Acertijos

Gilberto Haaz Opinión

*“Lo malo de ser cubano es que, en cuanto uno habla en serio, suena a la letra de un bolero conocido”. Guillermo Cabrera Infante. Cubano y Premio Cervantes. Camelot 

Gilberto Haaz Diez

LOS MEDICOS CUBANOS 

Ahora que el presidente AMLO anuncio, después de la visita al dictador Díaz-Canel, que contrataría 500 médicos cubanos para atender el sector salud en México, el gremio de los doctores nuestros pegó el grito en el silencio. Es candil de la calle y oscuridad de su casa, le decían al presidente. Cuando llegó la Pandemia a México llegaron muchos médicos cubanos, quizá en esos días se necesitaban, quizá hacían falta, pero, en cuanto terminó la emergencia se regresaron a casa. Los médicos cubanos no gozan de cabal salud, el gobierno los envía en paquete a trabajar y es el gobierno el que cobra de gobierno a gobierno, y a ellos les da una pequeña comisión de 10 por ciento para que se formen con los cupones a pedir comida, unos huevos y nada de carne. Rememoro esto porque cuando anduve en Cuba, en 2009, me tocó invitar a un prestigiado medico cubano, de esos que salen al mundo, venía muy seguido a Xalapa y se ayudaba vendiendo la medicina contra el Vitíligo de Cuba, que es famosa pero no cura. También contra el cáncer, son famosos con un veneno del alacrán que utilizan como antibiótico. Un amigo, que tenía cáncer, me pidió le trajera uno, fui a uno de sus hospitales públicos, muy deteriorados, nada de la medicina que ellos presumen, hacen lo que pueden, el medicamento lo obsequiaban, no lo vendían, pero debía llevar una receta de qué tipo de cáncer era el tratarlo. Compre el de Vitíligo, porque ese ya lo venden en tiendas.

LA COMIDA CON EL MEDICO 

Y a este doctor, prestigiado, que sale a dar conferencias en Las Vegas y México y llegaba a Xalapa y, por recomendación de un amigo, le llamé para invitarlo a comer. Me pidió de inmediato permiso si podía llevar a la comida a su esposa y a su hijo, un muchacho veinteañero. Le dije que, con gusto, comeríamos en El Templete, un restaurante que antes de la revolución cubana había pertenecido a un familiar de mi esposa y aún seguía funcionando, incautado por Fidel Castro y pandilla que les acompañaron, para apropiarse de lo que no era de ellos, buen restaurante, entre los buenos, los de muchos tenedores. El médico, que guardo su nombre porque seguro allí anda todavía, cuando llegó me contó su vida de profesional. No tenía auto, llegó en una carcachita bien amolada que le prestó otro amigo médico, allá los autos se los van dando en sorteos, como te va tocando los vas obteniendo, y siempre carcachitas, utilizan mucho el raid colectivo y tienen la obligación, si les haces el alto, de subirte y llevarte en esa ruta que llevan. Puro comunismo. El pueblo amolado, pero los dirigentes en la gloria. Si uno ve la foto del presidente AMLO con el dictador Raúl Castro, están en un palacio, nada de austeridá (sic). Comíamos cinco, los tres cubanos y el infante Gustavo, mi sobrino, pedimos el menú y otra vez pidió permiso este médico si podía pedir carne. Médico, le dije, pide lo que se te antoje, por favor. Y sí lo hizo, comentaba que la carne pocas veces la comían, y esa de los restaurantes estaba destinada a los turistas. Pregunté porque no había abandonado Cuba, en México sería un médico de primera, con auto él y su esposa y casa propia y un buen nivel de vida en la libertad. Me contestó que no pueden salir todos, si ellos salen, el hijo se queda como rehén de la Revolución, así le han hecho por años para que la fuga de sus médicos y profesionistas no ejerza, a fuerza, reteniendo a un familiar.

LA OTRA COMIDA 

Comimos y nos despedimos. Otra vez, en el desayuno invitaba al chófer cubano, Ciro, un viejo que adoraba a Fidel. Como tenía el paquete para dos desayunos en el hotel Meliá, y mi sobrino no se levantaba el flojo hasta el mediodía, invitaba a Ciro, pero una mañana el de seguridad del hotel lo detuvo, me dijo que él no podía pasar, que era cubano no turista, le dije que poca la tuya, es paisano tuyo y va a desayunar conmigo y si es necesario pagar el platillo lo voy a pagar, pero de que entra conmigo, entra. Refunfuñó, pero aguantó vara. Al entrar y ver el bufete donde había una pila de jamón americano, preguntó si podía comer eso, que tenía años no lo probaba. Comete lo que quieras, Ciro, solo no te enfermes. Esa es la Cuba que aun así viven, la que no tiene libertad, la que detiene a sus opositores, la que no tiene elecciones para que la gente decida por quién votar, la que tiene cupones donde forman fila para comer unos huevos y unos panes. Eso yo lo vi, nadie me lo contó. Y así deben seguir. Y es fácil echarle la culpa al bloqueo o al boicot. Son ellos y su comunismo.

www.gilbertohaazdiez.com

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