*El Día de la Patria. Camelot.
Gilberto Haaz Diez
EL GRITO ORIZABEÑO
Desde hace 212 años, como lo hizo un día el militar y cura Miguel Hidalgo, los más remotos pueblos y aldeas mexicanas, donde exista una autoridad, sea en lugares cosmopolitas o en los pequeños de usos y costumbres, desde hace 212 años en México se acostumbra dar el Grito de Independencia. Cuando los y las mexicanas celebran su día patrio. Debo decir que nunca había asistido a un Grito en Orizaba, donde vivo. Todos los veía por la tele, pero ahora me tocó ir y antes del mediodía le di una vuelta a esa calle Colón, donde se asienta el Palacio Municipal, un palacio del tiempo de Porfirio Díaz -como el Teatro Llave-, que primero fue hecho para escuela y luego un alcalde llegó y lo transformó en lo que hoy es, el más bello Palacio Municipal del país. Reconocido por propios y extraños, entre ellos el presidente Carlos Salinas de Gortari, que un día vino a admirarlo. Aquí cerca se encuentra señera una estatua a Porfirio Díaz, en el parque Bicentenario, desde allí observa este pueblo que le reconoce su grandeza de trabajo, de cuando comenzó el despegue a la modernización de México y aún los ferrocarriles ruedan por aquellas vías que el gobernante trazó en su tiempo.
Parte de la tarde llovía, el estado está lleno de agua y ríos desbordándose. Fui por esa zona donde en la Alameda Cri Cri, llamada así en homenaje a Francisco Gabilondo Soler y que tiene un par de estatuas, una de ellas del General Ignacio de la Llave, que le dio nombre al estado, orizabeños ambos, la otra estatua donde Gabilondo se ve rodeado de niños, donada por el primer Azcárraga, el gran don Emilio, padre del Tigre y abuelo de Azcárraga Jaen.
Cada 15 de septiembre en esta Orizaba llueve. Es norma obligada. Había ocurrido un suceso malo y se pensaba que la gente no asistiría, se resguardaría en sus casas, pero no fue así. Cuando llegué al Palacio lo vi iluminado, bello, ya comenzaba a las 9 de la noche a llegar el pueblo, porque el Grito se da para el pueblo, la arenga del Viva México retumba en el pueblo, y este pueblo es bueno, solidario y amable. Recuerdo cuando una vez leí a un niño indígena, que luego se convirtió en escritor, escribía en aquel tiempo un relato del día que su padre lo llevaba de la mano al Grito, y contaba que iba feliz, que era de los días que más recordaba los momentos familiares, Así se veían aquí ahora, madres y padres llevando a sus hijos de la mano a escuchar el Grito.
EL GRITO DESDE EL BALCON
El alcalde Juan Manuel Diez Francos, un alcalde que ha sido bien valorado por la ciudadanía, que lo vio trabajar preocupado en la emergencia de unos días pasados, que continúan con obras y puntos de desarrollo turístico para la ciudad, llegaba al filo de las 10 de la noche. Ya estaban los invitados en los pasillos, venía acompañado de Felipe González, una gente valiosa del Ipade, con la que entablé una ligera plática, que es como conversar con alguien del nivel de Héctor Aguilar Camín.
Saludó a los invitados y de vez en cuando se aparecía por un balcón aledaño, y desde abajo, unos niños le gritaban por su nombre y los saludaba. El Ayuntamiento con todo su Cabildo, todos ellos con sus invitados, un Cabildo que ha sabido trabajar de la mano de su alcalde y de su pueblo. Previendo lluvia se mandaron a hacer 2 mil paraguas, que se repartían entre la gente conforme iban llegando.
La plancha de esa calle Colón, comenzaba a llenarse. No llovió, pero hubo un momento que pringó, lloviznó, pues, y comenzaron a abrirse esos paraguas con su leyenda: ‘Sonríe, estás en Orizaba’. Aquello se veía como una escena de película. La gente se entretenía entre mariachis y bailables. Y llegaron las once. Juan Manuel Diez Francos esperó en los pasillos de Palacio a la Bandera, que le llevaron los soldados mexicanos. El protocolo en todo su esplendor. La recibió y fue al balcón al Grito acostumbrado, a las loas a los héroes de la patria, del Viva Orizaba hasta llegar al Viva México, que retumba entre las respuestas de los pobladores bajo el balcón presidencial. La televisión en directo. El estallido de los cuetes, retumbaban. Era la Fiesta del Grito y ese grito que dio por octava vez como alcalde, es quizá el que mejor recuerde, porque aquí siempre llueve ese día y el 15 no llovió. Aún le faltan otros tres, para convertirse en el alcalde que dio 11 gritos de Independencia, para el bien de su pueblo, que le echaba porras y le aplaudía, y regresó a despedirse con su lema: “Sonrían, están en Orizaba”, un alcalde bien cotizado con su gente al que, algunos, le ven tamaños para ser gobernador de Veracruz, pero esa es otra historia.