Uriel Flores Aguayo
Por el reduccionismo mediático dado a colocar etiquetas que hagan fácil la referencia a hechos y personas, pero también por clara tendencia política, la reciente reforma constitucional para ampliar las posibilidades de ser veracruzano se instaló en el imaginario popular y la conversación pública como Ley NAHLE. De arranque los opositores a estas modificaciones y la comentocracía van ganando el debate respectivo. Creo que la reforma era innecesaria y que la señora Nahle y muchos más están en su derecho de aspirar a gobernar Veracruz, el Estado donde han vivido. Al no ser indispensable tal reforma, al menos no urgente, se debería hacer con cuidado y talento; siendo escrupulosos con el proceso legislativo y toda sospecha de cambiar leyes con dedicatoria personal y política.
Hay demasiadas señales de que están preparando el terreno desde el oficialismo para postular a la señora Nahle como candidata a gobernadora. Si fuera el caso, legislar con fines individuales, estarían dando pasos ilegítimos. La única manera de desvanecer esa brutal anomalía es que no sea candidata la señora Nahle.
Es difícil encontrar un antecedente en la historia veracruzana similar a estos cambios legales. Independientemente de las razones que tenga el grupo en el poder, que no conocemos expresamente, asistimos a una negra regresión antidemocrática. A un auténtico abuso de poder. Es lamentable que no haya entre la diputación morenista ningún voto de conciencia o el mínimo decoro para explicar su postura al respecto. Este tipo de actos son propios de gobiernos caciquiles o dictatoriales; nos hablan de una clase política que actúa a espaldas de la democracia y que ofrece seguir en esa ruta anacrónica.
Los nuevos veracruzanos legales son una especie de naturalizados. Para efectos políticos tienen iguales derechos a los nacidos en nuestro territorio; por tanto, no deben ser objeto de discriminación o actos de intolerancia. El problema es otro, que se utilicen las facultades y los recursos públicos para favorecer una candidatura, la oficial. En términos de honor y respeto a la ciudadanía, la señora Nahle debería retirarse del cargo que ocupa actualmente y hacer labor política con sus propios recursos. De otro modo, infringe la ley, viola reglas democráticas y les toma el pelo a los veracruzanos. Si se asume como veracruzana y aspira a gobernarnos necesita proceder con decoro y limpieza. No necesitamos más farsas.
Que hagan la reforma con dedicatoria y postulen a la señora Nahle no les garantiza de ninguna manera que sea gobernadora. El control caciquil del aparato estatal y de la mayoría de los ayuntamientos, la supresión factual de los demás poderes y el golpeteo a la oposición, no son suficientes para que canten anticipada victoria. La elección del 2024 será más que diferente a la anterior, la del 2018. Aun ganando la presidencia de la República, lo que está por verse, pueden perder la gubernatura de Veracruz. Es así por el perfil de su segura candidata, con poco carisma y discurso, por el desgaste del actual gobernante, por su propia división, por haber otras propuestas en el partido oficial, los abusos del poder, los agravios a mucha gente y el hartazgo ante la ineficacia y la mediocridad. Sencillamente pueden perder la elección de gobernador y la mayoría de diputados. Como viven en el triunfalismo y en una burbuja de ignorancia y frivolidad no miden consecuencia de sus actos, creen que por medio de amenazas y demagogia pueden hacer lo que les plazca. Se van a llevar una dura sorpresa. Es previsible que el origen de la señora Nahle le reste apoyo electoral en un porcentaje de pronóstico reservado. Con la suma de esos factores más la amplia alianza opositora es perfectamente probable que morena pierda en Veracruz.
Recadito: ya entrados en gastos podrían cambiar el nombre de Veracruz o nombrar ministros del zoológico.