“¿QUÉ REPRESENTA UN TRATADO INTERNACIONAL PARA UN PAÍS DEMOCRÁTICO? PRIMERA PARTE”
Por el Dr. Carlos Javier Verduzco Reina.
La definición más simple de un tratado internacional es que se trata de “un acuerdo internacional celebrado por escrito entre Estados y regido por el derecho internacional, ya consté en un instrumento único o en dos o más instrumentos conexos y cualquiera que sea su denominación particular”[1]. Esto, en términos coloquiales, significa que una nación soberana de manera libre y voluntaria celebra un acuerdo con otra nación que también se ostenta como libre y soberana respecto de algún tema que resulta de interés para ambos. Entonces, partimos de una idea inicial. Solamente puede suscribir un tratado internacional un país que puede decidir libremente su destino de acuerdo a sus intereses, sus prioridades y desde luego de la coincidencia que estas tengan con las de otra nación.
Este tipo de instrumentos recibe múltiples denominaciones, tales como convenios o acuerdos internacionales los que en esencia significan y representan el mismo efecto: establecer condiciones de trato diferenciado con la nación con la que se suscriben. México ha suscrito 1469 tratados internacionales de muy distintas materias, por ejemplo, responsabilidad penal, doble tributación, asistencia mutua, comercio internacional y desarrollo y, desde luego, derechos humanos en la más extensa interpretación del concepto. Es decir, la posibilidad de materias susceptibles para celebrar un Tratado Internacional es amplísima pues los intereses de una nación son también multifacéticos.
Después de la Segunda Guerra Mundial y particularmente a finales del siglo XX los tratados internacionales en materia comercial comenzaron a tener una importancia estratégica para el desarrollo de cualquier nación soberana. La razón es que se convirtieron en instrumentos naturales de impulso y desarrollo integral a partir del fenómeno de la globalización que fomentó, también hay que aceptarlo, la doctrina del neoliberalismo económico que en los años 1980 y siguientes impulsos el presidente Ronald Reagan en los Estados Unidos y la primera ministra Margaret Thatcher en la Gran Bretaña.
La política neoliberal aunada a la globalización generó un dilema coyuntural importantísimo; por una parte, preservar las tradiciones, las estructuras económicas locales, las formas tradicionales de producir, frente a un torbellino económico que tarde o temprano envolvería a las naciones menos desarrolladas en el problema de desregularizar sus esquemas jurídicos protectores y nacionalistas y abrirse a una economía integral en donde todos nos convertimos en actores de un amplísimo mercado en que la oferta y la demanda responde a fenómenos y a esquemas internacionales, de hecho ni siquiera regionales, en más de una ocasión trasnacionales y de efecto mundial.
México tardó mucho tiempo en integrarse a esquemas económicos internacionales. Baste decir que hasta 1986 nuestro país no participaba en esquema alguno que involucrara acuerdos internacionales de naturaleza económica. De ahí, que la entrada al GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio por sus siglas en inglés)[2] sea el primer paso para intentar involucrarnos en procesos económicos en que el intercambio de bienes y servicios no se reduce ni se limita al mercado nacional sino que se vuelve un mercado regional en el que cada país se convierte en un productor propio independiente pero integrado a una zona económica que al unirse representa un bloque más sólido y desde luego mas estable que lo que cada país en lo individual puede ofrecer.
Con este antecedente, en 1994 México suscribió su primer Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos y Canadá, conocido coloquialmente como TLCAN[3]. Lo hizo porque era imposible competir en mercados internacionales si no formábamos parte de un esquema de integración regional solida y de penetración mundial más amplia. Un ejemplo lo constituye la caída en los precios internacionales del maíz el que a inicios de la década de los ochenta pasó de más de 120 dólares por tonelada a 93.3 dólares en 1998 y que tuvo para México efectos devastadores.[4]
El resultado del TLCAN sin duda fue benéfico para México por lo menos en los primeros 10 o 15 años de su aplicación. Los datos duros macroeconómicos así lo demuestran. La economía creció 39.8% con nuestros socios comerciales y la industria manufacturera de México creció 43.2%, en los primeros 12 años de aplicación del tratado. Cifras de la propia secretaria de Economía revelan lo anterior y dejan ver que la decisión de haber suscrito aquel acuerdo comercial representó sin duda beneficios económicos muy importantes para ciertos rubros de la economía nacional.[5] Desde luego no todos los sectores económicos resultaron igualmente beneficiados ni crecieron en la misma proporción que el sector automotriz, por ejemplo. No obstante, habría que decir que esa falta de crecimiento económico no resultaba necesariamente imputable a las disposiciones contenidas en el tratado. De hecho, la responsabilidad de aprovechar estos beneficios, como en la mayoría de los procesos económicos, dependen de cada país y aun cuando existían capítulos que permitían una aplicación moderada para no afectar a la industria nacional mexicana, nuestro país no previó o generó las estructuras de modernización suficientes para poner a la economía nacional al nivel de nuestros socios comerciales del norte del hemisferio. Un ejemplo de ellos son los transportistas de carga que aun hoy no pueden ingresar a los Estados Unidos por no cumplir especificaciones propias de la legislación norteamericana. Ya no digamos a Canadá.
