Acertijos

Gilberto Haaz Opinión

*“El olvido es la única venganza y el último perdón”, fue la frase de Jorge Luis Borges que Diana Laura Riojas Reyes dedicó a los agresores de Colosio Murrieta. Camelot

Gilberto Haaz Diez

AQUEL CRIMEN A COLOSIO

Como cuando aquel crimen a JFK, todos recordamos dónde estábamos cuando por la tarde se anunció que habían baleado a Luis Donaldo Colosio. Y Jacobo enseguida llegó a Televisa, en Chapultepec 18 a comandar desde el control de daños de la cabina, la información del periodista más escuchado en la televisión. Jacobo se puso sus audífonos y comenzó a comandar a su ejército de corresponsales, tuvo la suerte de que allá tenia a Talina Fernández, su reportera, que andaba pegada a la esposa de Colosio, Diana Laura Riojas, y, cuando el candidato estaba herido, en una escena similar a la película Parkland, que dirigió magistralmente Tom Hanks y narra los últimos momentos de JFK en ese hospital texano, y junto a los doctores intentaban revivirlo, una cinta que vale la pena ver. Así era aquella escena cuando en el hospital general de Tijuana, como en el texano Parkland (aquí Diana Laura y allá Jaqueline Kennedy), sufrían viendo a los doctores en el quirófano tratar de sacar las balas a sus maridos, algunas incrustadas en la cabeza. Jacobo le decía a Talina: “Entra, Talina, entra y habla con Diana Laura”. “No se puede, licenciado”, le decía angustiada la reportera.

Fueron aquellos tiempos que México vivió otra historia, la de los crímenes políticos, la de los ajustes de cuentas, las de un bárbaro como Mario Aburto, que ahora este gobierno, que no tiene qué hacer, quiere abrir como una investigación extra, cuando a ese caso le dieron la vuelta grandes juristas, cuatro fiscales y hasta La Paca, una vidente chafa.

LO QUE DEJO AQUELLA MUERTE

¿Qué dejó aquella muerte? Dejó desolación en la familia. Luto. Diana Laura murió a poco tiempo, porque un cáncer la devoraba y la iba a matar, los dos hijos pequeños, Mariana, de un año, y Luis Donaldo, de ocho años, fueron criados por una hermana de Diana Laura, Hilda Elisa, y Agustín Basave fue su mentor. Él era nuestro Kennedy, el hijo de JFK, el famoso John -John que años después trágicamente encontró la muerte en un avión que pilotaba.

Los hijos de Colosio se casaron, vivieron la angustia de crecer sin sus padres, con sus tíos y con mucha gente que los quería, que los veía como los huérfanos de México, hijos de una figura que creció a su muerte. Han pasado 29 años desde aquel tiempo que en Lomas Taurinas las balas hablaron al son de la música de La Culebra. Un crimen de Estado, le llamaron algunos.

La madre, Diana Laura, sabiendo que la muerte la alcanzaría ocho meses después, noviembre de 1994, aprovechó y viajó con sus hijos por buena parte del mundo, quizá para olvidar esa tragedia shakesperiana en que se convirtió su duelo. Ante el Papa Juan Pablo Segundo, en su residencia de Castelgandolfo, ella, arrodillada, lloró ante este Santo Hombre, y el Papa la tomó de los hombros y le dio el abrazo de la fraternidad, obsequiándole un rosario en la espera de que Dios tuviera al candidato a su lado. En Austria, donde Colosio estudió, intentaron fijar la Cátedra Luis Donaldo Colosio, luego se fue a España a ser recibida por los reyes, Juan Carlos y Doña Sofía y terminó en el Santuario de Lourdes, en Francia. Siempre orando por el bienestar de sus hijos.

Colosio hijo terminó la carrera de abogado en el Tec. de Monterrey, trabajó en un despacho de abogados de Agustín Basave, se casó y, pese a no querer participar en la política, el partido de Dante Delgado (MC) lo arropó y hoy es alcalde de Monterrey y fuerte candidato a la presidencia que su padre no pudo ocupar. Él se niega: “No es a mí a quien quieren, es por mi padre”, le jura a sus allegados. Lo mismo ocurría con el hijo del presidente Kennedy, sus amigos le pedían se lanzara a la política, para llegar a la Casa Blanca. Grandes similitudes políticas.

Ella, Mariana, no se acuerda de nada de aquel suceso, tenía un año cuando los acontecimientos, su vida ha sido discreta, estudio en el Tec. de Monterrey, no tiene redes sociales y conserva su vida muy en la privacidad.

Así los hijos de esa leyenda llamada Luis Donaldo Colosio.

Y en aquel tiempo de 1994, cuando los crímenes se sucedían, algunos recordamos aquella frase de la vieja canción de Bob Dylan: “Cuántas muertes más serán necesarias para darnos cuenta de que ya han sido demasiadas”.

Quizá, la respuesta está en el viento.

www.gilbertohaazdiez.com

 

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