Cuando las ley llega. Camelot
Gilberto Haaz Diez
LOS FAMOSOS 29
Parecería un acto similar a una cuerda de reos, como se ve en las películas gringas. El avión mexicano despegó rumbo a Nueva York, donde dejaría a esos ilustres delincuentes, entre ellos Rafael Caro Quintero, joya de la corona, el narcotraficante más solicitado y pedido por los americanos y jamás se los habían enviado. Hasta que llegó Trump dando manotazos por todos lados, y está logrando lo que en el tiempo de Biden de los abrazos y no balazos de Ya Saben Quién, la maluria era intocable.
Fue un abril de 1985, cuando Jacobo Zabludovsky, al frente del noticiero 24 horas, daba la noticia de la detención en Costa Rica. La primera vez, la otra fue en México.
Siempre lo pidió la DEA, lo acusaron yo van a acusar del crimen de Enrique Kiki Camarena, un agente der la DEA, torturado hasta causarle la muerte, cuyo cuerpo fue tirado en un pastizal. Desde aquel tiempo muchos políticos no pudieron dormir, o dormir mal, entre ellos Manuel Bartlett, a quien señalaron de formar parte del grupo de interrogadores, y es el día que Bartlett no se puede parar en un aeropuerto americano, porque lo apañan.
Caro Quintero tenía un rancho, el Búfalo, lleno y sembrado de mariguana, que era la droga que se exportaba. Ese rancho fue confiscado y de allí el enojo del criminal sobre Camarena, a quien levantaron y torturaron y un doctor de apellido Humberto Álvarez Machain, vinieron por él como se llevaron ahora al Mayo Zambada, pero un juez americano lo soltó.
Camarena fue secuestrado en Guadalajara y encerrado en una casa, cuya propiedad se atribuyó al cuñado del expresidente Luis Echeverría, Rubén Zuno. Zuno murió en cárcel americana, por ese delito.
La CIA en sus paneles de caídos en Langley, Virginia, tiene una pared con los nombres de todos los muertos en el deber, entre ellos Enrique Kiki Camarena.
Fue un grito y reclamo de la DEA el que lo llevaran a Estados Unidos, para allá juzgarlo y encarcelarlo, pero por angas o mangas el gobierno de México no accedía.
Hasta que llegó un hombre golpeando los escritorios y exigiendo justicia.
Hicieron la operatividad como en los tiempos de Felipe Calderón, en aquellos años los detenían y enseguida los trepaban a un avión. Para evitar amparos y esas cosas de las leyes.
Ayer fue igual, los mismos abogados de los narcotraficantes no sabían el destino de sus defendidos, según comentaban en los noticieros mañaneros.
Corría el rumor que iban volando. Poco más tarde resultó cierto. Abrieron las puertas a 29 de ellos y a Estados Unidos.
Lo que ocurre es que en las cárceles mexicanas no solo siguen mandando en sus grupos malosos, viven como reyes dentro de ellas y por eso nadie quiere ser extraditado, allá te encierran en un cuarto de 2 x 2 y a veces ni el sol te dejan ver.
Eso se les acabó. Otro temor es que como Trump anda enojado, les apliquen la Pena de Muerte, aunque eso demora por los años en que se la llevan en amparos y revisiones, algunos tienen gran edad, como Caro Quintero, que llega enfermo pero a sus 72 años se ve muy agobiado por la enfermedad.
Muchos libros y muchas historias se escribieron de Rafael Caro Quintero, muchos corridos y muchas páginas escritas. Hoy llega a su fin. Entregado en Nueva York a los sheriffes americanos del FBI y DEA, esa organización tuiteo que se hizo justicia.
Más tarde apareció en las redes una imagen histórica que cierra el ciclo Caro-Camarena, el hijo de Camarena es ahora un respetable juez americano, y entregó a un Marshall las esposas de su padre, que las tenían guardadas desde su muerte, para cuando llegara el momento de ponérselas. 40 años después.
La justicia a veces tarda, pero llega.