Gilberto Haaz Diez, columnista de Veracruz

Acertijos

Gilberto Haaz Opinión
LA PROSPERIDAD DE LAS CIUDADES. Camelot 
Gilberto Haaz Diez
RUMBO A MONTERREY
Cuando se suele levantar a las 4 de la madrugada, hora de lechero, y tomar temprano la carretera horrible de Capufe, rumbo al aeropuerto Heriberto Jara de Veracruz, uno tiene que venir apretando aquellito, porque en primer lugar es muy tempano, y para cuando uno llega a esa hora sin sobresalto, pues no hay más incidente que el ver el amanecer del gran sol veracruzano, que seguro ese día llegará a los 32 grados en la sombra. Días calurosos para nuestro puerto. El aeropuerto Jara tenía programados tres vuelos, uno a México, el otro a Guadalajara y en el que me trepo a Monterrey, la tierra de los grandes industriales capitalistas, la zona del norte que tiene más ricos empresarios per capita que ningún otro lugar en México, tierra ejemplar de grandes empresarios, quienes al amparo de don Eugenio Garza Sada, el gran fundador de la Cervecería Cuauhtémoc y muchas cosas más, entre ellas, el Tec de Monterrey, bancos, cementeras, cigarreras,  lograron la grandeza del norte y hoy son lo que son gracias a la entereza de ese hombre visionario que, en el tiempo comunista de Luis Echeverría, sufrió un asalto cuando viajaba con su chofer, en 1973, al resistirse un comando de la Liga 23 de Septiembre le disparó y ejecutó, entre ellos aquel hijo de Rosario Ibarra de Piedra, que ella lo buscaba por cielo mar y tierra y el fiscal de hierro, Javier Coello Trejo, aseguró en su libro de Memorias que fue Jesús Piedra Ibarra quien le mató impunemente a Don Eugenio, luego su comando se lo llevó y ellos mismos lo ejecutaron, y la hermana ahora en la CNDH goza de aquellos años de muerte en Monterrey. Pero esa es historia para otro relato.
EN EL VUELO
Tomamos el vuelo de Viva Aerobús, va lleno, sale puntual, como preguntan les digo que vengo a una visita médica programada, nada del otro mundo, aunque si pueden echen una rezada por mí. Despega el avión y en hora y 20 estamos en el aeropuerto de Monterrey. Me dice el chofer que nos recogió, que tienen tres o cuatro salas, nosotros llegamos a una muy pinchóna, antes tengo entendido se llamaba Marian Escobedo, y ahora el nombre no lo tiene y me acordé de Don Eugenio porque así debía llamarse este aeropuerto, aunque ahora es tiempo de izquierdistas, quien sabe si lo acepten. Tres vuelos al mismo tiempo es un quebranto para la de vuelos domésticos, la demora fue más de media hora, una sala muy amolada, deben tener las otras dos de carga y la internacional de primera, pero esta no está a la altura de Monterrey, muy bicicletera. Bueno, el de Veracruz le da veinte y las malas y se quedan con el cambio, Aguardamos, el chofer nos recoge puntual, lo envía la familia Rodríguez de Monterrey, familiares de Octavio Rodríguez Pasquel Bravo, un buen amigo orizabeño. Más tarde comeríamos en casa de su hijo Christian con su esposa Erika y su cuñada Bertha y sus hijos y por ahí vimos la debacle del Barcelona. Me va mostrando el chofer la autopista que a esa hora se va rápido, cruzamos donde están haciendo una nueva línea para el Metro, que calculan estará lista en el Mundial de 2026, pero la gente aquí lo duda. Falta mucha obra y poco tiempo. Veo el legendario Cerro de la Silla, icono de esta ciudad. Estoy escribiendo esto de carrerita y muy ajetreado, como su hubiera peleado con el Canelo, y aunque no me hubiera dado ningún golpe, con el solo brincar y huir como el coyón cubano, con eso se cansa. Hace calor de 32 grados. Mañana les cuento otro poco.
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