Tlatelolco, un antes y un después del 68. Camelot.
Gilberto Haaz Diez
AQUEL 2 DE OCTUBRE QUE NO SE OLVIDA
Muchos de los ahora lectores eran jóvenes o no habían nacido en aquel 1968, año que operó, decían los conocedores, un parteaguas en el México que se quería transformar. Han transcurrido 56 años de esos hechos que enlutaron a un país y nos pusieron en el mapa del mundo, porque, entre otras cosas, México era sede de los Juegos Olímpicos y estaba en la presidencia un hombre duro, ese mismo que, años después, dijo al periodista Ravelo, en la Torre de Tlatelolco, cerca de donde fue la matanza, cuando fue designado Embajador en España, le dijo al periodista: “Muchachito, si de algo estoy orgulloso es de 1968, y si no han sido por esos momentos, usted no estuviera aquí haciendo esas preguntas”. Díaz Ordaz minimizó el caso, en sus Memorias exhibió no más de 30 o 40 muertos. Cuando la cifra oficial jamás se supo. Periodistas de todo el mundo, como la italiana Oriana Falacci, que fue herida en el tiroteo, cubrieron el evento y le dieron la vuelta al mundo a esa histórica acción cuando el Ejército disparó a los estudiantes. Vinieron años de revelaciones, el mismo general Marcelino García Barragán, jefe de las fuerzas armadas, reveló lo suyo años después al periodista Julio Scherer, en Proceso. Un libro que causó polémica fue el de Elena Poniatowska, La noche de Tlatelolco, guía para conocer qué fue lo que pasó en esa noche del tiroteo. Se tejieron muchas historias, unas verdaderas, otras descabelladas. Quién no nacía en ese entonces, pues nació un 25 de febrero de 1982 (45 años) era Omar García Harfuch, una gente que al lado de la presidenta Claudia Sheinbaum llega ahora con ella a comandar las fuerzas de seguridad en este México violento que dejó 195 mil muertos en el sexenio de AMLO. Menciono al secretario García Harfuch porque, entre otras cosas, es nieto de aquel general Marcelino García Barragán, del que se habló que en esos momentos que la patria se les iba de las manos, el embajador en Estados Unidos le ofreció, mediante un Golpe de Estado, tomar el poder del país y ordenar la situación. Marcelino lo sacó del despacho, diciéndole que no era traidor y si fiel a México y al presidente Díaz Ordaz. Claudia Sheinbaum como presidenta, en su primer día de Gobierno, se llamó “Heredera del 68”, y seguro rinde homenaje a los caídos y su secretaria de gobernación pedirá perdón a aquellas familias, como ya lo han pedido otras administraciones. Era un México de un solo hombre, controlados los tres poderes por el peso presidencial México vivió un parteaguas en ese 68. Sheinbaum: “Personalmente, para mí, es una obligación el día de hoy, he dicho en otras ocasiones que soy hija del 68, mi madre participó en ese movimiento estudiantil, era profesora del Instituto Politécnico Nacional, ella participó en todo el movimiento como profesora, ayudando a los estudiantes, después fue expulsada del Politécnico Nacional por haber participado”.