Y que vuelos de ángeles te acompañen cantando a tu final descanso.
Gilberto Haaz Diez
A LA MEMORIA DE FIDEL HERRERA BELTRAN
Podría escribir los versos más tristes esta noche, por parafrasear a Neruda. Al mediodía comenzaron las redes a encenderse, querido Fidel, cuando anunciaron tu muerte, una muerte que llega para al fin quitar los sufrimientos, cuando tu cuerpo se rendía, comencé a acordarme de las vivencias.
La primera fue la última vez que te visitamos en tu casa de Chapultepec en CDMX. Con el primer golpe de tu primera enfermedad, junto con el doctor Manuel Lila de Arce, un querido amigo que había sido tu secretario de Salud, platicamos un buen rato. Tu lucidez era al cien, tu forma de hablar y narrar los sucesos, denotaba que ibas en la recuperación por buen camino. Entonces llegó el segundo suceso y desde ese día perdimos total contacto contigo, ya no había más teléfonos ni llamadas y jamás volvimos a encontrarnos. Pero recuerdo muy bien en esa sala de tu casa, cuando nos despedimos que, intempestivamente, Manuel y Yo Mero volteamos a despedirnos con la mirada, y en la tuya sentí y noté que era una despedida para siempre, así fue, había tristeza cuando uno deja a un amigo convaleciente, en esa mirada nos dijimos adiós y valoramos nuestra amistad, que databa desde los años 70s, cuando un día decidiste ser político y buscar el camino que te llevó a la gubernatura. Así recuerdo esa escena del adiós al amigo, es difícil despedirse, y el que no lo crea, dile que se despida.
Buen viaje a la eternidad. Queda tu legado de gobernador muy humano, queda el cariño y amor a tu esposa, con quien seguro ya te reencontraste en el cielo, queda la herencia a los hijos y los nietos, de un padre que honró a su familia. Seguro que estuviste contento, a tu muerte, de saber y conocer que muchísimos amigos tuyos y gente del pueblo se condolieron de tu partida, los curas orizabeños, todos, que eran tus amigos, rezaron por ti. Vivirás en el recuerdo de muchos veracruzanos, a quienes tendiste la mano.
Te despido con un poema de Elizabeth Fraye:
“No te pares en mi tumba a llorar. No estoy ahí. Yo no duermo. Soy los mil vientos que soplan. Soy los destellos de diamante en la nieve. Soy la luz del sol sobre el maduro grano. Soy la suave lluvia de otoño cuando despiertes en la mañana silenciosa. Soy la rápida y estimulante carrera de tranquilos pájaros que vuelan en círculos. Soy las estrellas suaves que brillan por la noche. No te pares en mi tumba a llorar. No estoy ahí. Yo no morí”.
Descansa en paz, querido Fidel, y que allá donde vas tengas buenos vientos, como los tuviste en vida.