El Ajedrez moderno está demasiado preocupado con cosas como la estructura de Peones. Olvídenlo, el Jaque Mate termina la partida. Camelot.
Gilberto Haaz Diez
AQUELLA TERCERA GUERRA MUNDIAL
En tiempo de la Guerra Fría, hubo un momento que rusos y americanos riñeron cómo si estuvieran en Berlín. No fue allí. Fue en lo que se llamó el Match del siglo, aquel gran duelo de ajedrez entre Bobby Fischer y el ruso Boris Spasky. Si ustedes tienen hijos o sobrinos, háganlos que aprendan a jugar ajedrez, que lo entiendan y lo practiquen, aunque no lleguen a ser grandes, motiva el coco y el pensamiento y aguda la perspectiva. Yo Mero lo aprendí de joven gracias al maestro Hugo Barragán Ortiz, que en mi pueblo cuenqueño nos enseñó a jugarlo y algunas veces con Chicharito jugamos un match. Luego, llegando a Orizaba conocí a un casi Gran Maestro, Chuy Segovia, un querido amigo que se marchó muy joven, también aquí en el café Armando’s de la calle Madero lo practicábamos con un profesor que jugaba simultaneas con varios, y los derrotaba, hace poco lo encontré, aún sigue dando clases, aunque de momento olvido su nombre. El origen del ajedrez sigue siendo un misterio. Cuando se juega, si te jala, uno se dedica a comprar libros para ver variantes de salidas. Dicen los enterados que, después de la cuarta jugada, hay 400 millones de combinaciones, porque es infinito. Con peones, rey y reina, torres y caballos y alfiles uno se mete a ese tablero de 64 casillas y allí puedes estar horas pensando las jugadas, aunque en los torneos hay tiempo con reloj. Cuento un poco de esto, porque anoche, aburrido del culebrón de España con México y el de si vienes o no vienes, o el no te invito porque no le contestaste la carta a mi patrón, me fui al Roku y encontré una cinta de años atrás, aquel match entre Bobby Fischer vs Boris Spasky, en Reyjiavic, Islandia. Fue el Match del siglo y la partida que cambió la historia del ajedrez. Sucede que Bobby comenzaba a enloquecer y quiso demostrar ser el mejor del mundo, así llegó al campeonato, con sus jaladas de divo, logró que el mismo Henry Kissinger interviniera a nombre de Richard Nixon, para que fuera a defender los colores de la patria. Estados Unidos perdía en Vietnam y China y necesitaban un triunfo. Como si fuera final de Súper Bowl, mil millones vieron en el mundo ese juego. La tercera Guerra Mundial en un tablero de ajedrez. Nixon puso una TV en el despacho Oval. Nadie quería perderse ese duelo. Bobby Fischer lo ganó y regresó con los laureles de victoria, pero poco le duró el gusto, luego su país lo acusó y se convirtió en el ajedrecista que desafió dos imperios, los rusos y los americanos. Véanla, esta buena, se llama Pawn Sacrifice (La Jugada Maestra). Bobby Fischer se retrataba bien: “Soy un individuo detestable. Mis ideales son el Ajedrez y el dinero. Quiero ser riquísimo. Todos quieren serlo, pero ninguno lo dice. ¿Es pecado?”.