*Murió Vicente Fernández, la leyenda de la música ranchera. Televisa le dedicó el día, lo asombroso es que llamaron a Joaquín López Dóriga, a cubrir ese evento, como lo hacía el gran Jacobo Zabludovsky, en los tiempos de cuando sucedía una nota de importancia. ¿Será el regreso del famoso Teacher? O solo cubrió la cancha. Descanse en paz, Vicente. Camelot
Gilberto Haaz Diez
LOS 47 AÑOS DE NOTIVER
Cada 12 de diciembre, Día Guadalupano, la flota de NOTIVER está de fiesta, es su cumpleaños. Ahora andan ya en los 47 y nada falta para llegar a los 50. El medio más informado y crítico de los gobiernos y de las realidades veracruzanas y del país. NOTIVER ha sido un verdadero faro de informar. Ha pasado desventuras y ha vivido grandes días, cuando el lector se ve complacido por la información. Por esa redacción y por esas páginas, muchísimos columnistas y reporteros y fotógrafos, han dado buena parte de su vida. Se hará un homenaje a todos aquellos que ya no están, que han perdido la vida y que en esas páginas se les sigue recordando. Diario que vive para sus lectores. Diario que ha servido para que cientos de vendedores y repartidores se hagan de los recursos económicos para sobrevivir, en un México muy difícil. Cuántas madres y padres no les dieron carrera a sus hijos, vendiendo los periódicos desde la madrugada y hasta que los terminan. Por eso los dueños, la familia de Alfonso Salces Fernández, la familia Salces Ramírez, lo primero que hacen ese día es un sorteo de regalos de enseres para ellos, una convivencia dedicada a esa gente, a esos repartidores y repartidoras que, desde la madrugada están con los diarios bajo el brazo o arriba de una bicicleta. Qué la Virgen de Guadalupe los siga cuidando. Larga vida a NOTIVER, y que viva mil años mas
EL LIBRO DEL DEICIDIO
Suelo caminar todas las tardes mis 4 kilómetros, llueva o truene, por andar bien de salud y porque mi pariente, el doctor Esquivel, un querido sobrino, siempre me dice: ‘Camina, tío, eso ayuda’. Eso hago, aunque siempre me acuerdo del gran Nobel José Saramago, que decía del ejercicio: “Todo el mundo me dice que tengo que hacer ejercicio, que es bueno para mi salud. Pero nunca he oído a nadie decirle a un deportista: Tienes que leer”. Las tardes orizabeñas suelen ser, como dicen los poetas, tardes de consuelo y reflexión. Esta es una ciudad que, en un día, puede tener todas las estaciones, que no las del ferrocarril, porque esa se la apropió la empresa concesionada y cerraron el acceso a su vieja terminal de trenes, gachos, la gente no puede volver a verla y es una bella terminal ferroviaria, y digo todas las estaciones porque por la mañana llueve o sale la neblina, al mediodía el sol aprieta y por la noche un frio rico. Y si algo faltara, por la mañana podemos ver el esplendor del Pico de Orizaba. Ayer merodeé por la plaza Valle, caminaba entre las tiendas con gusto, porque la economía sigue mejorando, aunque a AMLO la inflación ya lo alcanzó y todo ha subido. Entré a la tienda Sanborns de Slim y me puse a revisar los libros. Al fondo, entre los estrenos vi uno que mi hermano Enrique había comentado de él. Era un libro desaparecido de las editoras y de las estanterías. De esos difíciles de encontrar. Le llamé por teléfono por si no lo había comprado y terminé por comprarlo, para llevárselo al puerto en mi próximo viaje. El libro es de Mario Vargas Llosa, se llama ‘Historia de un deicidio’. Y fui por la palabrita a Wikipedia. ¿Qué demonios es deicidio?, me preguntaba. ‘Deicidio (del latín deicīda) es una expresión que hace referencia al acto de matar a un dios o una divinidad. Generalmente se ha empleado para referirse a los que dieron muerte a Jesús de Nazaret, el cual, según el dogma cristiano de la Trinidad, es hombre y Dios simultáneamente’. Y Vargas Llosa lo nombró así porque, asegura, ‘Cada novela es un deicidio secreto, un asesinato simbólico de la realidad’. Quizá era un libro desaparecido porque Vargas Llosa se lo dedica todo y escribe del gran Gabriel García Márquez, antes que tuvieran aquella pelea cuando Vargas Llosa, como el Canelo Álvarez, llegó a meterle un descontón al gran Gabo. Historia muy conocida por medio mundo. Lo que originó que jamás volvieran a reunirse ni a verse, ni siquiera en la muerte de uno de ellos. Un libro publicado a comienzas de los setenta y desaparecido de las librerías desde hace muchos años, ensayo que le valió a Vargas Llosa en 1971 el título de doctor por la Universidad Complutense de Madrid. A leerlo, pues. La admiración del Nobel peruano por García Márquez y su novela Cien años de soledad.