Acertijos

Gilberto Haaz Opinión

*El recuerdo es el único paraíso del cual no podemos ser expulsados. Camelot.

Gilberto Haaz Diez

EL RECUERDO DE MILO VELA

Todos recordamos dónde estábamos el día que brotó la noticia del horrendo crimen al periodista Milo Vela, Miguel Ángel López, subdirector de Notiver y gran periodista. De los primeros crímenes que cimbraron al país, cuando la delincuencia organizada comenzó a matar a mansalva y a ejecutar periodistas. A 11 años de aquel asesinato, la historia la comenzaron a revivir, se hizo un corrido y la revista Milenio comenzó a circularlo, y en Notiver y diarios como La Jornada, la familia dio sus comentarios. Su hija, Jazmín, explicó aquellos infaustos días. Junto con su hermano, Miguel López, contó sobre los días antes del asesinato de su familia, que comieron juntos langosta, rieron y unos días después fue informada sobre el multihomicidio.
“Noches antes soñaba a las 5 de la mañana que los asesinaban. Aún traigo atorada mi autocensura. Fue un día después del Día del Padre, un domingo habíamos comido langosta porque un tío nos las mandó desde Tabasco, hablamos de aventuras, nos reímos, estábamos en casa. Mi hermano Miguel no traía carro, nos despedimos y me pidió que lo llevara con la familia de su esposa; venía de regreso y me dijo que había dejado unas botellas de vino en mi carro y me regresé. Pasó la noche y en la mañana me habló mi tía Araceli; primero me mandó una alerta de radio y no pude volver a dormir, regresé la alerta, me preguntó dónde estaba y me dijo que quisieron asaltar en San Jerónimo, la calle donde vivían mis papás. Un amigo me mandó un mensaje y me dijo: cómo lo lamento. Le mandé mensaje a mi hermano Miguel, me preguntó dónde estaba y me dijo que fuera a la casa porque acababan de matar a mi papá, a mi mamá y a Misael”. Contó que la noticia le cayó como una ola, y al llegar a la casa de sus padres los cuerpos ya habían sido levantados por personal del Servicio Médico Forense (Semefo). Horas más tarde y ante el alto costo de los servicios funerarios la familia decidió velar a sus seres queridos en la Funeraria Naval.
“Decidimos que fuera en la funeraria de la Naval, cuando llegué aún no llegaban los cuerpos, pasaron ocho o nueve horas y esa noche llegó muchísima gente, pero al otro día solo quedamos nosotros y ese fue el inicio de cómo nos fueron soltando. Mi hermano tuvo que salir de Veracruz enterrando a mis padres y yo, en el solazo parada, no tuve un acompañamiento policiaco, psicológico, de abogado, que alguien me dijera qué tenía que hacer”. Luego del funeral de su familia señaló que tuvo que salir de Veracruz hacia la Ciudad de México y decidió no hablar de ello por temor a que pudiera pasarle algo a sus demás familiares o amigos; luego buscó asilo en Estados Unidos donde se mantuvo aislado por años. “Sembraron el miedo, se dieron cuenta que eso funcionaba y continuaron con la escalada de violencia, El silencio mata”, fustigó.

LAS QUE NO SE RINDEN

Muy temprano, en mi caminar dominical en la peatonal y orizabeña calle Madero, encontré a una mujer, de la gente que yo mero llamo: Los que no se rinden. Son hombres y mujeres que buscan un sustento extra para llevar a casa, lo mismo haciendo y elaborando tortas o pambazos o jugos, para venderlos a los paseantes. Esta mujer, con quien platiqué unos minutos, viene de visita de Toluca y se hospeda con una familia suya, pero no quiere ser una carga y en la noche de ayer se puso a preparar ricas gelatinas. Me detuve y le compré algunas, de sabores y colores. La felicité por su esfuerzo en el trabajo, vendía rápido y seguro termina temprano. Son aquellas y aquellos que no se rinden.

www.gilbertohaazdiez.com

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