenido el bloqueo, ¿lo va a levantar solo porque lo pide AMLO, quien, además, no condena la represión contra el pueblo cubano y en cambio le otorga un papel estelar al dictador Díaz-Canel?
Tampoco se puede olvidar el coqueteo del tabasqueño con el sátrapa venezolano Nicolás Maduro, otro enemigo del gobierno de Estados Unidos, represor, igual, de su pueblo.
Pero lo que puede constituir el hito que puede acabar con la paciencia del imperio, a mi juicio, se dio ayer cuando López Obrador mandó a galera, a la última fila de la grada para invitados al desfile militar en el Zócalo capitalino, al nuevo embajador norteamericano Ken Salazar.
El diario Reforma destacó el hecho y publicó la foto ilustrativa. Además, mientras que mandó a Salazar a la grada de invitados, a la intemperie, al dictador lo tuvo a su lado, bajo un toldo que los protegía.
Es cierto, uno es presidente y el otro solo embajador, pero hay una gran diferencia en sus representaciones y, además, ni siquiera mandó al norteamericano a un lugar preferente de la grada. Su gobierno lo va a tomar como una humillación. Me atrevo a pronosticar que habrá consecuencias. Con que, por efecto dominó, no nos alcancen, allá AMLO.