*Cuando te prendan en un restaurante, huye, corre como Forrest Gump. Camelot.
Gilberto Haaz Diez
LAS VIVENCIAS (QUINTO DIA RECLUIDO)
Vi un par de cintas en HBO, las dos de la época de la segregación racial, las dos de deportes, antiguas, la del gran Jackie Robinson, aquel beisbolista que rompió el esquema de que ningún negro de color podría jugar en las grandes ligas y el dueño se atrevió y lo llevó a Los Dodgers de Los Ángeles, abriendo no solo ese ostión, sino confirmándolo como el mejor de todos los tiempos, antes de Babe Ruth. 42 se llama la cinta y ese número que portaba en esa camiseta, un día al año de abril realizan un juego donde todos los jugadores lo portan. La otra fue la del gran Jesse Owens, el hombre que desafió a Hitler y a Goebels en la Olimpiada de Berlín, poquito antes de la Guerra Mundial y fue a ese estadio de 100 mil personas, que acababan de inaugurar y ante el Fûhrer le ganó 4 medallas de Oro, negándose el dictador a saludarle y darle la mano a un negro. Otra bella historia.
LOS GRITOS A BARTLETT
Hay muchos políticos que viven y sobreviven porque su salida se dio por la puerta de atrás. Es decir, fueron tocados por la maledicencia de los trastupijes en su actuar de gobierno. Uno de los más famosos personajes, que no podían salir a los restaurantes, lo fue José López Portillo. Desde aquel infausto día en que alardeó en el Congreso que ‘defendería el peso como un perro’, desde ese día le ladraban a restaurante que se aparecía. Dejó de salir. A Carlos Salinas unos estudiantes malosos también le gritaron en Europa. ‘Presidente’, le gritaban y el otro optó por saludarlos a lo lejos. ‘Ratero’, le reviró un chamaco lépero y entonces apuró el paso. Al nenorro Peña Nieto también lo saludó una mexicana al salir de un restaurante en España o Paris, de bandido no lo bajaron. Tuvo una vez que ponerse una peluca como Beatles de cuarta, para cenar con su novia Tania Ruiz en Nueva York, y ni así, los descubrieron, parecían Bonnie and Clyde. Hay muchos ejemplos. Pero ahora en México le tocó a Manuel Bartlett, un sobreviviente dinosaurio que tiene más propiedades que un nopal y es un agente inmobiliario de primera. Cuenta la periodista Lourdes Mendoza que, en el restaurante, caro y bueno de Polanco, Arturo’s, Bartlett y su esposa que no es su esposa, Julia Abdalá, a quien mostró como la dueña de todas sus 14 mil propiedades, salían del restaurante cuando los descubrieron comensales y comenzaron a gritarle: ‘Rateros, corruptos, ladrón, vendepatrias’, solo faltó el clásico cuenqueño: Ojete y come-cuando-hay. La periodista cuenta que Julia, su pareja, regresó y se quiso enfrentar a los comensales, entonces intervinieron los guaruras. Es lugar para picudos y fifís, pero Bartlett los vale. Para él la pobreza franciscana es solo un cuento de pescadores que arrulla el mar.
EL GATELLAZO
Hugo López Gatell, el zar de la pandemia de AMLO, sujeto que salía a tirar cifras a su antojo y escondía muertos debajo de las alfombras, por el Covid, ayer salió en las noticias con otra de sus terribles imbecilidades (así le dijo David Páramo, de Imagen). Es un tipo que no razona cuando habla. Uno es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras, decía un clásico. Este sujeto no tiene ni idea, el también conocido como Doctor Muerte, arremetió contra los consultorios que están aledaños a las farmacias, esos consultorios que cobran poco dinero a las familias más necesitadas y que Gatell dice que no sirven para nada. Como su patrón AMLO no pudo ponernos la medicina de Dinamarca, a la que aspiraba, y como ir a una institución pública, llegas y te dicen que tienes cita dentro de 15 días o dos meses, entonces proliferaron esos módulos con doctores recibidos, con cédula profesional, bien puestos. Es cierto que están porque las farmacias quieren vender sus medicamentos, y al pie lo hacen, pero sus precios son baratos, las consultas oscilan entre 50 a 150 pesos, cuando un particular te cobra 600 y 800 pesos y algunos mil o más, y en el sector de la medicina danesa mexicana, pues te atienden cuando te mueres. Gatell debía irse de vacaciones eternas.