“1994 EL AÑO QUE AUN NO TERMINA”
Dr. Carlos Javier Verduzco Reina
El pasado uno de enero de 2024 se cumplen 30 años de una serie de eventos que en México modificaron y creemos, lo siguen haciendo, el panorama económico, político y social de nuestro país. Bien se dice que hay años que nunca terminan y 1994 es el ejemplo perfecto de un año que marcó el principio de una serie de cambios y reacomodos en la vida nacional que todavía hoy se encuentran en proceso de ajuste dentro de la sociedad mexicana.
Como seguramente usted recuerda, el año arrancó con dos hechos opuestos, pero de relevancia inusitada para la historia reciente de nuestro país. Por una parte y después de arduas negociaciones comerciales, México se hizo parte de un bloque comercial con peso propio en el mercado globalizado de finales del siglo XX al suscribir el Tratado de Libre Comercio con América del Norte hecho que nos convirtió en socios preferentes de Canadá y Estados Unidos y definió la nueva política exterior en materia comercial de nuestro país que tradicionalmente se había mantenido cerrada a la expansión económica pero que, desde por lo menos quince años antes, mandaba en las económicas occidental. México finalmente, entendió el cambio y se sumó al desarrollo regional.
El segundo hecho, de carácter político, pero igualmente trascendente por lo inusitado, fue el alzamiento armado que se produjo en el estado de Chiapas. Habitantes organizados en torno al Ejército Zapatista de Liberación Nacional declararon la guerra al Estado mexicano buscando con ello exhibir al mundo siglos de marginación y rezago social que los mantenían en un estado de postración francamente impensable para un país que al mismo tiempo estaba por acceder al mundo globalizado.
Estos dos hechos marcarían el inicio de uno de los años más difíciles en la historia reciente de México en los que la violencia manifestada en el asesinato de dos figuras políticas de primerísimo orden cambiaría de una forma drástica y definitiva la realidad política nacional y nos obligaría a pensar y reflexionar seriamente sobre el país que queremos y hacia donde caminamos.
1994 era también un año de elecciones presidenciales. El país ya se mostraba dividido desde la elección efectuada 6 años atrás que llevó a la presidencia de la República a Carlos Salinas de Gortari y que reconocía tres fuerzas políticas claramente definidas; por un parte, el partido en el gobierno (Partido Revolucionario Institucional) que entonces era partido de un solo hombre, postuló al secretario de Desarrollo Social del Gobierno Federal, Luis Donaldo Colosio. El Partido Acción Nacional al entonces muy combativo Diego Fernández de Cevallos y el Partido de Revolución Democrática que se había formado con la fusión de una serie de partidos de izquierda como resultado de la elección de 1988, había postulado por segunda vez, al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano que había sido la sorpresa en la elección anterior y que aún hoy mantiene la duda sobre el resultado final.
Si bien el alzamiento armado en Chiapas había generado un ambiente político de mucha crispación, ésta se reflejó incluso dentro del propio gobierno. Recuérdese el papel que jugara entonces Manuel Camacho Solís quien molesto por no haber sido designado candidato a la presidencia se convirtió en un velado crítico del ungido presidencial Luis Donaldo Colosio. Y este ambiente no permitía que la campaña de Colosio “prendiera” como esperaba el gobierno y particularmente el presidente Salinas quien incluso había pronunciado un discurso en el que en términos coloquiales y claramente dirigido a la militancia priista les había dicho que “no se hicieran bolas”. Solo habría un candidato a la presidencia y ese era Colosio Murrieta.
Sin embargo, dos hechos marcarían un rumbo inesperado y no menos lamentable en el curso de su campaña. El primero, el inesperado, el 4 de marzo de 1994 en el que Colosio dio inicio formal a su campaña y del que en un discurso pronunciado en el Monumento a la Revolución se recuerda su frase “veo un México con hambre y sed de justicia”. Esta frase que aludía un propósito de reconciliación con el frente Zapatista de Liberación Nacional y con algunos otros grupos armados que existían en el país, probablemente dicen algunos marcó su destino. Lo lamentable fue su asesinato apenas unos pocos días después, en un barrio popular de Tijuana conocido como Lomas Taurinas que significó el sacudimiento mas profundo del México pacifico en el que parecía nos encontrábamos.
México vivió unos días oscuros y de gran incertidumbre. No tanto por la figura del político asesinado, sino por lo que representaba el hecho que un candidato a la presidencia y especialmente el candidato postulado por el partido del gobierno fuera ultimado a punta de pistola en un evento público. Si eso podía pasarle a un personaje de esa relevancia el resto de la sociedad estaría en una situación de gran vulnerabilidad, algo que parecía ya superado en una sociedad organizada bajo el imperio del Derecho y alejada de estos actos de violencia irracional que justamente ponían en entredicho el imperio de la ley y la fuerza de la democracia como valores fundamentales de la organización social.
Las campañas presidenciales siguieron; el PRI nombró un candidato sustituto en la persona de Ernesto Zedillo Ponce de León, quien al final creemos llevó adelante una presidencia mas que decorosa pero no pudo detener el deterioro de su propio partido y comenzó entonces la alternancia democrática que todavía hoy treinta años después no terminamos de consolidar.
