*Y cuando despertaron, andaban de huida. Camelot.
Gilberto Haaz Diez
DE A PECHITO
Cuando este gobierno persigue a sus opositores políticamente, dicen ellos, lo mejor es huir, porque, como a la Chayo Robles, te espera la cárcel sin decir agua va. Ya lo hizo el diputado federal sin fuero, del PT, Mauricio Alonso Toledo Gutiérrez, quien, cuando supo de su persecución, salió por piernas y se exilió en Chile, de donde son sus familiares y a él le toca algo de esa nacionalidad. Asegura que desde allá seguirá su juicio, porque no confía en las autoridades mexicanas. Le dijo a Ciro Gómez Leyva en su programa de las mañanas, que allá “no se persigue por intereses… soy víctima de una persecución política”, aseguró. El otro es Ricardo Anaya, que salió también por piernas rumbo al exilio, algunos aseguran que, rumbo a Estados Unidos, primero, y luego a España. Como ya lo hizo el hijo del exgobernador de Veracruz, Miguel Alemán Magnani, quien al ser su madre de nacionalidad francesa y él por lo consiguiente con dos nacionalidades, su abogado asegura que desde allá llevarán el juicio sin pisar la cárcel, porque esas leyes son más flexibles que las de aquí, que primero te dan Bote y luego averiguan, como en la Revolución.
LOS ARCHIVOS DE GABO
Supe alguna vez que, en la Universidad de Texas, en Austin, se tenían todos los diarios Excélsior desde que apareció y vio la luz, en 1917. Sé que esa prestigiada Universidad, y la conozco una vez que fui a Austin, capital de Texas, guarda colecciones valiosísimas de los mexicanos revolucionarios, de Pancho Villa y Zapata, esos hombres bragados que hicieron la revolución, revolución de avanzada, antes de la de los comunistas rusos. Pues para no hacerla muy larga, esa Universidad compró, en 2014, los archivos personales del Nobel Gabriel García Márquez, poco antes de su muerte. Todo con lo que escribía en su despacho mexicano, lo que corregía, lo que anotaba, fotos, tres computadoras, pues hubo un tiempo que el Nobel optó por la tecnología, y lo que archivó allí lo tiene la Universidad. Ahora la abrirán al mundo. Le pagaron a la familia 2.2 millones de dólares, antes de la muerte del escritor, y cuando la tuvieron en sus manos, como una joya, el director dijo: “Este es el lugar donde las letras de García Márquez han venido a descansar”, o sea su panteón ilustre, creo que se apañaron en esa compra una novela inédita. ‘En agosto nos vemos’, del gran Nobel. He estado un par de veces en Austin, hace no mucho por poco voy allá, porque un amigo pidió le acompañara, pero se me atravesó viaje a Mc Allen.
Visité su Congreso, el Capitolio, copia del de Washington, estuve en la sala de los presidentes, cerca de esa biblioteca donde hay pinturas gigantes de los tres presidentes tejanos que han llegado a gobernar Estados Unidos: Lyndon Johnson, a la muerte de JFK, el Bush padre y el Bush chico, y se quería colar el Bush tercero, pero eso ya no se pudo. Eran como los Yunes en Boca del Rio y Veracruz. No olvidemos que Texas fue país, primero, luego se convirtió en estado de la Unión y son los más radicales del mundo. Esa biblioteca, o Centro Harry Ramson, es un panteón de las artes, tienen documentos de James Joyce, J.M. Coetzee, Faulkner y Arthur Miller; las libretas con notas de los reporteros Bob Woodward y Carl Bernstein, del caso Watergate, que hicieron morder el polvo al presidente Nixon, cuando el viejo chismoso conocido como Garganta Profunda, les filtraba todo. Suelen los americanos hacer grandes biografías, en primera porque son talentosos, segundo, porque cuentan con los apoyos de las becas de las fundaciones, un ejemplo, el maestro de Carlos Salinas en Harvard, John Womack Jr., profesor de Historia Latinoamericana y Economía, vino a México a investigar a Emiliano Zapata, en Anenecuilco, su pueblo, en los alrededores, y creó el mejor Zapata jamás escrito, que rivaliza con el del mexicano Jesús Sotelo Inclán, ‘Raíz y razón de Zapata’, publicado en 1943, estos americanos lo hacen así porque tienen dinero de las fundaciones que los becan, para estar el tiempo que sea necesario en la investigación. La compra de los texanos se hace con el poder de su firma, los millones de dólares de que disponen para cuidar los acervos históricos del mundo, es algo que se les reconoce en el mundo. Bien hecho.
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