Acertijos

Gilberto Haaz Opinión

*Y se marchó al exilio y a la muerte. Camelot.

Gilberto Haaz Diez

LA TUMBA DE MACHADO

Hace no mucho, en mesa de contertulio, antes de partir Yo Mero de viaje a España, bendita tierra, los cuatro cuenqueños que comemos hablamos un poco de la tumba de Antonio Machado, y de las peripecias de los españoles que quieren regrese su cuerpo de Francia para darle sepultura en su pueblo, con los suyos, pero los alcaldes aldeanos de esa provincia francesa, dicen nones, joder, si aquí escogió morir aquí va a ser venerado. Y es venerado, su tumba es visitada por miles y miles de extranjeros que aman la poesía y le dejan cartas, que se acumulan y van a la Fundación Machado. Va la historia resumida. El pueblo se llama Colliure y hace 80 y pico de años, un enero de 1939, Machado huyó de la Guerra Civil por esa frontera, con su madre y un hermano y la esposa de este. Tenía 64 años, padecía del corazón y tenía asma, se veía un viejo. Su madre pensaba que iban a Sevilla, su tierra, iban al exilio para nunca más volver. Se hospedaron en un hotel económico y la dueña les prestó dinero para comprar sellos postales y que José, el hermano, les escribiera a las hijas. También le regaló una camisa a cada uno, llegaron con lo que tenían puesto, andrajosos y pobres. Esos días, antes de morir al poeta le llegó una carta de la universidad de Cambridge ofreciéndole trabajo de maestro. 29 días después de su llegada a Francia Antonio Machado murió. La poesía de la posguerra quedó huérfana. Como cuando murió Federico García Lorca. En una cajita de madera, le dijo a la dueña del hotel, que era tierra de España y que, si moría allí, quería lo enterraran con ella. Así fue. Su madre murió 72 horas después. En la agonía de la Segunda República Española.

LA PATRIA DE MACHADO ES SU TUMBA EN COLLIOURE

Desde su muerte, en aquel lejano año de 1939, desde el franquismo hasta la Nueva España han querido repatriar los restos de Machado a Sevilla. La familia se negó, cuando el franquismo Vivian exiliados en Chile y no lo permitieron. El alcalde de ese pueblo sureño de Francia, ha dicho que quién quiera verlo que vaya allí, a peregrinar, cómo lo han hecho Albert Camus, René Char, André Malraux y Pau Casals. El músico, estaba por entonces en Prades, a una hora de aquí, y se ofreció a tocar en el segundo sepelio: “Como la familia no quería actos públicos, Casals vino a las pocas semanas y tocó el violonchelo con el cementerio vacío”. Los presidentes de gobierno también han visitado esa tumba. Antonio Machado es el portavoz de esos 500.000 españoles que, como él, tuvieron que dejar su país. Desplazar su sepultura sería negársela simbólicamente a quienes no tienen su fama, dicen.
Pudo salvar su vida, pero se venció. La oferta de la universidad de Cambridge llegó el mismo día de su muerte, pudo haber sido su salvación, le ofrecían un puesto de lengua y literatura española con 330 libras de sueldo mensuales, que con eso era suficiente para emprender su trabajo y mantener a la familia. A medida que pasaban los días, el estado de salud de Antonio iba, poco a poco, empeorando. De hecho, el viernes 17 de febrero fue el último día que pudo salir a dar un paseo. El mismo día 22 se mostró lúcido a primera hora de la mañana, pero a mediodía ya perdió el conocimiento. Todos sus allegados estuvieron velando su cuerpo moribundo. «Madame Figueras le mojó horas antes de morir los labios de champagne de una botella que guardaba para cuando su hijo volviera de la mili y que quiso compartir en sus últimas horas con el poeta», recuerdan. Olvidaron la devoción con la que el pueblo de Collioure realizó el cortejo fúnebre de Machado en un «modesto féretro de zinc que fue recubierto por otro de madera» y, por encima, la bandera de la II República. Su madre Ana Ruiz, fue enterrada en la fosa municipal en el mismo cementerio en el que reposaba su hijo.
Machado murió de pena y por un deterioro físico y moral. Machado solía hablar de sí mismo: —»Soy, en el buen sentido de la palabra, bueno» ―, incluso sus últimos versos arrugados en un bolsillo de su gabán: “Estos días azules / este sol de la infancia”, iluminan cuáles podrían ser sus pensamientos en sus días postreros.

www.gilbertohaazdiez.com

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