*En política hay que sanar los males, jamás vengarlos. Camelot.
Gilberto Haaz Diez
LA NUEVA REVELACION OLIMPICA
Entre tráileres sin choferes, que embisten para matar, entre alcaldesas terribles que culpan a ‘la calor’ de los males del crimen, entre dimes y diretes, en las Olimpiadas de Invierno de Beijing nació una estrella mexicana, un patinador mexicano vestido de charro y danzando en el hielo con música de Juan Gabriel, lo que sorprendió al mundo del patinaje. A México muchísimo más, porque el único hielo que conocemos aquí es el de los Güeros de los barquillos y paletas. Donovan Carrillo se llama, tiene 16 años y patina como los grandes, está en la final y ha hecho que México voltee hacia esos juegos de la nieve. Todas las televisoras del mundo hablan de él, lo mismo CNN que BBC de Londres, las americanas y las latinas pues es el único latinoamericano en esas lides. El afamado director Guillermo del Toro le envió un mensaje de felicitación, ahora mismo que su película El callejón de las almas perdidas, es nominada al Oscar de la Academia. Ayer mismo en tuiter y Facebook y Tiktok circularon sus videos del patinaje. Lo hizo magistral. Originario de Zapopan, Jalisco, pero practicando y viviendo en León, Guanajuato, es el chaval que ha puesto a soñar a un país. Va por el primer lugar, lo logre (eso esperamos) o no, ya tiene un sitio entre los grandes en los Juegos Olímpicos de Beijing. Donovan Carrillo dijo: “Mucha gente me dijo al comienzo de mi carrera que esto era un sueño loco. Siempre traté de empujar más y más, competencia a competencia, para tratar de ser la mejor versión de mí mismo. Quiero que la gente en América Latina y en mi país piense en eso, tenga sus grandes metas y vaya por ello”. Suerte.
POR SUS FRASES LOS CONOCERÉIS
Todo mundo en la vida tiene frases. Unas pasan desapercibidas, otras quedan grabadas en la historia. Las hay muy picudas, las más, irrelevantes. Comienzo el texto porque hace nada, leyendo una entrevista al Papa Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa Latinoamericano, entre otras cosas rememoró cuando fue ascendido como Cardenal por Juan Pablo II, al que quería todo el mundo. Era un ascenso y comentó de ello: “Un ascenso en la vida de un hombre debe ser entendido como un descenso, como un despojo para humillarse y servir mejor”. Suele repetir el Papa Francesco una conseja que le dio su padre, en esto de los ascensos. Genial. Clara. Verídica: Su padre le aconsejó: “Cuando llegues arriba saluda a todos, porque cuando estés bajando serán los mismos con los que te vas a encontrar”. Groucho Marx, el más famoso de los hermanos Marx, era tremendo para las frases. En su tumba, dice la leyenda urbana que existe y otros dicen que no, quiso que se grabara una frase como epitafio: “Disculpen que no me levante”. Ese título ha servido para nombrar la columna de la escritora española, Rosa Montero. Según establece su biógrafo Stefan Kanfer, Groucho está enterrado en el cementerio de Eden Memorial Park, en el Valle de San Fernando -no ocupa una tumba sino un nicho- y en él hay una placa de bronce con las palabras «Groucho Marx 1890-1977″ y una estrella de David. Nada más. Hay libros de frases y miles y de ellas divagan por el mundo de la escritura. Calvin Coolidge, el presidente americano que cuando visitó una granja, su mujer preguntó al granjero que cuántas veces efectuaba un gallo el acto sexual. «Docenas de veces», contestó. La mujer le dijo: «Hágame el favor de decírselo a mi marido». El presidente, informado, preguntó al granjero: «¿Siempre con la misma gallina?» «Oh, no señor», contestó el guía, «con una diferente cada vez». Entonces el presidente dijo: «Informe de eso a la señora». Al pie de la Alhambra, en el sur de España, en esos sitios donde el arte se sublima, Francisco Alarcón de Icaza, al ver a un pordiosero ciego, dijo: “Dale limosna, mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada”. Aquellos hablantines y muy bocas flojas, debían seguir la conseja del periodista Raúl del Pozo: “«Ten cuidado con lo que hablas; palabra que digas dejará de ser tuya. La Biblia enseña que la lengua es la ruina del hombre». Hay una genial de otro Nobel, Camilo José Cela. Sucede que el buen Camilo estaba tirando la fiaca cuando era legislador. Cabeceaba y el presidente de la Cámara le reprochó: «¿Está usted dormido?». A lo que el Nobel le respondió: «No estoy dormido, estoy durmiendo». El otro replicó: «¿Es lo mismo, ¿no?». «No, Señor, son cosas distintas. No es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, de la misma manera que no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo».