Acertijos

Gilberto Haaz Opinión

*De Marx: “Los hechos de la historia suelen suceder dos veces, una en serio y otra en caricatura”. Camelot. 

Gilberto Haaz Diez

LA CASETA NO SE VA 

El gobernador de Veracruz y su segundo de a bordo, llegaron a tierras de Ixtaczoquitlán, pegadito a Orizaba, a una de sus mesas de seguridad con alcaldes de la región, cuando los asaltos en la autopista a los camioneros y a civiles va en crescendo, aunque el segundo lo niegue. Entre otras cosas, unos empresarios le recordaron su promesa de campaña de retirar la mugre y demorada caseta de Capufe de Fortín, y el gobernador aseguró, como todos lo presentíamos, que no es cosa de él, es de la SCT y del mismo Capufe, que se manejan como si fueran Robinson Crusoe en una isla, es decir, solos y haciendo lo que les pega la gana. El lio les crece, porque no es solo la de Fortín, la de Cuitláhuac y Paso del Toro ya sufren atrasos, a Mi Mero me tocó estar una hora en Paso del Toro, la última vez que fui a Xalapa con el dentista de Hollywood, Francisco Javier. La de Fortín es la madre de todas las tortugas, las colas llegan hasta Buenavista. Dice un enterado que peligra muchísimo porque todos los camiones de doble remolque se quedan varados en el Puente de Metlac y tiene peligro que se fracture, por sus movimientos como de temblor, telúricos, pues. La de Fortín requiere 8 carriles de cada lado, ampliarla y dejar que fluya el tráfico. Más ahora que ayer mismo en el Congreso federal no metieron la minuta que promovió la diputada priísta veracruzana, Lorena Piñón, para que a los tráileres les prohíban traer doble caja, pues no solo son un peligro porque luego los frenos no les dan para detener semejante armatoste y chocan contra autos y cobradores de Capufe, a quienes algunos les ha costado la vida. Con el asunto de la caseta de Fortín, como lo aseguró el gobernador de Veracruz, que será hasta el próximo gobierno, uno solo le entona la rola de Mona Bell: ‘Ya lo sabía, ya lo sabía’.

12 DE OCTUBRE DIA DE LA RAZA 

Uno recuerda de chiquillo, en primaria, que cuando llegaba el Día del Soldado en las escuelas nos pedían que lleváramos un jabón o algún presente y ahí nos ponían a llevárselos a los cuarteles a los soldados mexicanos, sardos, se les llamaba, que no es otra cosa que, soldado sin rango, soldado raso. En fila los entregábamos y nos daban las gracias. Cuando terminaba ese periplo, como estaba cerca una cancha de basquetbol terrablanquense, nos poníamos a echar una cascarita haciéndole al Michael Jordan que todos llevamos dentro. Eran fechas simbólicas. Esa tradición creo que se terminó. Cuando los soldados comenzaron a salir a las calles, el tiempo que la delincuencia creció, los aplaudíamos cuando los veíamos pasar en sus unidades militares, lo digo yo mero que vivo cerca del cuartel orizabeño. Por eso la disputa de si deben andar en las calles o no, se fue hasta el Congreso mexicano. Creo que deben ser útiles, solo que los dejen hacer bien su trabajo y no permitan que sean vejados y corridos de comunidades. El otro día oficial festivo, era el 12 de octubre, Día de la Raza. Se daba el día feriado en muchos países, porque se celebraba cuando Cristóbal Colón llegó a América en el año 1492, presente lo tengo yo. Los tiempos han tirado a la basura todos esos días conmemorativos. Ahora Colón es apestado y sus estatuas, como la que por años estuvo en Reforma de CDMX, ya fue bajada por la 4T de la Claudia Sheinbaum y arrumbada por algún lado. Vino el esquema de odiar a aquellos que por una u otra razón algo aportaron. Lo mismo militares que combatientes de las guerras. En Estados Unidos acabaron con las de la Guerra de Secesión, desde la del presidente de los Confederados, Jefferson Davis, hasta la del derrotado combatiente, general Robert E. Lee. Los antirracistas en todo su esplendor. Alguien escribió sobre eso: “Puedes derribar todos los monumentos del mundo, pero eso no cambia necesariamente lo que ocurrió. Estamos obligados a aprender de ese pasado”. Toco el tema porque hoy es el 12 de octubre, el de las lunas más hermosas y las estatuas derribadas o arrinconadas como la muñeca fea de Cri Cri, escondida entre los rincones, temerosa que alguien la vea. Fue como el nombre de Hernán Cortés, que hay pocos lugares, Veracruz entre ellos, que su nombre engalana alguna calle. Aquí en Orizaba había una muy pequeña de Cristóbal Colón, pero su calle peatonal aún conserva ese nombre, cerca de la alameda orizabeña. Cosas del pasado.

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