Acertijos

Gilberto Haaz Opinión
Recordar el pasado, algo único. Camelot.
Gilberto Haaz Diez
HACE DIEZ AÑOS EN JAPON
Una lectora me pidió rememorara un poco ese viaje que hice a Japón, Va:
Escrito desde el cuarto 4320, del piso 40 del Hotel Park Hyatt Tokio, uno que besa las nubes y hace ver, desde el gran ventanal, las torres que asemejan mucho a Nueva York o Madrid o cualquier ciudad cosmopolita. Si uno cerrara los ojos, no se pensaría que se está en Tokio. En el Japón de la cultura milenaria. Llegamos como hormigas fumigadas. El vuelo demoró 15 horas, y con las dos de Monterrey, una de vuelo y una de estacionar en el andén de la pista el Boeing 787 para recargarlo de combustible, se suman 17 horas. Con todo, ese avión no hace los viajes pesados, y las azafatas lo tratan a uno con cariño y respeto. Jovencitas, educadas. Allí se la pasa uno entre la lectura y las películas y comiendo la simplona comida que, por lo regular, siempre es pollo desabrido, insaboro e incoloro o un pedazo de carne.
El Boeing riñe contra las turbulencias, nada del otro mundo. El Pacifico nos cobija toda la noche. Solo vimos el amanecer al llegar. Aterrizo en el aeropuerto Narita, de Tokio, cuyo nombre obedece a la prefectura, hagan de cuenta una delegación o un municipio nuestro, es relativamente nuevo, data de 1978 y para 2002 ya tenían listas todas las pistas para el Mundial Corea-Japón. Gigantesco, como todos los aeropuertos modernos. Llegamos temprano, a las 6 y pico el avión ya entregaba al pasaje. La migración tranquila, con su poco inglés y uno con su nada japonés, casi a señas pasamos el filtro. Quieren saber a qué vienes y dónde te hospedas y cuántos días vas a estar. Pasando eso, lo demás es pan comido. Hay que hacer poca cola y cambiar unos dólares a Yen, que andan más o menos 200 yenes por un dólar. Es una ciudad cara, dicen todos. Un desayuno, un regaderazo y a la calle.
Corrimos con suerte de encontrar a Kio (le decimos Gio, por Giovanni, el futbolista), un viejo japonés que conoce México como pocos. Trabaja como traductor y nos sirvió mucho la primera mañana que nos trepamos a un auto Mercedes, de los pocos que tiene el volante del lado izquierdo, porque aquí, como en Inglaterra, los autos tienen los volantes a la derecha, y las autopistas arrevesadas, es decir los que van del lado izquierdo y viceversa. Excelentes autopistas, todas de paga pero no tiene a los de Capufe cobrando, con tu pase que compras, pasas a la velocidad que vayas.
EDUCACION JAPONESA
La gente es educada, la ciudad de Tokio se parece a Orizaba, en lo limpia. Tiene sus prados llenos de flores, bellos. Hace días celebraron un aniversario de haber sido bombardeada Japón. Nada que ver con Hiroshima y Nagasaky, que por eso los edificios son prácticamente nuevos, de unos 70 años para acá. Muy limpia la ciudad, la misma gente te ve mal si tiras algo al piso, aunque nadie lo tira. Las jovencitas, alegres en su caminar, encontramos un grupo de ellas en el Templo de Buda, que como en nuestro santuario de la Virgen de Guadalupe, llegan y le oran al Buda, le hacen su reverencia y, como allá con la Basílica de Guadalupe, tiran la moneda que se oye va a un tobogán y llega a las arcas divinas. Porque el Buda o la Virgen no necesitan dinero, pero los mantenimientos de los templos sí; les quería tirar un peso mexicano pero sé que no les serviría, y aún no traigo yenes en moneda. Frente a una hoguera que huele a incienso, uno llega y el humo, dicen, te sirve de curación, como con nuestros brujos de Catemaco, te acercas y humeas tu cuerpo, la ropa va oliendo a incienso, pero vas purificado.
Mañana Segunda parte.
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