Arturo Reyes Isidoro
Hasta el miércoles 26 de enero el gobernador Cuitláhuac García Jiménez “ganaba” a los senadores Ricardo Monreal y Dante Delgado. “… al momento vamos 2-0”, declaró. ¿Ganó por goliza? ¿O bateó jonrón con casa llena en la parte baja de la novena entrada cuando había ya dos outs y estaba en la cuenta de 3 bolas y 2 strikes y el partido lo perdía su equipo 0-3?
A una competencia deportiva redujo su diferendo sobre todo con Monreal en la que se involucró Dante porque a ambos los unió una causa: lograr la liberación de José Manuel del Río Virgen, cercano político a los dos.
De acuerdo al gobernador y al coro que le aplaude, porque Dante renunció a seguir presidiendo la comisión del Senado para indagar abusos de la autoridad en Veracruz y Monreal decidió desaparecerla, “ganó” el mandatario veracruzano.
Conviniendo en que así fue, una pregunta que se antoja entonces es qué hubiera sucedido si el zacatecano y el exgobernador hubieran ganado. Pero, ¿en realidad perdieron?, o, ¿qué perdieron?
De entrada es preocupante que el gobernador no acabe de entender que su responsabilidad es la de gobernar para todos, de respetar y hacer valer el Estado de derecho y garantizar la seguridad y el bienestar de sus representados, no la de estar compitiendo con representantes de otros poderes o de otras instancias políticas de poder.
Pierde ganando
Carajo. Monreal “perdió” no obstante todo lo siguiente:
Pero “perdió” Monreal. “Ganó” el gobernador. Qué si no.
Sensato repliegue… para pelear otro día
Con algo más: Monreal y Dante enseñaron que a veces es necesario dar marcha atrás. Desactivaron a tiempo un conflicto que pudo haber ido creciendo, reconocieron que no hicieron bien las cosas al crear la comisión y dieron un paso adelante para zanjar el asunto. ¿En Xalapa, en el palacio de gobierno, aceptarán alguna vez que se equivocan, que se han equivocado muchas veces y darán marcha atrás para corregir y que cesen los malos efectos? No. Se creen infalibles, dueños de la razón y de la verdad, perfectos.
El zacatecano, como dijo ayer José Fonseca en su columna “Café Político” del El Economista, “al mejor estilo taurino, sin descomponer la figura… reconoció que un sensato repliegue permite sobrevivir para pelear otro día”.
Además, con un gran oficio político, les dio una lección de humildad a los de acá. Ante el inicio del periodo ordinario de sesiones, este martes 1 de febrero, envió un mensaje a los 60 senadores de su bancada, incluyendo a quienes se opusieron a la comisión que había creado.
Asumió “con toda responsabilidad, seriedad y humildad” que el grupo disidente no lo acompañó, por lo que “no sería responsable de mi parte profundizar la diferencia, que después podría provocar mayor división. No ayudaría al presidente de la república, a la cuarta transformación ni a nuestra causa”.
A quienes lo apoyaron les agradeció su actitud, a quienes no, les expresó “mi respeto y mi aprecio personales” y les dijo que sabía que actuaron “de buena fe”. ¿Cuándo se ha visto acá que hagan algo similar con sus opositores?
Advirtió: seguirá luchando de manera personal
Pero se mantiene firme en lo que persigue: “Quiero manifestar… (esperando su comprensión y partiendo del hecho que nunca me han acompañado en mi vida pública ni la indiferencia ni la ingratitud), que seguiré luchando de manera personal, como senador de la República, pero sin involucrar al Grupo Parlamentario, en la defensa abierta, clara y con convicción de José Manuel del Río y de otras víctimas, en Veracruz y en otras partes del país”.
La estocada: “Les aseguro que haría lo mismo por cualquiera de ustedes o de mis colaboradoras y colaboradores que, siendo inocentes, los acusara injustamente alguna estructura del poder”.
Así, pues, de manera individual va a seguir su lucha, lo van a tener encima. Raymundo Jiménez publicó que el domingo fue visto en Xalapa deambulando tranquilamente en la Plaza Ánimas; ¿nada más vino a eso?
Volviendo a lo que comento al inicio de la columna, creo que el partido todavía no se puede dar por terminado. El gobernador debe saber muy bien que en beisbol durante el partido muchas veces un equipo pega muchos hits, que se aplauden, llena las bases en varias entradas pero no puede anotar, y que el equipo contrario, sin tantos hits, a veces sin ninguno, en la novena y última entrada, en el cierre del partido, conecta un solitario jonrón y se anota el triunfo.
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