Gilberto Haaz Diez, columnista de Veracruz

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Gilberto Haaz Diez

Lucha Entre Hermanos: Un Reflejo de México

En el Museo del Prado en Madrid, un famoso cuadro de Francisco Goya, «Duelo a Garrotazos», ilustra a dos hombres peleando, enterrados hasta las rodillas, con garrotes como armas, en un paisaje desolado. Esta obra se convirtió en un símbolo de la lucha fratricida en España, reflejando la violencia y el conflicto de la época, cuando la sociedad estaba dividida por ideologías como el liberalismo y el absolutismo.

Hoy, México parece vivir una situación similar. Desde hace algún tiempo, un hombre utilizó el púlpito de las mañaneras para proyectar odio y venganzas hacia sus contrarios, sumergiendo al país entre «chairos» y «neoliberales», entre «los buenos» y «los malos», sin claridad sobre quién es quién. Durante casi seis años, escuchamos un sinfín de soflamas incendiarias dirigidas a enemigos políticos, no adversarios. Era un frente de guerra abierto donde, desde el poder del Estado, se arrasaba con todo, marcando la agenda diaria.

Se creyó que con su salida a un «exilio» discreto, la situación terminaría, pero su sucesora, la presidenta Sheinbaum, aunque con menor intensidad, también aviva el fuego. Mientras tanto, en la vida cotidiana, nos acostumbramos a ver escenas de justicia por propia mano, como la quema de la casa de agresores de un vendedor de frutas en Tehuacán, o una abuelita que, a balazos, defiende sus tierras de invasores ante la inacción de la autoridad. Como bien señala Jorge G. Castañeda: «Los barcos se estrellan con los puentes, los altos funcionarios son ejecutados en las calles de la capital, el gobierno se encuentra desbrujulado, y el vecino se vuelve cada día más nervioso y agresivo».

Ejemplos abundan, desde riñas entre policías y civiles hasta la humillación y aniquilación de la población por grupos delictivos. Algo o alguien debe detenernos. No es posible que se tomen vidas por propia mano. En el cuartel general de Trump hay una alerta, y Marco Rubio ha anunciado que viene a México, ofreciendo «ayudar a poner orden», una oferta que aquí se niega por la cuestión de la soberanía.

La realidad mexicana se asemeja a la historia de la «Casa Dividida» de Abraham Lincoln, quien en 1858 pronunció su célebre frase: «una casa dividida contra sí misma no puede perdurar». Lincoln usó esta analogía para describir a Estados Unidos, dividido por la esclavitud. «No espero que la Unión se disuelva, no espero que la casa se derrumbe, pero sí espero que deje de estar dividida. Será todo una cosa o todo otra». Así nos encontramos en México.

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