Acertijos

Gilberto Haaz Opinión

Acusa, que algo queda. Camelot.

Gilberto Haaz Diez

LAS REJAS NO MATAN

Algo habrán escuchado los candidatos donde ayer mismo, quien busca el senado de la República, por el PAN/PRD/PRI, Miguel Ángel Yunes Márquez, gritó a los cuatro vientos que el gobernador Cuitláhuac intenta meter a la cárcel a 8 opositores. Muy sospechosa medida, más cuando unos días antes el presidente AMLO pasó por Veracruz. En política lo que parece es, decía Jesús Reyes Heroles. Y como aquí el horno no ha estado para bollos, cuando en otros tiempos y casi por diversos motivos varios candidatos, entre ellos Tito Delfín Cano, cayeron a la cárcel con la finalidad de impedirle, como resultó al final, ser candidato del PAN estatal. Tito salió tan escamado, que no se volvió a saber de él. Injusticias como la cometida a Rogelio Franco Castán, otro preso político. De allí que Marko Cortés, presidente nacional del PAN haya llegado a arropar a su candidato Yunes Márquez y a todos los demás. Las batallas deben ganarse en la legalidad y en las urnas, pero cuando no se puede, como en las luchas libres hay que ganar con piquetes de ojos y patadas traseras. No necesitamos eso. Veracruz vive y quiere un cambio. Esperemos.

CANELO SIN BULTO

Dos sucesos llegaron este fin de semana, uno fue la pelea sabatina de Canelo Álvarez contra otro mexicano, que frutas vendía, Jaime Munguía. Un mexicano invicto en el boxeo, que, muchos decían, vencería al Canelo al que muchos, me incluyo, habíamos catalogado como un tongo, un hombre que boxea no en las puntas de los pies, sino con toda la planta, como un tronco. Pues resulta que Canelo, quitando los primeros tres rounds donde el retador lo sorprendió, se fue imponiendo poco a poco hasta llegar a convencer a todos que ganó como un verdadero campeón.

LA MUERTE DE MENOTTI

La otra noticia fue la lamentable muerte del Che Menotti. Una gente muy querida por los mexicanos, porque vino a cambiarle la mentalidad a la selección y de ratones nos hizo un poco más poderosos. Televisa no le aguantó el paso y lo despidió, pero Menotti dejó recuerdo imborrable. Leí a todos los que lo despidieron. Me gustó el responso de Jorge Valdano en el diario El País. Va:

“Cesar Luis Menotti fue un maestro que persiguió sus sueños hasta el último día. Incluso en estos tiempos en que a este don Quijote de la cancha no le quedaban ni molinos contra los que pelear, porque el fútbol argentino perdió el culto al estilo que le caracterizó durante mucho tiempo. Lo que no perdió es el espesor cultural, como demostró la Selección Argentina campeona en Qatar, última alegría que habrá enorgullecido a Menotti con todo derecho. Menotti definió, defendió y difundió “La Nuestra”, un estilo que nos expresaba desde una estética futbolística elegante y una cultura callejera y orgullosa. Defendía al jugador diferente, enseñaba el oficio y hasta una visión moral de la cosa. Me gusta pensar que Menotti dignificó con sus ideas lo que Maradona defendió con la pierna izquierda.

Su carrera futbolística la cerró en Brasil, donde pulió aún más su sensibilidad artística en los dos años que estuvo en el Santos de Pelé.

La personalidad entre bohemia e intelectual que lo acompañó siempre estaba construida por un gran amor a la música popular, una sensibilidad estética hacia todo y un fuerte compromiso con la política de izquierdas. Sus charlas tenían un aire intelectual que lo elevaba por encima de su ámbito y que mezclaba con giros callejeros que lo devolvían a la comunidad futbolística. Nunca supe cuál de las dos características contribuía más a su calidad de seductor. Pero por la fuerza de su carisma, la claridad de su discurso y la convicción con que defendía sus ideas provocaba un milagro de comunicación: escucharlo producía ganas de jugar al fútbol.

Con un trabajo riguroso, jugadores con buena técnica que respetaban nuestro tradicional estilo y un ritmo de juego alto que hacía al equipo competitivo al máximo nivel, conquistó el Mundial 78. Con los militares más sangrientos de la historia argentina en el poder, aquel triunfo aún permanece bajo sospecha por la dictadura. Un absurdo mayúsculo: jugaban muy bien, ganaron con justicia y pusieron al fútbol argentino en otra dimensión. Lo siguiente debería tener un reconocimiento tan grande como el título: dignificó como nadie y para siempre a la Selección Nacional. Desde el 78, la camiseta de la Selección Argentina alcanzó una dimensión sagrada y pesa el doble”.

Descanse en paz.

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