Acertijos

Gilberto Haaz Opinión

*La guerra no consiste sólo en la batalla sino en la voluntad de contender. Camelot. 

Gilberto Haaz Diez

LA PELEA DESIGUAL 

En el Congreso están peleando una guerra tártara. Rudos contra científicos. Se cree, al menos así Yo Mero lo creo, que ganarán los rudos. ¿Quiénes son los rudos? Son, en ese orden de aparición, Andrés Manuel López Obrador, que trabaja de presidente, Claudia Sheinbaum, su consentida, que trabaja de jefa de Gobierno en CDMX y Cuitláhuac García Jiménez, su otro consentido, que trabaja de gobernador de Veracruz. Del lado de los científicos solo hay dos: Ricardo Monreal, que trabaja de presidente de los senadores y Dante Delgado, dueño de un partido, Movimiento Ciudadano, ambos, senadores. ¿Qué pelean? La violación de los Derechos Humanos en Veracruz y una ley llamada ultrajes a la autoridad. A tres caídas sin límite de tiempo, máscara contra cabellera, es decir, la libertad o el encarcelamiento de alguien que está pagando los platos rotos, el coordinador de la Jucopo, José Manuel del rio Virgen, quien una mañana, en el pleito Amlo-Monreal, fue atrapado por esas peripecias que llamaba el gran Napoleón, excesos del poder, y fue entambado y ahí está, pese a las presiones. Casi una treintena de senadores de Morena se le rebelaron a Monreal y se aliaron al eje AMLO-Sheinbaum-Cuitláhuac. El viernes se conocerá el derrotero de esta serie de Netflix, en dos o tres capítulos. Las apuestas en Las Vegas le van al presidente y a sus dos consentidos. 6 a 1. Esperemos. 

LOS NIÑOS DE LA CALLE

Uno puede deambular por cualquier esquina, por cualquier arteria y, al menos donde vivo, que es zona urbana con asentamientos indígenas por muchos lugares, encontrar a esos niños de la calle, es común. Aquellos que la Constitución prohíbe trabajar pero que ni la misma Constitución ni los gobiernos elegidos han podido sacarlos de esa pobreza donde viven. Uno pensaría que los niños deben tomar los domingos o días que no van a la escuela, para gozar de su infancia o juventud, propia de los niños en los juegos caseros, en estos tiempos de la tecnología que abruma. Hace tiempo, encontré en una esquina orizabeña a unos niños (cuatro), vendían lo que podían, llevaban flores y productos que sus mismos padres les dan para que les ayuden a llevar los dineros para la manutención diaria. Deben vivir en choza de piso de tierra, como muchos de nuestros indígenas. Debe faltarles todo, pero no se rinden, es ese México que no se doblega, a los que desde hace más de 500 años les debemos todo. Atención y sacarlos de la pobreza. Hice lo que pude, les compré lo que traían para que ya no anduvieran por allí ofertando lo ofertable. Les dije se tomaran el día, y disfrutaran la mañana. Uno de ellos portaba camiseta de Tiburones Rojos. Otra, la más pequeña, Ofelia, sonreía. Estudian eso sí, de los 14 años a los 7 allí andaban, merodeando en esas esquinas de las calles orizabeñas, donde hacen lo que pueden. Cuento cómo les ayudo, no por presunción ni por postularme a algo, a lo único que aspiro ahora, a esta edad, es a seguir viajando cuando se pueda y haya salud. Lo cuento porque así uno hace que la demás gente, cuando los vean, se sensibilice y les tienda la mano, unos centavos de comprarles sus productos no es una limosna. Además, estos cuatro no pedían nada. Otra vez, en esta misma calle Madero encontré a una pequeña niña indígena que su padre tocaba un violín, cómo podía se convertía en músico urbano, como se ven en los Metros del mundo, lo mismo en Paris que Nueva York, en aquella ocasión, lo recuerdo ahora, a esa niña la llevé a una zapatería aledaña y se compró unos zapatos perrones, de los que se usan ahora de marca Nike, tenis que seguro durmió con ellos esa misma noche, puestos o al pie de la almohada. El padre dejó el violín por un momento y, agradecía el gesto 

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