El dinero no se come. Es lo primero que debemos entender cuando hablamos de dinero: no te lo puedes comer, no lo puedes vestir, ni previene enfermedades. Es decir, el dinero en sí mismo carece de valor intrínseco. El costo de fabricación de un billete o moneda es inferior a la denominación del mismo.
Sucede que el dinero surge como una herramienta de intercambio. Funciona como una promesa. La promesa de que, a cambio de tu trabajo, en algún momento en el futuro tú podrás reclamar algún producto o servicio.
De ese modo puedo almacenar “promesas” que he recibido a cambio de mi trabajo o incluso, puedo apropiarme de “promesas” recibidas por otras personas.
A este concepto de promesas los economistas lo llaman “refugio de valor”. Es decir, el valor de mi trabajo queda “guardado” en el dinero de modo que puedo acumularlo o incluso tomar una fracción de ese trabajo e intercambiarlo.
El dinero es fraccionario. Digamos que yo paseo perros para poder vivir y necesito comprar un filete. Sería difícil establecer cuantos filetes equivalen al paseo de perros, además de que no podríamos comprar el filete a un carnicero que no tuviera perros.
Sin embargo, podemos establecer que pasear un perro es igual a 100 monedas y que un bistec es igual a 50 monedas. Por ende, podría adquirir uno y guardar el equivalente a la mitad de mi trabajo para otra cosa.
Por otro lado, sucede una cosa curiosa. A pesar de que puedo guardar el dinero e irlo acumulando, es decir ahorrando, el dinero padece de una enfermedad llamada “pérdida de valor”. Es como la osteoporosis, va desgastándolo sin que lo notemos hasta que se rompe; y también afecta a los bienes y servicios por las mismas causas.
En el caso del dinero a esta enfermedad la denominamos inflación o devaluación según sea el caso y para evitarla hay que mover el dinero.
Cuando hablamos de “mover el dinero” hablamos de dos cosas. Primero, el gasto. Hoy tengo 100 monedas que equivalen a 100 canicas, mañana valdrán 99, entonces lo gasto hoy y ya está. Tengo el valor intacto.
Otra opción es invertir. Invierto en algún bien muy demandado (es decir que todo mundo quiera adquirirlo) y lo vendo cuando lo necesite. Por ejemplo, tierra, inmuebles, metales o dinero extranjero.
También puedes invertir en un generador de dinero. Ósea, un negocio que aumentará el ingreso de tu capital, o como me gusta decirlo: un lugar donde la gente irá a dejarte sus promesas a cambio de algún servicio.
Hay otras opciones, como invertir en divisas, criptomonedas y seguros.
En conclusión: el dinero sirve para gastarse, pero cuando no es conveniente, hay que invertirlo. Guardarlo bajo el colchón como si te lo pudieras comer más adelante es una mala decisión.
* Originario de CdMx, con licenciaturas en Derecho y Ciencias de la Comunicación; diplomados en Administración, Finanzas, Derechos Humanos, entre otros; cuenta con autorización de la CNSF para dar asesoría en prevención financiera; ha realizado estudios en Historia y Religión; periodista en medios del centro y sur del estado; así como catedrático en nivel medio superior y superior. Contacto: https://tarjeta.id/brindis
Ixtaczoquitlán, Ver.- El ayuntamiento de Ixtaczoquitlán interpondrá una denuncia formal por los daños causados durante…
Elsbeth Lenz Alles Gute aus Deutschland Lector, lectora querida, como bien sabes, conozco un poco…
Arturo Reyes Isidoro En las elecciones de 2021 y de 2024, cuando Morena ganó en…
Xalapa, Ver.- La gobernadora Rocío Nahle anunció que garantizará el abasto de medicamentos oncológicos para…
Coatzacoalcos, Ver.- En sesión de Cabildo, el licenciado Roberto Pérez López rindió protesta como regidor…