La Bestia que nos habita
Lenin Torres Antonio
La polarización de la política que vive México no se enmarca en un debate de ideas que busquen solucionar el estado de arte de la vida en sociedad del mexicano, sino en una encarnizada lucha por el poder público, la ausencia de una debate civilizado y racional así lo atestiguan, y lo escenifican los personajes que representan a los grupos políticos aludiendo al desprecio, la misoginia, el clasismo, la retórica monotemática de corrupción, la referencia unipersonal, al amarillismo, y a la discriminación, e incluso, a la invitación a arreglar el enfrentamiento político a golpes (a madrazos), y nunca jamás apelar al sentido común, el peso de la verdad, o la evidencia que puede percibir la inteligencia.
Este periodo histórico de México está ausente de hombres (genéricamente hablando) trascendentales que tomen en sus manos la construcción de una epistemología que garantice la concreción de un proyecto de país que ponga fin a la crisis pública que vive México. La falta de un relevo de la clase política que ha tenido en sus manos por más de 100 años el destino de México se presenta como una amenaza visible que puede engullir la perspectiva de una 4ª transformación pacífica hacia un sistema político eficiente e inteligente.
Y qué decir de la praxis política, uniformados todos ejerciendo el poder (político, económico y mediático) a conveniencia, sin empachos las arcas públicas siguen siendo utilizadas para poner el sello partidista según sea el caso del territorio controlado, en las estrategias para mantener el poder o para obtenerlo ahí todos son iguales, la ausencia de una cultura democrática afincada en la psique del mexicano se sitúa en un tiempo por venir, y el fantasma de la narrativa occidental de los espejismo ilustrados se niega a morir y parece tomar nuevos bríos en nuestras latitudes.
El pretexto sigue siendo el mismo, “¡salvar a México!” del ogro comunista/masónico/satánico (1), o “¡salvar a México!” del apátrida corrupto (un cocodrilo diciéndole boca grande a un hipopótamo), sin empacho se mueven en discursos vacíos, poses trasnochadas revolucionarias, modernismos globalizadores en ruinas, neoliberalismos rudimentarios obsoletos, sin darse cuenta que se vive en un mundo desgastado y maltrecho, en un enfrentamiento visceral por una nueva conquista de territorios perdidos.
México como siempre, llegando tarde a las luces de la ilustración, vive la modernidad desde una posmodernidad alucinante y sin conceptos nuevos que lustrar. En la lucha por el poder no se atiende a la forma ni al contenido, sino a las vísceras, al puro poder, y el futuro se hace más incierto, y tortuoso, porque todos sabemos que regresar al pasado es una opción clausurada salvo si queremos ser suicidas, y que el futuro desde el voluntarismo y el mesianismo resulta una apuesta arriesgada porque sabemos que ahora los dioses no son eternos, y los semidioses son más como los de la mitología griega, humanos demasiados humanos como bien diría Nietzsche.
Ya lo comenté hace un tiempo en un texto que titule “si y sólo si se voltea la pirámide del poder público habrá 4 transformación y la reivindicación de la revolución mexicana” (2), ahora veo lejos incluso la reavivación de la revolución mexicana cuando menos, pues desatados “los juegos del hambre”, que bien podrías parafrasear como “la carrera por el poder público”, el bienintencionado e insigne presidente Obrador, con toda su voluntad de cambiar la realidad de la desigualdad en México parece que ha anticipado el fin de su sexenio, la ambición de poder puede más que el proyecto social de país que defiende el presidente Obrador, y, del otro lado, los patéticos líderes de la oposición que “ni licuados hacen uno”, se acurrucan entre sí como los pingüinos para protegerse de las tormentas glaciales, y estos para darse animo que son la opción de México, sin importarle que se deslicen sus futuros prospectos para competirle a Sheimbaum, la elegida implícitamente por Obrador tan sólo por ser la única que no proviene de la huestes priistas, desde un histérica gritona hasta un patético autoexiliado pseudo “perseguido político” que espera un regreso triunfal del autoexilio (su protección de un posible procesamiento judicial por sus pillerías).
Pero el problema real de México es, por un lado, cómo hacer que los partidos políticos se liberen de su pasado y sus amos, y ayuden a consolidar la transición democrática, y por el otro lado, cómo hacer que realmente ocurra una revolución (4T) pacífica que voltee la pirámide del poder público, y haga ejercer una real y efectiva democracia.
Si bien es cierto, el diagnóstico monotemático es correcto, la degeneración de la res pública es la corrupción, y restituir la funcionalidad perdida del estado mexicano y sus instituciones un asunto principal del gobierno de la república y de todos las y los mexicanos, porque simplemente el poder público estaba y está atravesado por intereses privados de grupos, también es cierto, que eso no es suficiente para hablar de una 4T y mucho menos de una reivindicación de los fines perdidos de la revolución mexicana, puesto que se necesita, como lo he dicho, que haya una verdadera democracia donde el pueblo mande, y el gobernante mande obedeciendo.