Sin embargo, y aun con los beneficios indudables que arrojó la suscripción de un acuerdo como este, sin antecedente o referencia previa en la historia de acuerdos comerciales internacionales, México se mantuvo a la saga en progreso interno y comenzó a perfilarse mas como un importador de un gran número de bienes producidos por nuestros socios comerciales particularmente los Estados Unidos de Norteamérica que como un exportador que aprovechara las desregulaciones arancelarias que arrojaba la celebración del TLCAN.
A la par tanto Estados Unidos como Canadá comenzaron a cuestionar el tratamiento que, particularmente en materia laboral se daba en México frente a las estructuras jurídicas, laborales y de seguridad social de los trabajadores norteamericanos y canadienses gozan. Así, y ya para el año de 2004 resultaba imprescindible revisar el tratado. La razón es que la economía en todo el mundo se había modificado. Las estructuras macroeconómicas resultaban distintas a las que habían servido como base y sustento del acuerdo inicial. La tecnología de punta había evolucionado vertiginosamente y un acuerdo celebrado a mediados de los años 90, ya no era un instrumento accesible a la entrada del siglo XXI.
Frente a este escenario, los esfuerzos de los tres países rondaron en inicio en formular ajustes a los acuerdos originales. Sin embargo, y al inicio de la gestión presidencial de Enrique Peña Nieto en México y el segundo periodo del presidente Barack Obama resulto impostergable iniciar negociaciones formales para la celebración de un nuevo acuerdo. Este nuevo tratado, conocido hoy como el T-MEC será el resultado de un proceso muy acucioso de negociación internacional que desde luego arroja un instrumento moderno, que incorpora una serie de condicionantes novedosos y que de manera muy clara condiciona decisiones de política interna al respeto de las disposiciones contenidas en el tratado.
Finalmente diríamos que el tema de la soberanía interna si bien queda intocado a la celebración del nuevo acuerdo, reviste la necesidad de formular un análisis particular y detallado del porque los tratados internacionales condicionan ciertas decisiones soberanas, sí, pero como es que estas nacen de la ponderación de un beneficio mayor en favor del país que lo suscribe y del momento en que se celebra.
En la próxima entrega comentaremos la estructura del T-MEC y con ella el origen de las consultas que han solicitado nuestros socios comerciales. Procedimiento que en el fondo nos coloca en una situación de potencial incumplimiento y consecuentemente de posibles efectos que en el caso particular de México tendrían un alto contenido económico.
FUENTES BIBLIOGRÁFICAS:
[1] Convención de Viena sobre el derecho de los tratados, Viena, 23 de mayo de 1969: https://www.oas.org/36ag/espanol/doc_referencia/convencion_viena.pdf
[2] Un análisis histórico interesante sobre las decisiones que el gobierno de México ponderó para su ingreso al GATT fueron expuestas de modo muy preciso en el artículo titulado “México y el GATT” publicado en la Revista Bancomext y cuyo contenido íntegro puede leerse en el siguiente enlace: http://revistas.bancomext.gob.mx/rce/magazines/301/10/RCE10.pdf
[3] El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) es un acuerdo global que establece las reglas para el comercio internacional y la inversión entre Canadá, Estados Unidos y México. Los principales objetivos del TLCAN son; eliminar los obstáculos al comercio y facilitar la circulación transfronteriza de bienes y servicios. El acuerdo es un documento que incluye ocho secciones, 22 capítulos y 2,000 páginas, se puede consultar en: http://www.sice.oas.org/trade/nafta_s/indice1.asp
[4] Para mejor comprensión del entorno económico latinoamericano en los años 80´s se recomienda la lectura del texto titulado “EL TRATADO DE LIBRE COMERCIO DE NORTEAMÉRICA Y EL DESEMPEÑO DE LA ECONOMÍA EN MÉXICO” elaborado por el consultor Enrique Dussel Peters que puede ser consultado en el siguiente enlace: https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/25453/LCmexL431_es.pdf?sequence=1&isAllowed=y
[5] http://www.2006-2012.economia.gob.mx/eventos-noticias/sala-de-prensa/comunicados/5858-con-el-tlcan-en-12-anos-se-triplico-el-comercio-entre-mexico-estados-unidos-y-canada