Caminar por el estado, cosa bella y maravillosa. Camelot.
Gilberto Haaz Diez
RUMBO A TERRITORIO PANISTA
Después de unas tres semanas de no abandonar mi aldea, por fin me decidí y partí rumbo a Veracruz. El primer problema, cuando uno vive aquí en esta zona de las altas montañas, es cruzar la Franja de Gaza, es decir, pasar la aburrida y demorada y cara y mala caseta de Capufe de Fortín, que eso es una incertidumbre (ay, cómo es cruel la incertidumbre). Apenas hacia un día que hubo terrible accidente en el Puente de Metlac, originado por los atascos, porque se forman colas eternas y luego todos salen disparados y se hacen los accidentes, que muchas veces cuestan vidas, pero a la 4T y a la directora de Capufe les vale, ya les han dicho que aquí se necesita ampliar las casetas de cobro y poner 8 de cada lado, pero no lo quieren hacer porque son marros y todo el dinero que recaudan lo usan para repartir en programas sociales y clientelares, en lugar de darle mantenimiento a las autopistas de paga. En fin, media hora después de una cola cruzamos. Llegamos a Veracruz, territorio panista, gobernado por una mujer, Paty Lobeira de Yunes, y a Boca del Rio, de Juan Manuel Unanue, que hacen el uno-dos, como en futbol. Hacía calor, iba a café y comida con el cronista terrablanquense en el exilio (vive en Veracruz), Fernando Pavón, con el Rico que no es rico, que celebró su cumple y con mi hermano Enrique. En el café don Justo, de la familia de Manolo Fernández, en Plaza Américas.
COMO EN SANTANDER
Allí compusimos el mundo un rato, hablamos de libros, del desastre de este gobierno, campeón de los subejercicios y un poco de la claridad de la vida, y de Irene Vallejo y su gran libro, El infinito en un junco, y de los otros, que no los hunos y los hotros, por parafrasear a Unamuno. El calor andaba en los 33 grados, sudaba todo, hasta aquellito, vi la ciudad limpia en su entrada, desde que dejé la autopista hasta la plaza se ve que la alcaldesa le ha prestado atención a la limpieza, Boca del Río y Veracruz son dos ciudades hermanas que van en avanzada, el PAN no se las ha prestado a la oposición hace años y eso hace que ahora a la alcaldesa la estén considerando para enfrentarla a la Rocío Nahle, si es que la Nahle llega, o al Checo Gutiérrez Luna, o a quien le pongan, ella y otros candidatos que son mencionados para una Alianza, menos los de Dante, que son un misterio si van solos o bien acompañados, preguntaré a Sergio Gil estos días, a ver qué me cuenta, porque ese Dante parece película de Alfred Hitchcok, que no sabes cómo será el final de la misma. Ahora después de dar un pequeño rol nos fuimos a comer con doña Amada, en la Isla del Amor, atendidos por el mesero Gustavo Canales, a quien le traje de regalo una gorrita de Santander, porque en ese pueblo de la Cantabria, allí está el restaurante Zacarías, de la calle Hernán Cortes, que da de calle a calle y ahora no pude ir, ese restaurante con la Isla del Amor, hace años en tiempos de Fidel Herrera Beltrán, los hermanaron e intercambiaron platillos de restaurantes, cuando Tavo Souza Escamilla era secretario de Turismo y un día me cayó por sorpresa con Zacarías a comer al orizabeño restaurante Romanchu, tiempos aquellos que no volverán. Había gente, doña Amada siempre tiene clientela buena, unas entraditas de unos sopes o memelas y un coctel de camarones con jaiba y lo que se pudiera y, al poco rato comprar el queso de la Mixtequilla, que allí los hace llegar una gente que viene de ese pueblo. El de hebra y el jarocho. Poco antes mi tour culinaria, suelo comprar cosas de comer dónde ando, me fui con doña Guadalupe, pero no la encontré, si encontré a su hija María del Carmen, a comprar los chamorros en el Kuinito, que alguna vez los comparé con los de París del Au pied de Cochon, y no tienen nada que hacer aquellos con estos, estos son de campeonato, y los frijoles refritos y los chiles rellenos y las dorada de picadillo, comer un sábado o domingo en el Kuinito, es algo que pocos pueden hacer, bueno, los que viven allá sí, yo mero me los traigo para el lunes en el recalentado comerlos con exquisitez. Y también mi compra de los tamales de elote en Playa de Vacas, de campeonato. Luego, llegar a Orizaba con un buen aguacero, ver un poco a las Chivas ganar y una película llamada 13 vidas, la historia verídica de 13 niños tailandeses y su entrenador, que habían quedado atrapados en una cueva submarina por cerca de 20 días y llegaron gente del mundo, entre ellos unos chingones buzos ingleses, a poder hacer ese rescate que unió a 17 países para salvar la vida de 13 niños. Muy buena.