De las magias de los circos de pueblo al gran Del Sol. Camelot.
Gilberto Haaz Diez
EL CIRQUE DU SOLEIL.
Es el espectáculo más grandioso que se pueda ver de bajo de una carpa. Presumo. Hace algún tiempo vi uno de ellos llamado Mystere, en Las Vegas, Nevada, en el hotel Treasuare Island (también hay otro denominado O, en el Bellagio) y es lo máximo. Fundado en Montreal en 1984, llegó a Barcelona y se trasladó a Madrid (En México hay otro, Alegría, en la carpa de Santa Fe, si pueden vayan) Como el boletaje estaba agotado, necesité de 5 días y sus noches para comprar uno en la sección del Corte Inglés, donde reservan boletos para espectáculos, remataron con los chavos de Operación Triunfo. El Circo del Sol llegó a Madrid y fue tanto el éxito que ampliaron fechas para que la paisanada pudiera maravillarse y gritar a todo pulmón: “Joder ¿Qué ostia es esto?”. Se llama Saltimbanco, antigua palabra italiana que significa artista callejero y es una de las 5 producciones de esta factoría de Montreal, (Quebec) que lleva diez años presentándose por el mundo y donde lo han visto cerca de 5.5 millones de espectadores. Son 53 artistas los que engalanan esta producción que se presenta en Fuente Carrantona, adonde llego en Metro loco de contento (que seguro es el Metro de Madrid) Abre función un niño de seis años que imita a sus mayores con juegos malabares, pelotas y filigranas de los equilibristas. Te sumerges en un viaje iniciático y delirante a través de diez sorprendentes números: Adagio, en el que el niño que representa al payaso en miniatura se transforma a lo largo del espectáculo en una serie de personajes, según va explotando su identidad. Una alegoría a los rascacielos de Nueva York (lástima por las Torres Gemelas) En los que 20 acróbatas que intervienen en el saltan y vuelan por el aire con asombrosa agilidad, fuerza y velocidad, el Columpio Ruso, donde la energía de estos malabaristas los lanzan hasta diez metros de altura para realizan piruetas y caer de pie, como los mismísimos gatos. No les cuento más para no antojarlos, si pueden vayan al de México. El precio aquí en Madrid es desde 25 hasta 60 euros. A la salida, un 90% de espectadores abordamos el Metro, se dejan ver policías que redoblan la vigilancia. Lo mismo familias con señoras de abrigos lujosos, que cualquier gachupa de clase media y dos mexicanos deambulando por allí. Aquí todos se mezclan, no es necesario aplicar la frase de John Lennon, cuando un día en un concierto de The Beatles, ante la reina madre y la hija, cuando vivía, soltó aquello de: “Los de palcos, agiten sus joyas, los demás, los de atrás, solo aplaudan”.