Siempre se regresa a casa, por más lejos que andes. Camelot.
Gilberto Haaz Diez
ENRUTADO A MI ALDEA
Escrito en el vuelo Madrid-México, a 32 mil pies de altura.
6:30 se la madrugada, hora de lechero, el despertador suena y hay que pelar bien los ojos para de carrera darse un duchazo, diría un español, o un regaderazo, diría un cuenqueño. Llega el joven que baja las maletas, el taxi espera a la puerta, una vagoneta alquilada para cuatro personas, más cómoda porque en los taxis pocos caben. 33 euros es la tarifa que les ha asignado la Comunidad de Madrid a los taxis, los privados cobran el doble, lo que marque la tarifa. Es mujer la chofer, nos enruta hacia el Adolfo Suárez-Barajas-Madrid, un espectacular y buen aeropuerto, que es el cuarto de Europa en movimientos de pasajeros. Orgullo de los españoles. A esa hora de la madrugada, 6 de la mañana, las chicas de Aeroméxico comienzan a etiquetar pasajeros, pedimos conexión directa a Veracruz y allí deben llegar las maletas, esquema que implementó el presidente Felipe Calderón, porque bajar en México para pasar migración y luego volver a trepar para conexiones, era una cosa pesada y terrible y todo lo querían centralizar en la capital. Entramos a la Sala Vip, por un café mañanero y un jugo y esperar, porque arriba del avión enseguida dan el desayuno, o huevos o hotcakes, Llaman al vuelo, Aeroméxico acaba de ganar ser la línea aérea más puntual del mundo, para orgullo nuestro. Tomamos nuestros asientos, comienzan a abordar, el piloto da las indicaciones a los pasajeros, volaremos a 36 mil pies, habrá poca turbulencia, es un vuelo de 11 horas y 11 minutos, dice. Las aeromozas dan las indicaciones, que si se despresuriza usar la máscara, etc. Pocos prestan atención a este ritual necesario, obligado e importante. Carretea y despegamos, tiene este aeropuerto unas pistas perronas y extraordinarias, cuando sales o llegas al de México, que aquel tonto no quiso poner el nuevo, parece que vas en la mugre autopista de Capufe a Veracruz, llena de baches y brincos como camino rural veracruzano, aquí no, en la de Madrid te deslizas suavecito, como canción que estuvo de moda.
DESPEGA Y AL CAMINO DE LOS AIRES
Despega sin sobresaltos, toma el aire hacia la salida hacia Portugal, llevan en su PGS las rutas, porque en el aire también hay autopistas del cielo, hacia al Atlántico, a la hora ya volamos sobre el mar, alineados para quebrar por Nueva York, donde ayer mismo un helicóptero cayó al Hudson matando a los cinco pasajeros, doblaremos hacia Miami y luego entrar a México para llegar a eso de las 12:30, a una velocidad de 935 kilómetro en las nubes. Una noche antes me despedí de Pedro, el concierge del Liabeny, un buen amigo de los mexicanos al grito de ahí te voy, Madrid. Intentamos por segunda ocasión echar un taco con el Takero del Ferrari, de quien he platicado que es un éxito total sus tacos de todos tipos, desde el pastor hasta otros, la cola es gigantesca, hay más cola que en elección reñida en México, solo ponen los tacos parte de la tarde-noche, el día que abra desde las mañanas, como en Veracruz, sabrá lo que es facturar triple. Un euro cada taco, 25 pesotes. Imposible entrar, optamos por uno de pizas al lado, que las hace como si fueran hechas en el Trastevere de Roma. Se lo dije al pizero y sonrió, como si estuviera en Orizaba. Había que preparar la salida y en la mañana la taxista nos llevaba por Cibeles y la Puerta de Alcalá, miralá, miralá, miralá, las luces se habían apagado y esperaban la luz del día. Suelen a las 6 apagar automáticamente las luces de todos los bellos edificios, allí en Cibeles, donde el Real Madrid celebra su triunfos, cuando es campeón, y ahora anda apretando aquellito, porque llega al Bernabéu con una desventaja de 0-3, sin embargo, la afición comenzó a inundar las redes con datos de que, ya lo han logrado en otros juegos, remontar esos marcadores adversos. Veremos, dijo un ciego.