EL SUEÑO TERRIBLE
Gilberto Haaz Diez
Uno puede tener sueños malos, pesadillas que, de repente, suelen llegar imprevistas, más cuando se está tranquilo. Ayer tuve un sueño, pero no como el de Martin Luther King, yo no soñaba con las libertades y con un mundo en paz. Ni con los tres cochinitos, que están en la cama. Soñaba una calle fea, que en varios sueños se me ha aparecido, es como un tipo mercado y siempre sueño allí mal. Calle descendiente y muy oscura, y no sé qué demonios ando haciendo allí, yo que suelo cuidarme hasta de mi sombra. No comí nada pesado anoche, fui a un restaurante de estos japoneses, tipo Sushito, y esa comida, que por lo regular es arroz y vegetales, algo de pollo y carne, no suele caer mal. Pero iba yo con dos familiares en esa calle maldita que ubico en algún pueblo desconocido, lo ocurrente es que esa zona ya la he soñado algunas veces. Quizá allí vaya a morir y me vaya a encontrar a la calaca, como aquel cuento de Las mil y una noches, cuando en Samaria o Samarra, la muerte esperaba.
“El criado llega aterrorizado a casa de su amo.-Señor -dice- he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho una señal de amenaza.
El amo le da un caballo y dinero, y le dice:
-Huye a Samarra.
El criado huye. Esa tarde, temprano, el señor se encuentra a la Muerte en el mercado.
-Esta mañana le hiciste a mi criado una señal de amenaza -dice.
-No era de amenaza -responde la Muerte- sino de sorpresa. Porque lo veía ahí, tan lejos de Samarra, y esta misma tarde tengo que recogerlo allá”.