Acertijos

Gilberto Haaz Opinión

*De Guillermo Vilas: Nunca estuve más solo en mi vida que cuando fui el número uno”. Camelot. 

Gilberto Haaz Diez 

EN LA CONVALECENCIA 

En la convalecencia hospitalaria, en lo que terminan de hacer mis estudios y hay que estar con el suerito obligatorio y apapachado por el buen personal médico que lo atienden a uno, sobre todo las exitosas enfermeras mexicanas que lidiaron la pandemia como pocas y que uno les va a agradecer toda la vida el esfuerzo que hicieron por salvar tantas vidas, se alegran las tardes viendo la televisión y ahora que está de moda el Abierto de tenis de Australia, donde al tal Djokovic lo mandaron a la burguer, diría un chamaco lépero, por no haberse querido vacunar, perdiéndose el muy inútil una bolsa de 4.4 millones de dólares si ganaría el primer lugar, por esa jalada de no querer vacunarse. Entonces, viendo a Nadal triunfar, me acordé de una columna que escribí hace tiempo de ese español único, quien es uno de los tres favoritos para ganar ese Abierto australiano. Va:  

EL TENIS DE NADAL

El tenis hoy despierta pasiones. Son millones los que lo ven. Estrellas cuyos nombres pasarán a la historia. Como aquellos Vilas, Iván Lendl, Jimmy Connors, Raúl Ramírez, Osuna, Palafox, Orantes, Nastase, Arthur Ashe, el negro que murió de un cáncer y que el nuevo estadio del Abierto de Estados Unidos lleva su nombre, en su memoria. Hoy son otros los nombres y otras las estrellas. El de mujeres ha logrado captar a miles y miles de fanáticos y fanáticas (me afoxé), que ven no solo la belleza de las croatas, americanas, checas, que vienen a rivalizar con aquellas que en los 80’s reinaban en las canchas de arcilla o supreme, donde sobresalía Chris Evert. En el tenis hay rivalidades. Aunque los jugadores se dan la mano y se abrazan al término del juego, en el fondo se repudian. “¿Dijo que yo tenía un sólo golpe? ¿Gané Wimbledon y 21 torneos, incluso en polvo de ladrillo, con un sólo golpe? Si es así yo soy un genio y él… un idiota” (Goran Ivanisevic, sobre un comentario que hizo John McEnroe). Otros juegan reverencias y admiraciones: “Me voy a inclinar ante él y luego le voy a dar un beso. Ese será mi homenaje”, (Ilie Nastase, sobre lo que le diría a Borg cuando se retirase). Hace un par de años, rolaba por Paris. En el lobby del hotel de la gran avenida Haussmann, cerca de la Opera y el café de La Paz (Café de la paix), un español que oyó nuestro lenguaje, se identificó. Preguntaba si iríamos a la final de ese día. La peleaban Federer y Nadal. Ni siquiera lo habíamos pensado. Dijo, muy seguro de si mismo, que él había checado la reventa y estaba en la estratosferica suma de 3 mil euros. Algo así como 42 mil pesotes. Cerca de la Torre Eiffel, con unos quesos franceses de botana y una mexicana chela Corona, en una tele plana y grande vi esa final. La ganó Nadal. Como el domingo pasado, cuando el español Rafael Nadal se alzó con la copa del Abierto de Francia, en Paris, el afamado Roland Garros, para igualar en 6 torneos ganados en esa arcilla al gran Bjön Borg. En el tenis hay que ser un guerrero en la cancha. Como lo dijera la mamá de Jimmy Connors: “A mi hijo siempre le enseñé que tenía que ser un tigre en la cancha, cuando era pequeño y jugábamos, si podía meterle un pelotazo en la garganta se lo metía, para así poder decirle: vez hijo, si tu madre hace esto contigo, que te esperarás de los rivales”. Suerte a Nadal en este Abierto australiano. 

http://www.gilbertohaazdiez.com 

 

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