*Cuando la violencia llega al futbol, aquello ya no es deporte. Es barbarie. Camelot.
Gilberto Haaz
LA VIOLENCIA EN EL FUTBOL
Lo que ocurrió la noche del sábado, en el juego Querétaro-Atlas, fue un acto aberrante. Las porras y buena parte de la afición se volcaron a la cancha y se dieron entre ellos como si fuera una pelea a muerte. No es privativo de México, y aquí ha ocurrido en algún tiempo, pero es nuevo cuando la violencia asoma a nuestras narices y cuando días antes un pelotón de fusilamiento, a la vista de todos y en las redes sociales, pasó por las armas, como en el tiempo de Pancho Villa, a unos rivales de los carteles. El estadio se volvió un manicomio, familias enteras corrían cuidando a sus esposas y a sus hijos. 26 lesionados da el parte médico. Las escenas brutales, donde gente desnuda está tirada llena de sangre, inundaron las redes. Las hipótesis fueron muchas. Comenzaron los tuiteros y los comentaristas de TV a dar sus móviles:
*Que eso se debía y era el reflejo del odio que es México, impulsado desde las mañaneras.
*Una versión del diario Reforma anunció que fue un pleito entre dos grupos de huachicoleros.
*Culparon a los argentinos del Pachuca, quienes hace años trajeron a las Barras de Argentina, esos que quieren pelea como los vikingos.
En el estado que gobierna un buen gobernador, Mauricio Kuri González, el hombre de inmediato ejerció el poder y convocó al situation room a su equipo de seguridad y protección civil y salud. Se acuarteló por la noche y suspendió una gira a Europa, para atender la emergencia. Visitó a los lesionados en los hospitales. Un buen gobernador, atento de su pueblo. Por la mañana del otro día, lanzó un mensaje a Querétaro y al país. “Condeno y lamento lo sucedido. Me siento indignado”, decía esta mañana ante los medios de comunicación. “Es una tragedia, aunque no haya muertos. No habrá impunidad. Iremos por todos esos vándalos que lastimaron a Querétaro y al país”. Decía con el rostro adolorido.
Querétaro es un estado que no tiene ni ha tenido problemas, y tuvieron que llegar estas Barras y porras a ensuciar el futbol mexicano. Estado hospitalario.
AQUELLOS ESTADIOS
Quien esto escribe ha recorrido estadios del mundo, he visto el Bernabéu y el Camp Nou y de pasada el de París de Los Príncipes, donde ahora juegan Messi, Neymar y Mbappe. Pero donde se da la madre de todas las batallas, es en los estadios argentinos, el del Boca y River. He visto dos veces los clásicos Boca-River, aquellos son como si se fuera a un circo romano y ver la batalla, no solo la futbolística. Por pura casualidad vimos esos juegos, sucede que en Buenos Aires hay un equipo de jóvenes que en camionetas van por ti al hotel y te llevan los tiquetes, por unos 300 dólares te transportan al estadio y te regresan. Arriba de una camioneta de unas 15 personas, un colombiano me preguntó si había visto un clásico de estos alguna vez, al decirle que no, me dijo no lo olvidarás nunca. Es el clásico de clásicos, pero no solo por el futbol, por lo que se derrama donde la muerte y la violencia se pasean y enseñorean por esos estadios. Te meten por zonas y tiempos, primero la porra visitante, luego nosotros, los civiles, y al final la porra local. Así lo hacen a la salida, porque luego se apuñalan y hay muertos. El futbol ha generado un odio terrible, se da en los estadios ingleses, donde los Hooligans no cantan mal las rancheras. Eso de Boca-River, de allí los dueños del Pachuca, unos argentinos, fueron a crear unas Barras mexicanas que han terminado ya en incidentes de violencia, como ayer en Querétaro. Había que erradicarlas, como una vez llegaron los Bingos y casinos a México avalados por el panista, Santiago Creel, que solo son desplumaderos, pero esa es otra historia. En México, se recuerda aquel incidente cuando en C.U. en mayo de 1985, ochos personas murieron por asfixia en el túnel 29 de Ciudad Universitaria, era la peor tragedia de México en el futbol, hasta que en la Corregidora llegó esta brutalidad.
