*Y cuando despertamos, era el 10 de Mayo. CAMELOT.
Gilberto Haaz Diez
UN DÍA BAJÉ A MI HIJOS Y YA NUNCA LOS VOLVÍ A CARGAR
Los cargué cuando se habían lastimado. Los cargué cuando estaban emocionados. Los cargué cuando estaban cansados. Los cargué cuando aún eran demasiado pequeños para ver lo que yo podía ver. Y de pronto un día los bajé y ya no los volví a cargar.
Un día, sin darme cuenta, ellos se hicieron grandes. Demasiado grandes para caber en mis brazos. Demasiado grandes para colgarse de mis piernas. Demasiado grandes para descansar en mi pecho. Un día los bajé y ya no los volví a cargar.
Un día, sin darme cuenta ellos se hicieron fuertes. Lo suficientemente fuertes para seguir adelante, aunque estuvieran cansados; lo suficientemente fuertes para calmar su propio dolor. Lo suficientemente fuertes para enfrentar sus más profundos miedos. Un día los bajé y ya no los volví a cargar.
Un día sin darme cuenta, ellos ya podían ver lo que yo podía ver y más: ellos podían ver la belleza del mundo, ellos podían ver a aquellos que la sociedad ignora, ellos podían ver soluciones donde otros veían problemas, ellos triunfan y caen sin que yo esté ahí.
Y aunque físicamente ya no los cargue, siempre estaré ahí para aplacar sus miedos, para escucharlos cuando lo necesiten, para dar un aplauso por sus logros, para dar un consejo en tiempos de dudas o simplemente para abrazar sin necesidad de palabra alguna.
Pero ya nunca descansarán en el borde de mi cadera o se quedarán dormidos con sus pequeñas piernitas colgando de mí. Ya nunca necesitarán mi ayuda para ver por encima de la gente. Ya nunca serán pequeños para caber entre mis brazos. Ya nunca levantarán sus brazos para que yo la cargue.
¡Pero siempre estaré ahí, disfrutando de su alegría y llorando por su dolor…!
Disfrutemos a nuestros hijos que el tiempo vuela y no perdona.
DIA DE LA MADRE
Angela Mastreta.
Yo ¿Qué quieren que les diga? Será que ya crecí, pero me gusta el día de las madres y el del niño, el del compadre, el de la amistad y ni se diga el del padre. Me gustan los cumpleaños y la celebración de los vínculos inevitables, pero también de los deseados, de los que nos remiten a la infancia y nos alegran.
Yo ya no estoy para regatearle nada a ninguna fiesta. Será que la batalla contra la comercialización de los sentimientos la di hace tanto tiempo que ya me resulta vieja y me aburre hasta el tema. El que no quiera comprar que no compre. La que no quiera que le regalen que devuelva el regalo, pero ¿qué más nos da si hay quien se emociona con el dibujito que le trae su niño del colegio o con la memoria de la manita impresa sobre un yeso que le trajeron sus hijos hace veinte años?
Yo no quiero borrar del calendario ningún día de fiesta, ni me parece que todo lo que se diga el día de las madres es simulación, mal discurso, hipocresía de compradores huecos y vendedores empeñados en que crezca su tienda.
Yo querría ahora no una mamá sino cuatro, diez a las que darles la mano con la inocencia de quien siente que ahí cabe toda la seguridad que uno puede querer para ir por la vida.
Yo querría una mamá con un peine y la goma para hacerme las trenzas, la querría para enseñarle mi diez en gramática y mi estrella en la frente o mi raspón en la rodilla. La querría para ver si por fin aprendo a subir un dobladillo, si me lleva a buscar conchitas en la playa, si me enseña a amarrarme los zapatos y me recuerda que me lave los dientes. La querría para quejarme de su perfección y agobiarme con su belleza, la querría para darle de besos y discutir con ella la pizca de sal que debe o no debe llevar el pastel de manzana. La querría para verla entrar a la preparatoria cuando ya tenía sesenta años y acompañarla a cumplir ochenta como la más bonita vieja que se haya visto. La querría para llamarla por teléfono. La querría incluso para volver a pasar por los días en que se convirtió en nuestra hija y nos miraba con la nostalgia de quien se va cuando no quiere vivir sino en la tierra. La querría, como la quiero y como me gusta saber que me quieren mis hijos. Con todo y la emoción contradicha que a veces les provoco.
A mí me gusta el diez de mayo. ¿Y qué?