Acertijos

Gilberto Haaz Opinión

*Groucho Marx: En las fiestas no te sientes jamás. Puede sentarse a tu lado alguien que no te gusta. Camelot. 

Gilberto Haaz Diez

DIA DE LA CANDELARIA 

Rememoro, por llegar este 2 de febrero Día de la Candelaria, unos viajes que hice hace algún tiempo a la Candelaria, a Tlacotalpan Pueblo Mágico y Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Wikipedia: Celebración que se lleva a cabo del 31 de enero al 9 de febrero en Tlacotalpan, Veracruz. Los habitantes de Tlacotalpan se visten de rojo y salen a las calles para venerar a la Virgen de la Candelaria, donde se da inicio a la celebración con una cabalgata con más de 100 jinetes que recorren la ciudad. El pueblo se viste de gala y abren sus puertas, ahora mismo recuerdo un año en que El Compayito, Juan Carlos Molina Palacios, asesinado como diputado local y cuyo crimen está impune, abría sus puertas en una casa que tenía en Tlacotalpan, pegada al rio, donde desfila la Virgen y donde invitaba unas comelitonas extraordinarias. Era un buen anfitrión, porque en el otro lado se iban los picudos con los gobernadores, con el amigo de Germán Dehesa, el afamado escritor, Vitico Perea. Allí entraban solo los VIPS, llegaba el gobernador en turno y aquello era una romería. Si no estabas invitado, no eras nadie, como aquella fiesta de Blanco y Negro de Truman Capote, en el hotel Plaza de Nueva York, de la cual el narrador decía: “Si usted está viendo por televisión este evento, entonces no es nadie ni figura entre la lista de los 500 invitados de Truman Capote”. Así en Tlacotalpan en aquellos años.  

EN TLACOTALPAN 

“En Tlacotalpan todo se cura, todo se olvida, se cura el alma que es incurable, cuando está herida”. Este fragmento es de la autoría de Julio Sesto, español, creador de aquella poesía cumbre, Las abandonadas. En esa zona donde el escritor Roberto Blanco Moheno magnificó la mejor novela costumbrista y pueblerina que se ha escrito: Un son que canta en el rio: “¡Bogando, con una Chingada! Llegábamos a la Trocha. El Julián, el Arturo, y el José María flojeaban con los remos, mientras el Enrique apenas si apretaba el canalete. Yo iba, acurrucado a proa, escogiendo los mejores pescados para la casa de gachupín. Y el tío Tamarindo, sentado en la popa, acababa de soltar la voz a través de la boca chimuela, amargada por años y años de chupar la fuma de tabaco traída de San Andrés: “¡Bogando, bogando, con una chingada!”. Llegan cientos, miles de todas partes del país a maravillarse de ese pueblo, cuyas casas de tejas y pintadas con colores muy mexicanos asemejan cuadros de Orozco o de Diego Rivera, de aquellos nuestros grandes pintores, donde en sus corredores los viejos de la tribu y las señoras de edad en las mecedoras de madera ven pasar la tarde y contar sus cuitas, escenas muy de esa ciudad. 

EL COMPAYITO (GRANDES RECUERDOS) 

Hace años fui de corresponsal de guerra a Tlacotalpan, cuando las terribles inundaciones, el día que el agua llegó al pueblo y aquello parecía Venecia. Fui a su Fiesta. Visité la afamada Casa de Rafaela Murillo, como si fuera de Coco Chanel, se vende la mejor ropa bordada a mano. Mil y pico cada una, nada baratas, en casa antigua con tejados y mujeres de vestimenta típica. Reza un letrero que se hacen trajes de jarochas a la medida, que esos deben andar en los 8 mil pesos para arriba. Pero los valen. Ofertan tres mecedoras de madera, al pie. Recuerdo esa vez cuando comí con un par de amigos en la casa de Juan Carlos Molina Palacios, el famoso Compayito, diputado local y dirigente de la CNC, asesinado en condiciones terribles y a quien ni sus compañeros diputados ni la Fiscalía ni nadie le han rendido justicia, encontrando a sus criminales. Juan Carlos Molina compró la casa en Tlacotalpan con todo y mobiliario, cuadros y muebles, como dicen los pueblerinos: “compró potro en barriga de yegua”. Casa pegada al Rio Papaloapan, el de las Mariposas. Comimos muy rico en esa casa, tamales y carnitas, unas veinte personas y desde ahí vimos el Paseo a la Virgen en el rio. Molina era un extraordinario anfitrión. Hoy seguro esa casa está vacía, o a lo mejor ocupada por su familia, que seguro ella y sus amigos siguen esperando justicia. Descanse en paz, Compayito. 

www.gilbertohaazdiez.com 

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