*Las tragedias de aquel septiembre negro. Camelot.
EL 9/11 MEMORIAL NEOYORKINO
Escrito en años pasados. 2012
Nueva York. Es un parque donde se respira quietud. Donde la gente entra en silencio. El sol cae a plomo. Mucha seguridad. Seguirá siendo por mucho tiempo zona de riesgo. Más ahora que las cinco torres se levantan como gigantes de acero y vidrio y concreto. 2,983 hombres, mujeres y niños fallecieron ese día, se lee en el folleto informativo. Ahora es parque controlado. Cuando estén funcionando todas las torres será parque abierto, sin restricciones. Hay que pasar arcos detectores, como si se estuviera en aeropuerto. Cientos de policías vigilan. We will not forget (No los olvidaremos), se lee por todos lados. Narran la historia cuando terroristas de Al Qaeda tumbaron las torres gemelas. Exhiben fotos de cómo eran los edificios antes de los atentados. El nuevo complejo incluirá el parque conmemorativo y un museo en construcción. Espacios para sitios comerciales, la construcción del World Trade Center uno, será el edificio más alto de los Estados Unidos.
Y hacia el noroeste, en el pabellón del museo se encontrará el centro de operaciones de tránsito, diseñado por el gran arquitecto español, Santiago Calatrava. De fama mundial.
En el parque hay dos piscinas grandes. Nos acercamos. Gente que allí trabaja entregan folletos en tu idioma. Lo sometieron a concurso este parque. 5,201 propuestas de 61 países, y lo ganaron Arad y Walker. El consejo del parque conmemorativo, leo en una placa de la entrada, lo conforman gente de las artes y las letras, desde Robert De Niro y Billy Cristal, hasta el alcalde Bloomberg.
SUELO SANTIFICADO
Se camina y se rodean las dos gigantes piscinas con gigantes cascadas. Han sembrado robles blancos de California. Estos árboles fueron seleccionados de las guarderías que se encontraban dentro de un radio de 500 millas de los tres lugares de los atentados. El simbolismo en toda su extensión. Sobrevivió solo un árbol en esa zona. Lo cuidan como a la niña de sus ojos. Forrado está por mangueras de hule para no lesionarlo. Es quizá su Árbol de la Noche Triste, como el que tenemos en México, aunque ahora se llame de otro nombre. Sobrevivió, y al pie la gente deja cartitas con mensajes. Leo uno: ‘No los olvidaremos’. Llegan al pie un bombero joven. Quizá él no vivió en ese lugar ese día maldito, cuando el mundo no volvió a ser el mismo. Se respira paz. Es terreno sagrado. Un camposanto, como aquel suelo bendito de Gettysburg, que el presidente Lincoln consagró y santificó a la inmortalidad, cuando dijo: “Que estos muertos gloriosos nos infundan su devoción a la causa por la cual derramaron hasta la última gota de sangre”.
Como estos, de aquel septiembre de 2001.
LA CINTA DE NETFLIX (¿CUANTO VALE LA VIDA?)
20 años después, Hollywood no olvida aquellos sucesos. Netflix estrenó la semana pasada, una película llamada ¿Cuánto vale la vida?, con el gran actor Michael Keaton y Stanley Stucci. Narra la historia verídica cuando un grupo de abogados, más bien un grupo de peritos, de Washington, toman las riendas a pedido presidencial de George Bush, para valorar cuánto vale una vida, porque había que indemnizar, so pena de que las demandas llegaran en cascada, a los 4 mil muertos de las Torres y el Pentágono y los aviones comerciales. Un hecho histórico y verídico de cómo los abogados peritos dan todo para que las familias de los fallecidos reciban no solo una indemnización adecuada, porque murieron desde albañiles y gente de salario mínimo, hasta ejecutivos encumbrados y no se podía valorar cada uno por profesión, las visitas a las viudas, los dimes y diretes con las diferentes opciones, los valorados puntos de vista. El gobierno respondiendo a sus ciudadanos, una lucha titánica que terminó con un fin más o menos adecuado, pero ya no se las cuento, mejor prendan la tele y mírenla. Cinta que, a una semana del estreno, se metió entre las primeras de aceptación entre los cinéfilos de Netflix. Vale la pena, véanla.
MAÑANA PARTE III (ULTIMA)
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