Gilberto Haaz Diez
MI FAMILIA HA LLEGADO
Comienza el relato cuando dos viejos, padre y madre, coordinan las cenas de Fin de Año, la del 24 los hijos irían con sus familias políticas, las del 31, con ellos. La madre les explica que los quiere ver, y uno de ellos comentó: Nunca les pudimos cumplir. Mis hermanos ya casados, nunca pudieron. Siempre alegaron que la casa de mis padres estaba muy lejos de sus domicilios, que hacía mucho frío, en fin, siempre excusas. Los solteros, siempre preferimos salir con los amigos para bailar, divertirnos y beber. ¡Siempre preferimos estar con otras personas, antes que con nuestros padres!
Una noche de diciembre, mi hermano mayor nos convocó a todos los demás, para hacernos saber, que deberíamos pasar más tiempo con nuestros padres, ya que nunca después de haberse casado los mayores, habíamos pasado una cena todos juntos. Ahora con el tiempo, me doy cuenta que mi hermano estaba pasando por lo mismo que mis padres, ya que sus hijos mayores, empezaban a pasar estas fechas con sus amigos y él y su esposa se encontraron solos en Navidad. Todos estuvimos de acuerdo en que pasaríamos la cena en casa de mis padres. Al enterarse, mis padres se pusieron muy felices. Mi padre le dijo a mi madre, que preparara una gran cena. En la casa todo era felicidad.
Mi padre se acercó y me dijo: –Estoy muy feliz hijo, porque por fin voy a tener a todos sentados en la mesa de nuestra casa, como cuando eran pequeños. Quiero ver a mi hijo el mayor sentado a mi derecha y a ti a mi izquierda por ser el más pequeño. Tu madre estará en el extremo opuesto junto a tus hermanas. Estaba tan feliz y emocionado que me dio un abrazo tan lleno de amor que casi se me saltan las lágrimas. Todo estaba listo. Eran las 19 horas y les dije a mis padres: –Voy a salir un momento para comunicarles a mis amigos que no pasaría con ellos, sino con mi familia. Mi padre dijo: –Haces bien hijo, para que no te estén esperando y me dio una palmada en el hombro, mientras sonreía.
El hijo se fue de parranda con los amigos y se le hizo tarde. Cuando llegó a casa de sus padres, no oía ruido, nadie había llegado. Oía. Los padres se quejaban: ¿Qué habremos hecho para que nuestros hijos no quieran estar con nosotros? –No te preocupes, los padres tenemos que entender que sólo estamos en el pensamiento de nuestros hijos cuando son pequeños. Pero cuando crecen, ese pensamiento lo ocupan en otras cosas, como el colegio, sus tareas, la diversión, sus amigos, las fiestas y después en el noviazgo, el trabajo, la esposa y sus propios hijos. Sus ocupaciones y preocupaciones son otras y nosotros no somos parte de ellas. Quédate tranquilo, todo lo que hicimos y les dimos fue por amor. ¿Tú crees que van a preferir pasar la noche de Fin de Año con un par de viejos que ya no pueden bailar, que ya no tienen gracia ni para hacerles reír y que se quejan por todo? ¡Anda, anímate…! ¡Mira, voy a poner los diez platos sobre la mesa y a medida que vayan llegando les iremos sirviendo!… ¿Quieres ayudarme?
Sentí un enorme nudo en la garganta que no me dejaba respirar, me sentí tan desagradecido, tan mal hijo, tan avergonzado, ¿Cuánto tiempo le he dedicado a otras personas y actividades nada importantes comparadas con mis padres? ¿Cuántas veces he dejado de abrazarlos, besarlos y decirles cuanto los amo?
Salí de donde estaba y abracé a mi padre y le pedí perdón, luego fui con mi madre, le besé sus manos y me arrodillé, ella me acariciaba los cabellos mientras mi padre se secaba las lágrimas y dándome la mano me sentó a su derecha y dijo: –No es necesario que estén todos, uno solo representa a los demás. «Vieja», sirve la cena. ¡Que nuestra familia ha llegado!
“Aprovecha a tus padres en vida. No los descuides, por lo menos no dejes de estar con ellos y poder abrazarlos y decirles que los amas y agradéceles por todo lo que han hecho por ti”.