Sé que esto no es fácil, porque estamos hablando de revertir un sistema político global, donde la pirámide del poder público es vertical y omnipresente en todos los asuntos públicos, y que la historia mundial se fue construyendo en base a esos proceso de globalización política y económica, aunque, principalmente, la crisis sanitaria del coronavirus, la crisis económica y geopolítica, y anexamos la crisis de sostenibilidad y sustentabilidad que conlleva la crisis energética mundial, y la guerra en Ucrania, están obligando a repensar ese marco conceptual de lo público y el concepto del hombre.
Así que pensemos que el intento de hablar de una transformación (revolución) en México, tiene que ver con analizar y responder a cómo fue posible la degeneración de la política y de lo público, por lo que las simplezas no nos ayudan, hablar de cultura, psicología, naturaleza, etc., esto no nos sirve si no podemos contextualizar lo que ha sucedido, lo que está sucediendo, y hacia dónde vamos y qué debemos hacer para que “lo nuevo” sea mejor que “lo viejo”.
Estoy convencido que México es otro, y que debemos partir desde conceptos que no tomábamos en cuenta, y que son vitales, la demografía, la psicología, la cultura, etc., después el marco conceptual que construimos para ordenar la vida en sociedad, que tiene ver con la ilustración y todo ese período romántico del hombre racional, ideas importados de la vieja Europa, y posteriormente, la revuelta de las ideas que debemos dar para barajar otras ideas de lo realmente mexicano, el contraste entre lo global y lo local.
A veces veo que el debate de lo público es bizantino y dogmático, porque siempre se cae en un auto referenciación, apelar a una falacia de la autoridad, en éste caso, a ese marco conceptual importado y plasmado en nuestra Constitución, nuestra biblia laica, y se pretende pensar que sólo es cuestión de actualizarla y cumplirla, pero creo que ahí está el problema contemporáneo, y no es privativo de México, la pirámide del poder es global.
Por lo que la mirada y las acciones vanguardistas tienen que apuntar a lo contrario de la pirámide del poder global, al poder local, al poder comunitario.
La degradación del Estado y sus instituciones tienen que ver con la falta de corresponsabilidad, que es lo que ha faltado, la cultura de la corrupción y la simulación ha y está sucediendo por la falta de corresponsabilidad y una cultura crítica del gobernado, por lo que es importante tomar en cuenta que la responsabilidad de la sociedad no termina con el sufragio (voto), hay que cogobernar, y para ello, hay que voltear la pirámide del poder presidencialista y construir canales de participación ciudadana efectivos.
No podemos volver a la frivolidad y a la cultura de la simulación, pero para ello, la participación ciudadana es fundamental, debemos ser los fiscalizadores de la política y del poder público.
Aunque ahora la verticalidad del poder público impide cualquier forma de fiscalización y transparencia, tenemos que voltear la pirámide del poder público, y empoderar los instrumentos y “figuras de participación ciudadana”, y no con formalismos auto legitimadores de la centralidad, sino aupando a esas figuras en la administración, planeación y deliberación de la planeación presupuestaria de las políticas públicas, de tal suerte, que la tentación de abusar del poder público, se vaya acotando desde las bases, que con la inversión de la pirámide del poder público serán la cúspide. En la obtención de dinero y beneficios personales se resume el abuso del poder público, y a eso llamamos corrupción, que lamentablemente aun lo vivimos.
El sistema político actual se sigue jugando y buscando quién fiscaliza a quien, y creando figuras sin la capacidad de acotar el abuso del poder público, en otras palabras, seguimos jugando a que la democracia existe y que el poder es el del pueblo, y este juego no es privativo de México, la democracia ha servido para legalizar pero no para legitimar, voltear la pirámide del poder público es una manera de transparentar con acotar el uso unipersonal del presupuesto, claro acompañado, como es el caso para México, de una profunda reforma administrativa atravesada por la profesionalización e instauración del servicio civil de carrera.
Pero voltear la pirámide del poder público global requiere ir más allá de acotar las formas por donde hace aguas el sistema y propicia la corrupción, tiene que ver con empoderar lo local, el municipio, la comunidad, tiene que haber una revolución de la representación real, tomando en cuenta la demografía y la psicología.
Desafortunadamente una es la teorización de la política actual, la cultura política y la democrática, y otra es lo real de lo público y la política, y ahí nos encontramos en un callejón sin salida, en un eterno Sísifo que todo el día esperanzados subimos la cuesta de la montaña toda nuestra felicidad, alegría y certeza, y en la mañana vemos que todo se ha venido abajo.
Quizás seguimos atrapados y regocijados con nuestra imagen en el espejo, creyendo fielmente que somos distintos a las leyes que ordenan la naturaleza y el cosmos, y que podemos seguir creyendo que estamos en el mejor de los mundos posibles.
Algunas letras escritas aquí van en sentido contrario del pesimismo que acarrea nuestra conducta en los asuntos públicos, y creen que es posible domar a la bestia que nos habita.
(1) https://www.facebook.com/manuel.najera.58/videos/3522041708121374
(2) https://versiones.com.mx/2020/07/28/si-y-solo-si-se-voltea-la-piramide-del-poder-publico-habra-4-transformacion-y-la-reivindicacion-de-la-revolucion-mexicana/