*De Francis Scott Fitzgerald: “Enséñame un héroe y te escribiré una tragedia”. Camelot
11-S 20 AÑOS DESPUÉS
A las 9:30 de la mañana, lo que queda de Paul Simón (del dueto Simón y Garfunkel), interpreta la mítica canción ‘Los sonidos del silencio’.
Todos recordamos aquella mañana del 11 de septiembre. Yo aún dormía. Mi esposa me llamó desde España, donde era de tarde y me despertó con ese despertar que despertó al mundo todo asombrado. Jorge Berry estaba al aire en Televisa. Da la nota 18 minutos después del suceso. CNN cubre en vivo toda la ceremonia en Nueva York.
Al pie donde ahora, diez años después, plantan el Memorial y fijan los miles de nombres de todos los caídos, lo mismo en las Torres del WTC que en El Pentágono y aquel avión misterioso que se estrelló entre peleas de americanos y terroristas.
Como aquel día en que balearon al presidente Kennedy, todos recordamos esa mañana septembrina de 2001.
He estado unas cuantas veces en esa llamada Zona Cero, cuyo nombre obedece a que la utilizó el diario The New York Times por primera vez, cuando la zona dañada de Japón, Hiroshima y Nagasaki, recibieron las bombas que tiró Harry Truman. Dizque para detener la guerra. Zona Cero se le llamó. La revivieron en el WTC.
Barack Obama llega a esa ceremonia con un entorchado. Es un relato de su presidencia.
Como los indios Sioux en tiempo de guerra, lleva en una mano la cabeza de Osama Bin Laden, a quien los marines atraparon, liquidaron, asesinaron y tiraron sus desechos al mar, para que jamás hubiera un lugar fijo donde le adoraran.
Al Jazira lloraba. La cadena televisiva se ponía de luto. El tipo más odiado y más buscado por los marines, era ejecutado. El nombre de Al Qaeda se conocía.
ESAS HISTORIAS
Desde aquel 11-S, ha corrido muchísima sangre en el mundo. Han escrito libros y libros y han salido hipótesis de conjuras y de culpas a Bush, de que sabía lo que iba a ocurrir.
Entra al aire Jorge Castañeda, sangre-gorda, fachoso, en saco, sin corbata. Era el secretario de Relaciones Exteriores de Vicente Fox, quien llegaría tardísimo a visitarles, cuando ya lo habían hecho dignatarios de Europa, casi todos. Cuando llegó el vaquero con botas mexicano a ver al vaquero con botas texano a Nueva York, Bush le dijo: “Vaya, te tardaste, pensé que no venías”. Martita lloraba.
Bush había estado hacia poco en el rancho de Fox. Esa afrenta no se la perdonó. Lo tildó de gente poco seria y no aliada.
Repiten aquella escena cuando un agente del Servicio Secreto llega ante el presidente en una escuela, y al oído le dice que un avión se estrella en una Torre.
Bush pone cara de pasmado. Luego huirá como conejo espantado arriba del Air Force One, porque nadie sabía el tamaño del golpe del terrorismo.
Hablan los familiares de los muertos. Las televisoras en vivo comentan sucesos. Habrá conciertos por la esperanza y Paul Simón y su canción Los sonidos del silencio, retumban. Sobre todo aquello donde dice:
“En sueños caminaba yo entre la niebla y la ciudad / por calles frías desoladas / cuando una luz blanca y helada hirió mis ojos y también hirió la oscuridad / la vi brillar / la veo en el silencio / en la desnuda luz miré / vi la oscuridad / la vi brillar / la veo en el silencio / en la desnuda luz miré / vi mil personas tal vez más / gente que hablaba sin poder hablar / gente que oía sin poder oír / y un sonido que los envolvía sin piedad / lo puedo oír”.
EL REIVINDICADO TENIS
Hacia muchísimos años que no me pegaba al televisor para ver el tenis de los abiertos. La magia de dos chiquillas ha cautivado al US Open en Nueva York, dos jovencitas de 18 y 19 años que han ido derrotando sembradas y favoritas y han escalado la cumbre de la final. Emma Raducanu y Leylah Fernández han vuelto la Gran Manzana un escaparate de emociones. Sin estar sembradas, sin ser conocidas, llegando a eliminarse para poder entrar a ese torneo, han ido derrumbando una por una a las favoritas y ayer mismo las dos se situaron en una final que, después de 20 años en la historia de Nueva York, la disputaran dos chiquillas. Una británica, Raducanu, con raíces rumanas y chinas, y otra canadiense, Leylah, hija de ecuatoriano y filipina, esta última, Leylah, hablando español como idioma primario. Hoy se enfrentan entre ellas y, gane quien gane, ganará el tenis mundial con el arribo de estas dos jovencitas que han derribado la puerta de la élite tenística para una nueva y mestiza generación nacida en este siglo, a quienes se les augura excelente futuro.
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