“A nadie le importa el Congreso”, me dijo mi madre a la víspera de que la 66 legislatura sesionara en Coatzacoalcos.
Esto vino al caso porque le comenté que iba a ir a la sesión de la honorable soberanía en la que se entregó la medalla al mérito ecológico a un chingonazo que ha formado a estudiantes en materia ambiental en todos los niveles.
Entonces me comentó: “en estos días va a haber un evento muy importante en el teatro del Estado” y yo respondí suponiendo “debe ser la sesión del congreso”. A lo que me contestó lo ya señalado, pero con signos de exclamación.
Mi madre es mi prototipo de ciudadano común y corriente. La historia me ha llevado a concluir que, si a mi madre le gusta una novela, seguro le gusta a las otras señoras de la cuadra y que si hay un chisme sabroso, se juntarán al cotilleo. Entonces, si mi madre dice que a nadie le importa el Congreso lo tomo como una expresión confiable de la ciudadanía.
Con toda facilidad tenía más de 10 años que no asistía a una sesión. La última que recuerdo con lucidez escuché una magistral disertación del entonces diputado de Minatitlán, Flavio Ríos Alvarado, quien después fuera gobernador de Veracruz. Si estuviéramos en el medievo lo recordaríamos como Flavino “El Breve”, pero nadie lo recuerda. Bueno, si… se le menciona cuando se recuerda la épica huida de Javier Duarte. Porque hasta le prestó un helicóptero para escapar. Yo también me acuerdo de él cuando pusieron el retrato de Miguel Ángel Yunes en la sala de los gobernadores (ni me acuerdo si así se llama ese espacio). En ese momento el panista comentó: “no me pongan junto a esos ladrones”, refiriéndose a Duarte y Flavino.
Aunque pensándolo mejor, podríamos llamar a Yunes “Miguel el Breve” y a Ríos Alvarado “Flavino el Olvidado”. A Cuitláhuac ya le dicen “el intolerante” y a Duarte el “ladrón”.
Hablando de Cuitláhuac, cuando llegó a la sesión todo mundo le aplaudió de pie. Diputados y alcaldes sin distinción de partidos y demás invitados, pero a Isabel Inés Romero Cruz ni la pelaron.
¿Usted sabe quién es esa señora? Es la magistrada presidente del poder Judicial, quien en animo constitucional está a la par y merece el mismo trato que el titular del Ejecutivo… pero nadie se paró y mucho menos le aplaudieron.
Es más, ni un reportero se le acercó.
¿A nadie le importa el Congreso? Pues no, pero menos les importan los tribunales.
Estamos como las tribus… atados al culto de la personalidad que tantas revoluciones han tratado de sustituir por instituciones.
No es que sea malo o bueno en sí. Solo es la realidad y ante esa realidad las instituciones sobran.