Acertijos

Gilberto Haaz Opinión

*Lo dijo Churchill: “A los que solo conocen el lenguaje de la violencia hay que hablarles en su mismo idioma”. Camelot.

Gilberto Haaz Diez

LA CAIDA DE OVIDIO (O SU JUEVES NEGRO)

Eran las 10 de la mañana, presente lo tengo yo, cuando todas las alertas de los celulares y las redes se encendieron. Habían detenido a Ovidio Guzmán, hijo del Chapo, el mismo personaje maloso que una vez el presidente dio la orden, hace tres años, de que lo liberaran, porque iba a ser más el pago de muertos que su aprehensión.
Los gringos guardaron esa afrenta. 100 mil muertes por Fentanilo en Estados Unidos, es algo que no pueden cargar ni permitir.
Todo apuntaba a que, como no había información tempranera, las especulaciones brotaran: Que si fue la DEA que le dijo al gobierno mexicano, lo tenemos localizado, vas por él o entramos nosotros.
Coincidía que en unos días llegaba Papá Biden y era el regalo de reyes que AMLO le otorgaba, aunque el presidente en su mañanera dijo que no estaba enterado de la operación. Fue hasta la una de la tarde que el general secretario salió junto con el de Marina y la secretaria de Seguridad Ciudadana a dar un Parte de Guerra de cómo había sido su captura. Según esto hicieron en la madrugada un alto a varias pick ups blindadas y ahí iba el Chapito. Se cruzaron los balazos y dejaron los abrazos. Y lo detuvieron, según el general, porque ya tenían seis meses buscándolo.
Las televisoras comenzaron a lanzar la nota. Corría en el mundo, era nuestro futuro Pablo Escobar el tal Ovidio, heredero de las glorias malas de su padre, preso ahora en cárcel estadounidense.
Había toque de queda en Culiacán, la gente atemorizada se escondía en sus casas. Los criminales quemaban vehículos, se habla de 250 y hubo pocas bajas, porque al menos respetaron a la sociedad civil. Unos reporteros fueron despojados de sus autos y quemados. Era una quemazón en cada esquina, intentando lograr la liberación de Ovidio, como ya había ocurrido una vez.

RUMBO AL AEROPUERTO

La maluria enseguida entendió que a Ovidio lo sacarían por el aeropuerto, y para allá llegaron con sus armas de grueso calibre y a disparar a todo avión que se moviera, le tocó a uno de Aeroméxico y a tres aviones militares, los videos de la gente atrapada en el aborto del despegue, filmaban y lo daban a conocer en las televisoras. En la calle, por lo pronto, alguna gente se alegraba porque AMLO había comenzado a depositar la nueva pensión de 4,800 pesos bimestrales.
Cuando se vieron las primeras imágenes de Oviedo, subiendo al helicóptero, todo barbón, algunos tuiteros le pusieron Mario Aburto, era él, pero con barba. Habían demorado mucho para mostrarlo. Algunos expertos en seguridad, opinaban que debían extraditarlo de inmediato con Papá Biden, como una vez lo hizo Calderón con otro narco, que al detenerlo lo llevaron al aeropuerto y asunto arreglado.
Los negocios cerrados, algunos se quemaban, yo no sé qué traen contra los OXXOS que estos malditos los queman, fue me imagino cuando el presidente maldijo a esa cadena y de ahí se agarraron. El pueblo bueno, decía un tuitero, ‘queriendo meter un refri en un Atos’. Las calles lucían desiertas. Era un estado de guerra, los militares brillaban por su ausencia, quizá tuvieron la orden de no salir para no tener más enfrentamientos. Un alto mando cayó muerto en una emboscada, junto a sus escoltas.
El mundo veía asombrado el apocalipsis en Culiacán. Faltaban que llegaran los Marines, decía un adorador de estos militares de élite que dan su vida en Afganistán. La Casa Blanca seguía minuto a minuto los acontecimientos. Todas las glorias eran para Biden.
Con Pepe Cárdenas, el senador German Martínez entró al aire en el noticiero de las 6 y dijo que aplaudía la detención, que ya era tiempo ver al Ejército triunfador y no golpeado por las turbamultas y que no era de Biden la gloria, aunque criticó al gobierno de AMLO porque se prestó a ser el patio trasero de la humillación, de tener 30 mil pobres inmigrantes en nuestro suelo cada mes. Por la noche los noticieristas titulares llegaron, Ciro Gómez Leyva agradeció que resucitó, como Lázaro, después de la andanada de balazos que lo querían matar. Este es el fiel retrato de este país de abrazos y no balazos, que permitió que los grupos de delincuentes se apoderaran de las calles y de los gobiernos, para vivir lo que este jueves negro se vivió.
Por la noche, Ebrard anunció gozoso que Joe Biden si aterrizaría siempre en el AIFA Felipe Ángeles, quizá como premio de consolación a la captura de Ovidio Guzmán. Hay días así.

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