*Y de repente, se te llena la mente de recuerdos. Camelot.
Gilberto Haaz Diez
UNA ANÉCDOTA DEL ARZOBISPO
Ahora que se realizó el homenaje de un año de fallecido al arzobispo Hipólito Reyes Larios, me acordé de una anécdota que hace años me platicó uno de sus hermanos. Sucede que cuando vivía el padre, Melitón Reyes Andrade, y cuando llegaba el obispo a comer con ellos a su casa mendocina, quizá con sus hermanos, el padre, gran luchador social, le tenía guardadas unas columnas mías, y le decía: ‘Lee a Haaz, con sus Acertijos’, y eso me llenaba de gran satisfacción. Debo decir que no le conocí personalmente, creo que una vez le saludé en una visita que realizó el gobernador Fidel Herrera Beltrán, pero gusto debió haberme dado haber sido su amigo. O al menos su interlocutor. Si conocí a varios sacerdotes, y lo más cerca que he estado del Papa del Vaticano, fue cuando con un grupo de amigos convivíamos cada ‘juebebes’, donde se comía y poco se bebía, al Obispo de Orizaba, Monseñor Marcelino Hernández Rodríguez, que un día el Papa lo cambió a la Diócesis de Colima y nos dejó huérfanos y desamparados de su sabiduría y de su plática amena, porque aparte que era hombre culto, era gente muy agradable que sabía contar buenos chistes. Llegó a Colima en 2014 y en 2021 se retiró con la anuencia del Papa Francisco. Tengo también buena amistad con los padres, Alejandro Melchor, que fue mi guía espiritual y cicerone cuando la primera vez que conocí Roma, y como él parlaba el italiano y había estudiado en el seminario romano, pues tenía guía de primera. Una noche me dijo, súbete, tomamos un taxi y me llevó a ver, tomando la Vía de la Conziliazione, el majestuoso Vaticano, esa imagen la tengo guardada en mi memoria cuenqueña. También buenos amigos lo son el Padre Helkyn Enríquez Báez, y el Padre Proceso Sebastián y Antolín Bernardi y el Padre Marcos Palacios, todos ellos rayando en la santidad, con buenas obras para la feligresía. Ya saludé al obispo de Orizaba, Francisco Eduardo Cervantes Merino, platicamos un poquito cuando el alcalde Juan Manuel Diez lo invitó a la Feria del Libro, y entre tres conversamos lo que pudimos, que fue poco. Lo recordé y lo escribo para presumir, porque no hay nada mejor que caminar con la bendición de Dios, que estos curas nos otorgan, de vez en cuando.
LA CINTA DE ARTHUR ASHE
Llegando a casa comencé a repasar las películas dejadas. Tres semanas después revisé mí cartelera, que no eran como las del Cine Margo de mí pueblo, o el de la Sección 25 o el de Tierra Blanca, o los cines orizabeños como el Variedades, Cinema Orizaba y el Cine Real. Prendí mi aparatito en Roku y un amigo me recomendó viera Citizen Ashe (Ciudadano Ashe), la historia de Arthur Ashe, el primer negro afroamericano que se presentó en unas canchas de tenis y tuvo las agallas para entrar a un deporte dominado por blancos, y que a él lo tenía en tiempos del racismo y el apartheid de Mandela, como un apestado. Aún ahora no hay tanta gente de color en el tenis. Solo hay dos deportes donde los de color no brillan, la natación, porque nunca de chicos tuvieron acceso a las albercas, lo tenían prohibido, y las canchas de tenis, véase la cinta King Richard de las hermanas Williams, con el descontador-madreador del Oscar, Willl Smith. Sin embargo, se han apoderado del basquetbol en la NBA donde ya casi no hay gente blanca en los equipos. Y en béisbol ahí van arrollando. Arthur Ashe, que dominó las canchas fue quizá el Jackie Robinson en el tenis, aquel beisbolista que abrió los campos del racismo. He vuelto a apasionarme del tenis, tenía años que no veía los partidos, ahora los gozo quizá por la edad, donde ya hay poco que le emocione a uno. El documental narra las peripecias de Ashe, desde que llegó pequeño a las canchas hasta encumbrarse y ganar Wimbledon y ser número uno del mundo, en tiempos de Jimmy Connors y John Mc Enroe, una enfermedad lo mató, en un trasplante de sangre lo infectaron con el virus VIH del sida, y eran tiempos que el sida mataba, porque ahora con medicamentos se alarga la vida. Al final, el expresidente Barack Obama declara que en su vida tuvo dos ejemplos de gente bien: Mohamed Ali y Arthur Ashe. Buen documental, véanlo cuando puedan.