*De García Márquez: «El amor es tan importante como la comida, pero no alimenta.» Camelot.
Gilberto Haaz Diez
RESTAURANTE OAXAQUEÑO EN VERACRUZ
Sábado de Día del Niño. Iba a comida con chavorucos a Veracruz. Cuatro cuenqueños. Mi hermano Enrique, Rico, el amigo que no es rico y el cronista de facto de Tierra Blanca, Fernando Pavón. Habían recomendado un lugar oaxaqueño en la calle de Pinzón 403 entre Washington y Colón, llamado Desahogo, donde el mezcal y las chelas son una delicia. Ahora el mezcal se ha vuelto bebida de moda, superando ya al famoso tequila. Llegamos, de entrada nos recibe un mural de María Sabina, la sacerdotisa de las drogas, la mujer que descubrió los hongos y en Huatla de Jiménez, Oaxaca, le llegaban visitas de picudos, entre ellos Walt Disney, John Lennon, Aldox Huxley, Fernando Benítez, entre otros que querían saber cómo se veía el mundo desde arriba. María Sabina fue mundialmente conocida, la chamana mexicana era una sacerdotisa, te preparaba hasta platicar con el Diablo. Dentro el lugar está bien decorado, no había mucha gente, a diferencia de ese día que estaba atiborrado de turistas, tanto en Orizaba como en Boca del Rio y Veracruz, Nos tiramos una cerveza artesanal con mezcal y espiamos los platillos, sobresalen las Tlayudas de AMLO, de todo tipo de sabores y colores, como las que vendió la señora del aeropuerto Felipe Ángeles. La decoración muy a gusto, buen servicio, la comida, buena, es diferente, te dan de entrada sus totopos oaxaqueños, los que se comen deliciosamente en el mercado de Oaxaca, y garnachas, tostadas de insectos, pulpos, salpicón de Tasajo, sopa de frijoles, canasta Guelaguetza. Es sabrosa y es algo diferente a lo que se come con normalidad. Un buen lugar, bien climatizado y bien atendido, poco a poco irá teniendo clientela, en cuanto se corra la voz de que se come bien. Y como diría Kamalucas, un filósofo de mi pueblo: “Aquí se come como en casa, pero sin tener que lavar los platos”. Y como la consigna era ‘Comes y te vas’, pues comimos y a la Plaza Andamar a tirar el café de regreso, el último que desatonta para tomar la mugre carretera de autopista de Capufe, cara, mala y retardada y llegar sano y salvo a ver cómo se coronaba, en la repetición, el Real Madrid, en su 35 campeonato, el más grande de España, Hala Madrid, pero esa es otra historia.
AQUELLOS DESTAPES
El presidente AMLO destapó, sin querer queriendo, a su paisano tabasqueño, Adán Augusto, y lo metió en la carrera presidencial al lado de las otras dos corcholatas, Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard. Y luego ratificó que él o la candidata será quien mejor salga en las encuestas. A veces en la política se engaña con la verdad. Recuerdo aquella de Luis Echeverría Álvarez, todos los caminos conducían a Mario Moya Palencia, a la secretaría de Gobernación, donde la mayoría de los candidatos brotaban. Había señales de humo, había fintas, y nadie volteaba a ver a José López Portillo, su compadre y amigo del alma, quien finalmente quedó. Cuando ocurrió el destape, que agarró a todos con los calzones en la mano, Luis Echeverría tenía un evento en Tepito en la Casa Mundial del Obrero. Ya no era como aquel destape, cuando Carlos Salinas de Gortari llamó a los tres sectores y luego de obligarlos a dejar sus teléfonos celulares en la entrada de Los Pinos, les dio el nombre de Luis Donaldo Colosio, y ese viejo zorro llamado Fidel Velázquez, sempiterno dirigente de la CTM, al vuelo, en cuanto el presidente les dijo que los sectores del PRI se habían pronunciado por Colosio, al vuelo Fidel Velázquez, dijo socarronamente: “Presidente, nos leyó usted el pensamiento”. Las carcajadas se fueron a todo el país. Ahora no se sabe, pero AMLO es un poco a la Echeverría, jugará con las cartas y dejará en base a dos, en la tercera sin pisar home, ¿Cuál de ellos será? La rueda gira, hagan sus apuestas y cierren las puertas. En aquel tiempo nadie la creía, Jacobo Zabludovsky no se atrevía a dar el nombre de López Portillo, fue corriendo al evento en la Casa del Obrero Mundial y encuclillado le preguntó al presidente, cuando este asintió, salió en chinga a dar la primicia en Televisa, porque si Zabludovsky lo decía, era creíble. Era nuestro Walter Cronkite mexicano.