Acertijos

Gilberto Haaz Opinión

*Y cuando despertaron, ya no estaban en sus poderosos sitios. Camelot.  

LA CAIDA DE OLGA 

Ser secretario de Gobernación, en tiempos mexicanos, era lo máximo. Ahora no. La caída de Olga Sánchez Cordero, a quienes sus críticos llamaban Olga Sánchez ‘Florero’, pues aseguraban estaba como florero, que no servía para nada, porque el poderoso presidente, en un sistema presidencialista como el nuestro, no la deja ni dar siquiera el horóscopo por las mañanas. Su renuncia era una crónica ya anunciada, muchos pensaban que la mujer, dueña de un prestigio y ministra con gran curriculum, se iría antes de tiempo, pero no, aguantó hasta el último desdén presidencial, porque estaba en un acto con mujeres, cuando se disculpó y se despidió pues la habían mandado a llamar desde Palacio, a servir al patrón, que me mandó a llamar, anteayer. Era para su renuncia o enroque al senado. Ella, cuando estaba con el presidente y el nuevo titular de Gobernación, un amigo presidencial, actual gobernador de Tabasco, tenía cara de fuchila y hacia pucheros. Los gestos en la tele no engañaban a nadie. Pero tuvo la coraza de aguantar otra orden presidencial, y partió al Senado a abrazarse con Monreal, ahora compañero de sector y de partido. Cosas veremos, mío Cid, diría el clásico. Revela Carlos Loret de Mola, en su columna, Historias de reportero, en El Universal: “Desencajada. Sentida, incluso molesta con el presidente por las formas. Olga Sánchez Cordero dejó la Secretaría de Gobernación. Fue el último de los maltratos. En distintos momentos del sexenio, integrantes del gabinete me confiaron que Andrés Manuel López Obrador la trataba mal en las reuniones, con desdén, a veces incluso callándola: tú sólo estás para lo de Ayotzinapa, en lo demás no te metas. Me contaron que así se la soltó en una junta hace unos meses, dejando a la concurrencia congelada”. 

AQUELLOS TIEMPOS PODEROSOS 

Atrás quedaron los tiempos que los secretarios de Gobernación lo eran todo, después del presidente. Cuando el gobernante salía fuera del país, era el secretario quien cuidaba la casa, quien atendía las emergencias del país. Ahora no, porque este presidente, AMLO, no viaja más que a su pueblo y a su rancho y casi nunca abandona el país. Tampoco tiene un poderoso número dos en el gobierno, no lo hay, ni Marcelo Ebrard  ni Julio Scherer, nadie se sienta en esa silla de Palacio mientras el inquilino no lo permita. Era la antesala para ocupar el cargo presidencial, por eso el número dos en el Gabinete era respetado y temido. Miguel Alemán Valdés y Adolfo Ruiz Cortines lo fueron para arribar a presidentes de México. Lázaro Cárdenas, Melchor Ocampo y Emilio Portes Gil, Benito Juárez, Plutarco Elías Calles y Gustavo Díaz Ordaz, por igual. Muchos otros se quedaron en la antesala, pero disfrutaron el poder y lo tuvieron hasta que llegaron las horas oscuras de nominar a otros candidatos a la presidencia, y la brújula no apuntaba a ellos. Muchos: Bartlett, Mario Moya Palencia, el veracruzano Ángel Carvajal y el también paisano, Fernando Gutiérrez Barrios. Fueron muchos que se quedaron con el bat al hombro, esperando la señal del bulpen y la pichada que los llevaría a volarse la barda, a sacarla del campo. No llegaron, pero fueron poderosísimos, disfrutaron el poder del Gobierno cuantas veces pudieron. Hubo también algunos chacales y malosos, Victoriano Huerta ocupó la secretaria de Gobernación. Para orgullo de los paisanos, Jesús Reyes Heroles. Y hubo a quienes la muerte no los dejó llegar a las candidaturas, Juan Camilo Mouriño, el consentido de Felipe Calderón, que murió en fatídico accidente de avión en Ciudad de México y dejó sin candidato al presidente.  

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