¿Acaso no sientes que el día ya vale la pena una vez que has visto el amanecer? Camelot.
Gilberto Haaz Diez
AMANECE MAS TEMPRANO
Suelo levantarme temprano. Así lo hice el primer día del año. Caminé por el centro orizabeño. Buscaba un lugar abierto para el primer café, casi todos estaban cerrados por donde suelo deambular. Caminé y retraté viejos y bellos edificios coloniales, entre ellos Romanchu, capté también el de Labardini y el edificio que un día allí estuvo la tienda Galerías Fénix, de don Juan Diez Alonso, un hombre que llegó de su tierra española para hacer la América, que aquí fue la Orizaba, padre del actual alcalde y el primer edificio que tuvo elevador y escaleras eléctricas para el público comprador. Al tiempo, ahora lo tiene en arrendamiento la tienda prestigiada Coppel, y es todo un éxito. Seguí buscando y encontré una fonda abierta en el Mercado de las Flores. Vi las memelas y las picadas y me comí una de frijoles y chicharrón, preparadas por un par de señoras atentas, el lugar se llama Cocina económica Ramírez, comí y tomé mi primer café de olla de 2025. Luego en la calle Colón encontré un sitio muy visitado por los exiliados, El Quintal, allí hice mi segunda parada y tomé mi segundo café, en lo que daba la hora de llegar a mi oficina y teclear las primeras notas del año, porque, dicen, si uno comienza chambeando, chambeando encontrarás tu sino y destino. Era el día que murieron dos personajes, uno que había sido una gente de las confianzas y gran colaborador de Felipe Amadeo Flores Espinosa, el CP Mario Tejeda Tejeda, puse su esquela para brincar a Leo Dan, quien a sus 82 años dejaba este mundo, y La niña estaba triste, qué tiene la niña, se escucharía en Tik Tok a todas horas. Descansen en paz. Ahora se está muriendo gente que antes no se moría, diría el gran Gabriel García Márquez, y para nosotros, que ya rebasamos los 70s, eso apanica. Pero recordé como dijo Enrique Guzmán en uno de sus shows: “Para allá vamos todos, nomás no empujen”.
EL NUDO GORDIANO (Irene Vallejo)
Así lo entendieron los griegos de la Antigüedad y así lo contaron en una célebre anécdota sobre Alejandro Magno. En su ruta de victorias y conquistas orientales, a Alejandro le llegaron noticias de una leyenda local que hablaba sobre un carro de cientos de años de antigüedad conservado en la ciudad de Gordio, cerca de la actual Ankara. El yugo estaba atado con un nudo que nadie había sido capaz de deshacer. Estaba vaticinado que quien soltase el nudo gobernaría toda Asia. Se apoderó de Alejandro el deseo de probarse ante ese desafío. El nudo era de hilachas de corteza vegetal, y parecía no tener principio ni fin. Ante la mirada expectante de sus soldados, Alejandro tiró de las hebras e intentó aflojar las lazadas, pero el nudo seguía obstinadamente apretado. Temiendo una humillación que podría influir en el ánimo del ejército, Alejandro perdió la paciencia, desenvainó la espada y partió el nudo en dos, afirmando que ya estaba desatado. En los años siguientes, Alejandro conquistó un gran imperio asiático, pero murió sin tener apenas tiempo de gobernarlo. El territorio se fraccionó, desgarrado por la lucha entre los generales que aspiraban a ser sus sucesores. La leyenda del nudo gordiano cuestiona nuestra tendencia a creer que, frente a la maraña de las dificultades, dar un tajo puede ser un atajo.