De Vince Lombardi: “Nada iguala al triunfo”. Camelot.
Gilberto Haaz Diez
ESE GRAN NIDO DEL AGUILA
Medio país se cimbró y estremeció cuando sus águilas del América se levantaron con el triunfo. No iban de favoritos, porque jugaban en casa ajena. Y quiso, para buena providencia, que esta vez no hubiera penal, porque siempre aducen que al América los árbitros le ayudan con un penalti. Se levantaron con el triunfo y un tricampeonato y aquello fue una locura en medio país, al América lo odian o lo quieren, aquí en la Orizaba de las altas montañas, un pueblo que sonríe, la peatonal calle Madero fue tomada por las huestes vikingas de americanistas, como cuando Villa tomó Torreón (Oye tú, Francisco Villa ¿Qué dice tu corazón?) Monterrey es la plantilla más cara, pero no tiene televisora. En los palcos acechaban dos figuras, una era Checo Pérez, que llegó a apoyar a su América, el otro era el dueño, Emilio Azcárraga Jean que superaba ya por unos cuantos torneos los títulos de su padre, desde aquellos tiempos que un día El Tigre llegó con el primer Azcárraga a enseñarle la gran obra del Estadio Azteca del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, y el padre, con ese ímpetu de mandón y poderoso, le dijo que estaba loco, un estadio con casi cien mil espectadores, estaba loco le gritaba. No estuvo loco, el Tigre junto a Don Cañedo (Guillermo), como le decía el brasileño Joao Havelange, presidente de FIFA, lograron esa belleza de estadio y va a ser el único en el mundo de albergar a tres campeonatos Mundiales, como el que viene próximamente. Cuando el triunfo se dio, la televisora rival, porque ahora ya se pusieron de acuerdo y Televisa y TV Azteca transmiten el mismo juego con diferentes comentaristas, la televisora rival afocó al palco, donde Emilio abrazaba a su esposa y sus hijos. Lleno de alegría que contagiaba. Un día después hizo lo que muchas veces no había hecho, a excepción de aquella ocasión cuando venció al Cruz Azul y bajó a la cancha sin camiseta, como un hooligan más en ese estadio y celebró aquel memorable triunfo. Ahora Azcárraga Jean se fue a las televisoras a ser escuchado, con algunos habló por teléfono, como lo hizo con Ciro Gómez Leyva, con otros, como el suyo, David Faitelson, llegó en vivo al estudio de TUDN y allí habló de los planes de ir por el cuarto título consecutivo, cosa que nadie ha logrado, ni siquiera un tercero, que ya lo tiene en la buchaca. Medio país celebró, como lo hicieron en el Ángel de la Independencia, así fue esa final de liguilla, que fue furris y mediocre, pero que en sus tres últimos juegos valió la pena el boleto, como dicen los clásicos. Larga vida al América, grita un americanista.