*De Robert E. Lee, comandante de la Guerra Civil de Estados Unidos: “Me parece perfecto que la guerra sea tan terrible, porque si no podríamos encariñarnos demasiado con ella”. Camelot.
LAS CARCELES ABIERTAS (DOS LIBROS)
Entre que abren las cárceles a los presos de ultrajes a la autoridad en Veracruz, y los suelten con el clásico: usted perdone; entre que si Putin es o no es putin, y resulta que es un hijo de su reverenda madre, golpea Ucrania a mansalva y no se mete con uno de su tamaño, entre que eso pasaba y CNN nos tiene espantados día y noche, ayer tarde merodeé por la plaza Valle orizabeña, en busca de un libro que regalé y que quiero regalar otro a mi hermano Enrique y quiero volver a releer, se llama ‘El último Zar, ascenso y dominio de Vladimir Putin’, que tiene la friolera de veintipico de años gobernando como Stalin, y tiene hasta 2036 para seguirle, le ha dolido, y así lo declara, el que la antigua URSS, la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, se haya desmembrado cuando Gorbachov les dijo como AMLO a sus fieles: ya me cansé, y tiró el arpa y cayó el Muro de Berlín, donde Putin era agente especial de la KGB en aquel tiempo y vivía en el Berlín ruso, mismo que le sirvió para aprender el alemán. Desconfía de él, dijo una vez Ángela Merkel, no te mira a los ojos, y aunque Hollande, el expresidente francés lo haya catalogado como hombre bueno, la maldad se le ve en el rostro y el miedo en sus militares que, cuando les da una orden los tiene a cinco metros de distancia y con el terror en el rostro asienten la cabeza, cuando les indica que estén listos en lo nuclear. No es un tipo que coma lumbre, sabe que si aprieta el botón su país desaparece, lo sabe, por eso alardea como buen bocón y la verdad que se metió con uno que no tiene cómo defenderse, Ucrania no tiene armas para la defensa y los aliados europeos lo alientan, pero no entran a enviarle material bélico de defensa y gente que sepa manejar las armas. Por ahí encontré otro libro y me hice de dos caros, casi a 500 pesos cada uno, ‘Apaciguar a Hitler’, de Tim Bouverie, revivir la historia cuando Chamberlain presumía que había aquietado a Hitler hasta que aquel gandalla atacó e invadió Polonia, como ahora el ruso a Ucrania, y que le valió aquella sentencia condenatoria de Churchill: “Se te ofreció poder elegir entre la deshonra y la guerra y elegiste la deshonra, y también tendrás la guerra”. En esas ando, rememorando aquellos tiempos de inicios de la Segunda Guerra Mundial, y la tercera esperamos que no llegue nunca, porque la cuarta, lo predijo Albert Einstein: La cuarta Guerra Mundial la harán a palos.
COMENTARIO SOBRE PUTIN (RAUL DEL POZO) EL MUNDO DE ESPAÑA
Algunas naciones padecen de delirio de grandeza, pero necesitan de un megalómano, un individuo trastornado, para atacar y devorar a otros pueblos. Rusia padeció tiranos despiadados, como Iván el Terrible que echó a sus perros el cuerpo del jefe de gobierno. Esperemos que no se equivoque Hollande, el ex presidente francés, que trató y negoció con Putin: dice de él que no ha perdido el sentido de la realidad y que no es ni un loco ni un paranoico. ¿No ha perdido el sentido de la realidad el que sueña con la Gran Rusia que ya tiene más de 17,13 millones de kilómetros cuadrados y es la nación más extensa de la Tierra? ¿No se llama a eso megalomanía?
Los que nos gobiernan deben ser sometidos a exámenes para comprobar que no están majaras y evitar que nos enfrentemos a la enfermedad del poder. En enfermos que nos gobernaron se cuenta que las decisiones cruciales de los gobernantes de la Segunda Guerra Mundial fueron tomadas en momentos de desequilibrios físicos o emocionales. No hay datos seguros y directos de la salud mental de Hitler; Algunos de sus biógrafos dicen que era un hombre normal y que la buena disposición a cometer genocidios puede ser compatible con la salud mental. Otros afirman que Hitler sufrió de párkinson, ceguera, sífilis, narcisismo, psicopatía histérica… Mussolini era un enfermo crónico de neurosífilis. Churchill se bebe hasta la colonia. Stalin sufrió embolias. Roosevelt llegó moribundo a la conferencia de los grandes. Nerón incendio Roma y Calígula estaba como una cabra; pero no tienen en las manos un maletín nuclear. Ahora un loco puede incendiar diez Romas. Crucemos los dedos para que Putin, que ya ha hecho mucho mal, no sea un psicópata.