Pero volvamos a 1994. Pasada la elección presidencial se perfilaban los nuevos ajustes y las nuevas personalidades que ocuparían los cargos públicos propios de la naciente administración. Entre ellos, destacaba la figura de José Francisco Ruiz Massieu, exgobernador del estado de Guerrero cercano por relaciones familiares al presidente Salinas de Gortari y en quien todo indicaba recaería el liderazgo de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, al que el PRI acudiría con 180 diputados electos, por ello, el papel del coordinador de la bancada resultaría sumamente relevante dadas las condiciones políticas del país y la fuerza cada vez más evidente de la oposición que aunque no cuestionaba el triunfo de Ernesto Zedillo sí demandaba un papel mas activo en las decisiones nacionales.
Sin embargo, Ruiz Massieu no llegaría a cumplir con este encargo. El 28 de septiembre del aciago 1994 sería asesinado en la calle de La Fragua en pleno centro de la Ciudad de México, también por un disparo de arma de fuego y a plena luz del día. Este hecho se leyó entonces de muchas maneras, pero lo cierto es que dejo al PRI muy lastimado en cuanto a organización política pues en la voz populli siempre se consideró al aparato gobernante como el responsable final tanto de su muerte como de la de Luis Donaldo Colosio, algo de lo que el PRI, nunca se recuperaría.
Seis años después comenzó la alternancia democrática en México. Al día siguiente de haber tomado posesión como presidente de la República Ernesto Zedillo, es decir el 2 de diciembre de 1994 un hasta entonces desconocido gobernador de Guanajuato anuncio que iniciaba su campaña para convertirse en candidato a la presidencia de la Republica: Vicente Fox Quesada. Tachado por propios y extraños como un aventurero de la política muy pronto se reveló como un extraordinario recolector de votos, de manera que tres años después su candidatura era un hecho y sus posibilidades de ganar la presidencia de la República eran una realidad muy posible, como finalmente sucedió.
Renglón aparte representa juzgar al presidente Fox frente al candidato. No obstante, a partir de Fox las candidaturas comenzaron a convertirse en un concurso de popularidades personales en detrimento de los valores y programas postulados por los partidos políticos que los abanderaban. Así, comenzaron a arribar a través de partidos personas ajenas a la ideología de los institutos políticos que representaban. El resultado lo vemos hoy con absoluta claridad: los partidos y los candidatos parecen cada vez mas distantes entre sí y es común ver candidatos postulados por un partido en una elección y después aparecer postulados por otro en la siguiente. Desafortunadamente ya no se cuestiona la lealtad a los principios y ello lo hemos pagado como sociedad al elegir personas sin compromiso y sin principios a los que deberían responder.
Aun cuando la presidencia de Fox fue criticada por muchos motivos, algunos justos, otros exagerados, logró mantener al Partido Acción Nacional en el poder en la persona de Felipe Calderón quien desafortunadamente tuvo una de las gestiones menos provechosas para el desarrollo nacional lo que derivó que seis años después la candidata de su propio partido quedara en tercer lugar en la contienda y sí, aunque parezca increíble, el PRI regresaría al poder en la persona de un candidato sumamente cuidado, que no tuvo fallas en la campaña y que se dedicó a administrar una ventaja que desde el inicio lo posicionaba como seguro ganador de la contienda: Enrique Peña Nieto.
El regreso del PRI parecía sentenciar varios sexenios del priismo. El problema fue que el ala priista que regresó con el gobierno de Peña Nieto fue una de las mas corruptas de que se tenga memoria y ello desde luego ya no podía tolerarse en una sociedad que estaba entendiendo que el voto sí puede ser un instrumento de cambio social.
El resto de la historia ya la sabemos pues hoy mismo la estamos viviendo. Con el presidente López Obrador regresó un estilo neo priista de mando único en la persona del presidente. Es curioso como en esta administración han desaparecido los miembros de gabinete que solían ser personajes importantes. Todo se concentra en la palabra presidencial.
Lo que hemos comentado, la incipiente democracia mexicana, apenas ha sucedido en treinta años. Aún así, las enseñanzas de 1994 parecen aun vigentes: la necesidad de fortalecer la vida democrática es cada vez mas urgente en un país que requiere vivir en paz para poder progresar.
Algo tenemos de aprender. Simplemente un dato revelador nos deja ver los difícil que es consolidarnos como una sociedad plural e incluyente: todos los expresidentes viven en el extranjero no en la patria que gobernaron, salvo uno, Vicente Fox, cuyos pronunciamientos públicos lo ponen fuera de la realidad de manera que no es necesario que viva en el extranjero, pues vive en otro mundo. Fuera de él, los demás radican en el extranjero por diferentes razones, todas, no obstante, de origen político. Algo estamos haciendo mal cuando nuestra democracia no permite la convivencia del pasado con el presente.
2024 igual que hace treinta años, un año de elecciones y de cambio. Ojalá podamos transitarlo en paz por el bien de nuestro país y de nosotros mismos.